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La apuesta de Davidoff para la Feria de Basilea

El mimo a los puros y el arte caben en una caja

CINCO DÍAS

A los ojos de un no iniciado, un puro no es más que un cigarrillo más gordo, oscuro y fuerte que los que se venden en los bares. Un fumador experto, en cambio, es capaz de encontrar en este producto tantos matices como un gourmet en el vino. Los cuidados que se les otorgan a los puros son equiparables a los de bienes de la categoría (y precio) del whisky o el propio vino, por citar algunos. La cuestión es que los preciados cigarros no pierdan aroma ni frescura.

Los humidores reproducen las condiciones de una bodega: temperatura constante, en torno a los 18 grados centígrados; una humedad relativa de entre el 70% y el 75%, y ausencia de rayos de luz. Estos cofres herméticos están elaborados con madera de cedro e incorporan un sistema de humidificación y un higrómetro.

La precisión no está reñida con el estilo. La marca de puros Davidoff acaba de demostrarlo con la presentación de una serie superlimitada de humidores decorados con marquetería de paja. Se trata de un arte poco conocido, pero que está ganando peso en el mundo del lujo. Sigue la misma técnica que la marquetería tradicional, consistente en colocar piezas de madera en una estructura formando patrones decorativos. Pero, en este caso, se emplea la paja, que permite trabajar con piezas mucho más pequeñas, lo cual incrementa la capacidad de detalle del artista (y también la dificultad del proceso).

Esta serie, la primera de las tres que prepara la firma, consta de diez unidades valoradas en 20.000 euros cada una de ellas. El trabajo está firmado por Lison de Caunes, una prestigiosa artesana especializada en marquetería de paja que ha trabajado para firmas como Hermès o Guerlain, entre otras, y que está decidida a resucitar este arte francés del siglo XVII.

El acabado del humidor es tan liso que cuesta creer que se trate de centenares de hieleras de paja dispuestas de tal forma que parezcan hojas de tabaco. Todas y cada una de las hebras que se han empleado fueron previamente tintadas del mismo color: la variedad de matices cromáticos procede de la forma en que se refleja la luz sobre cada pajita.

Detrás de cada uno de los motivos que De Caunes ha trasladado a los humidores hay muchas horas de trabajo. “Un cuadrado de unos 20 centímetros de lado puede llevarle a uno de mis aprendices dos días de trabajo”, señala a modo orientativo la artesana en su atelier de París. De ahí el altísimo precio que alcanzan algunas de sus creaciones.

La marquetería de paja, asegura De Caunes, gana popularidad en muchos mercados, aunque en otros no acaba de triunfar. “No tengo pedidos de Rusia ni de los países árabes. Creo que esta forma de lujo no brilla lo suficiente para su gusto”, opina la artesana.

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