Grecia, una economía que intenta salir del coma
Grecia llega a sus cuartas elecciones en cinco años en tal estado de agotamiento político, económico y social que parece inevitable que el 25-E marque un antes y un después en la historia de un país que ha sufrido una de las peores recesiones que se han producido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Por primera vez en seis años, los datos macroeconómicos indican que el PIB griego ha salido de la recesión, al encadenar tres trimestres en positivo. Sin embargo, el crecimiento es aún muy tenue –un 0,7%, al cierre del tercer trimestre– y nada garantiza que el país no vuelva a caer en el coma o que tarde varias décadas en recuperar el terreno perdido.
Seis años de descensos continuados de su producto interior bruto (PIB), han provocado una contracción desde 2008 de cerca de un 30%. Las consecuencias en la economía real han sido devastadoras: altas cotas de desempleo (25,8%), destrucción de empresas, desplome de los ingresos públicos, desigualdad y pobreza
Uno de los indicadores económicos más dramáticos es el del paro juvenil. Más del 60% de los jóvenes menores de 25 años que buscan empleo, no lo encuentran.
La dificultad para encontrar trabajo está agudizando uno de los rasgos endémicos de la economía helena: la proliferación del mercado negro. De acuerdo con los estudios de varias agencias internacionales, la economía sumergida supera el 30% del PIB, lo que frustra los intentos del Ejecutivo para recuperar los ingresos públicos.
El gobierno saliente (una coalición de populares y socialistas) ha aprobado unosPresupuestos Generales para 2015 sin déficit público, pero basados en unas premisas de crecimiento y recaudación que la troika (FMI, BCE y Comisión Europea) considera demasiado optimistas.
La troika reclama a Atenas nuevos ajustes en gasto público (desde 2010 se ha reducido un 20% el número de funcionarios), así como nuevas reducciones de los salarios para aumentar la competitividad del país.
El Ejecutivo presidido por Antonis Samaras ha logrado restablecer las cuentas y presentar un excedente primario, pero el grado de endeudamiento (el 176% de su PIB) sigue siendo insostenible para la mayoría de analistas.
El año pasado cerró con un déficit nominal de en torno al 1,5%, muy por debajo del límite del 3% establecido por el Pacto de Estabilidad. Grecia logró además un superávit primario (es decir, descontando el pago de la deuda), pero parece dudoso que pueda mantener el ritmo de ajuste seguido hasta ahora, que ha sido el más exigente de toda la zona euro._El plan de rescate exige mantener el ajuste para garantizar una reducción de la deuda de casi 50 puntos porcentuales en los próximo siete años, un escenario que la mayoría de los analistas consideran irrealizable.
“Desde nuestro punto de vista, la deuda griega no es sostenible”, concluye un informe de Royal Bank of Scotland (RBS) publicado esta semana. “Solo las previsiones optimistas de la troika lo consideran posible”, añaden los analistas de RBS.
El plan diseñado por la troika se basa en tasas de crecimiento anuales del 3,5% hasta 2019 y un superávit primario anual del 4,5% hasta 2022. “Muy pocos países desarrollados han logrado esas cifras en los últimos años”, señala RBS. E identifica sólo dos, Canadá y Noruega, cuyas condiciones para lograrlo no parecen comparables a las de Grecia.
A pesar de las dificultades, las agencias de calificación han revisado al alza en los últimos meses el rating de la deuda griega. Atenas incluso logró emitir a largo plazo en abril de 2014, lo que no sucedía desde hacía cuatro ejercicios.
Ese espejismo despistó al gobierno de Samaras, que consideró posible poner fin al rescate a finales del año pasado. El simple anuncio de esa posibilidad disparó la prima de riesgo a niveles similares al peor momento de la crisis y recordó a Atenas que su viacrucis no ha terminado.