Draghi echa un órdago histórico a Alemania
Draghi se garantizó el jueves su paso a la historia económica de Europa con la aprobación de una intervención monetaria sin precedentes en forma de compra masiva de deuda pública y, en menor medida, privada.
Relajado, confiado y hasta sonriente, el italiano echó a volar el helicóptero de los billetes. Presentó “un programa ampliado de compra de activos” que ha resquebrajado la unidad del Consejo de Gobierno del BCE (donde se sientan los gobernadores de los bancos centrales) y que cuenta con el rechazo del Gobierno de Angela Merkel y de gran parte de la opinión pública alemana.
La inyección de capital en la zona euro mediante compra de títulos superará el billón de euros (1,14 billones) y se prolongará hasta finales de septiembre de 2016, a razón de unos 60.000 millones de euros al mes a partir del próximo mes de marzo. Draghi dejó además la puerta abierta a prolongar el plan o aumentar el volumen de compras si la inflación no repunta (desde el -0,2% de diciembre de 2014) hacia el objetivo marcado por el BCE de entorno al 2%.
“Es nuestro plan A, no tenemos otro”, subrayó Draghi tras describir un panorama en el que casi todos los indicadores económicos revisados por el BCE acusan registros históricamente bajos que apuntan hacia una peligrosa deflación.
El presidente del BCE ponía fin así a casi seis meses de debate sobre su idea de poner en marcha la llamada relajación cuantitativa o QE (por quantitative easing, en inglés), una inyección de capital que esbozó por sorpresa el pasado mes de agosto en su discurso en Jackson Hole (EE UU), y que no se explicita en otra cosa que en poner en marcha la máquina de imprimir nuevo dinero.
La propuesta, que reclamaba al mismo tiempo una expansión presupuestaria, desencadenó una tormenta política y académica, sobre todo en Alemania, que ha llegado a poner contras las cuerdas la supervivencia de Draghi al frente del BCE. Por primera vez desde el comienzo de la crisis de deuda, Berlín se ha declarado en contra de una iniciativa del BCE, tras haber apoyado en 2010 y 2012 los dos programas anteriores de compra (SMP y OMT), mucho más limitados y dirigidos a países en dificultades.
Ahora, con una QE masiva y generalizada, tanto la canciller, Angela Merkel, como su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, han martilleado su oposición a lo que interpretan como un rescate encubierto (de Francia e Italia, en particular) a base de inflación.
Merkel reiteró ayer su rechazo durante una intervención en Davos prácticamente simultánea con la rueda de prensa de Draghi en Fráncfort. La canciller insistió en que el BCE no puede intervenir para aligerar la presión de los mercados sobre los países que se resisten a aplicar recortes y ajustes. Pero la apuesta del italiano ya no tenía marcha atrás, tras haber calentado durante las últimas semanas a unos mercados que esperaban, como mínimo, una inyección de medio billón de euros y que recibieron encantados una cifra mucho mayor: 1,14 billones, incluidos los programas de compra de cédulas y ABS que ya se pusieron en marcha el año pasado.
La compra de deuda se aprobó finalmente “por amplia mayoría”, según Draghi, con el previsible rechazo, entre otros, del presidente del Bundesbank (Banco de Alemania). El gobernador del Banco de España, Luis María Linde, no tuvo que pronunciarse porque por primera vez se aplicó el sistema de rotación que solo permite votar a 15 de los 19 países de la zona euro. España recuperará el voto en la próxima cita.
El euro acusó de inmediato el anuncio, con una caída de casi el 1% que, de mantenerse o acentuarse, contribuirá a elevar la inflación como desea el BCE. El Ibex 35 de la Bolsa española cerró por encima de los 10.500 puntos, con una subida del 1,7%. Y la prima de riesgo de la deuda española se mantuvo por debajo de los 100 puntos (el umbral que cruzó en la primavera de 2010 y desencadenó los primeros recortes de gasto público) mientras el bono marcaba un nuevo mínimo histórico.
España veía así los primeros resultados de un plan que le sitúan como uno de los países potencialmente más beneficiados, porque la compra de deuda se hará en función de la cuota de capital de cada socio en el BCE. España cuenta con el 12,6% lo que, en principio, permitiría al BCE comprar más de 6.000 millones de euros de deuda española, o unos 143.000 millones en total.
La victoria de Draghi frente a las tesis alemanas parece clarísima, pero tal vez no definitiva. Aunque los probables recursos judiciales contra el plan por parte de académicos o políticos alemanes no impedirán su puesta en marcha, el enfrentamiento con Berlín puede complicar la segunda parte del mandato del italiano (que expira en 2019). Draghi ha tenido que aceptar, además, que el 80% de la compras de deuda se lleven a cabo a través de los bancos centrales de cada país. Una decisión que el italiano calificó ayer como “fútil”, pero que recuerda a los mercados la creciente desconfianza mutua ente los socios europeos y la intención de Alemania de mantener las cuentas separadas por si llegara el momento de desmantelar la Unión Monetaria. “Es la señal menos positiva”, señala Jonás Fernández, eurodiputado socialista de la Comisión de Asuntos económicos.
Los analistas, por último, dudan de la efectividad de la QE si no va a acompañada de un aumento de la inversión por parte de las administraciones públicas. Y en ese terreno, Merkel dispone de más influencia que Draghi. Berlín se niega a embarcarse en una política expansiva y en 2014 logró el déficit cero, un año antes de lo previsto. La canciller, además, se resiste a que otros países dispongan de más plazo para reducir el déficit, una concesión que solo acepta si a cambio reducen salarios y recortan pensiones.