Cómo puede el plan de Draghi calar en la economía real
Fráncfort es hoy el epicentro del mundo financiero global. El plan masivo de compras de deuda por parte del BCE ya ha puesto en guardia al resto de bancos centrales del mundo y promete condicionar el panorama inversor por largo tiempo. La decisión no tiene precedentes y supondrá una avalancha de liquidez que se acercará a en 1,14 billones de euros. Pero, ¿dónde irá a parar ese dinero? ¿Cómo esas decisiones de política monetaria se traducirán en una mejora de la economía de la zona euro?
El presidente del BCE ha reconocido en repetidas ocasiones que los estímulos aplicados hasta ahora han servido, de forma inequívoca, para estabilizar los mercados financieros pero no han calado en la economía real. En definitiva, la zona euro está atrapada bajo una amenaza de deflación que retrae el consumo, sin que fluya el crédito y con países con tasas de desempleo desorbitadas. La actuación del BCE se hace por tanto inevitable y requiere instrumentos no utilizados hasta ahora, después de que la fórmula clásica de abaratar el precio del dinero haya sido empleada hasta el límite, con los tipos en el 0,05%. Pero un efecto directo e inmediato de la compra masiva de deuda por parte del BCE sobre la concesión de crédito o la creación de empleo es improbable, aunque el quantitative easing allane el camino.
De entrada, “el gran objetivo del QE es luchar contra la deflación y apuntalar las expectativas”, explica José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España. La idea es que una gigante inyección de liquidez genere la confianza suficiente como para creer en el alza de precio de los activos. Y el primer eslabón será la compra de deuda soberana, incluso si su rendimiento es negativo, como ocurre con buena parte de los bonos de mejor rating e incluso en activos a medio plazo, como los bonos alemanes a cinco años. Royal Bank of Scotland calcula que un total de 2 billones de euros de deuda soberana europea cotiza con un rendimiento negativo –lo que supondría pérdidas para el comprador si espera al vencimiento del título–, de los que 1,86 millones son bonos de la Europa no periférica. “El BCE comprará deuda para inyectar liquidez, da igual si la rentabilidad está en negativo. Lo que importa es la evolución del precio”, señala Javier Casal, subdirector de la mesa de deuda de Ahorro Corporación.
Con estas compras, el BCE podrá crear el efecto colateral de dirigir el flujo de la inversión hacia activos con mayor rendimiento y ahí surge la oportunidad para la deuda corporativa que emiten las empresas para financiarse, sin que se descarte que el plan de compras pueda incluir también bonos empresariales. El universo disponible para las compras es sin embargo muy inferior en este tipo de activos, de 674.000 millones de euros en deuda corporativa de la zona euro, según apunta RBS.
La adquisición de deuda corporativa por parte del BCE sería un gran estímulo para la financiación empresarial, aunque su efectividad estaría limitada por lo reducido del mercado. “En EE UU el QE tuvo un efecto directo sobre el crédito porque la mayor parte de la financiación empresarial es a través del mercado de capitales, no de la banca”, puntualiza Martínez Campuzano.
El comodín del BCE para incentivar el crédito bancario a través de las compras de deuda estaría en la adquisición de los bonos que el sector tiene en balance y que acumulan jugosas plusvalías. Con la ganancia por las ventas, el sector tendría mayor margen para asumir nuevos riesgos en la concesión de crédito, aunque las entidades insistan en la necesidad permanente de reforzar capital por las exigencias regulatorias. Solo la banca española tiene 186.340 millones de euros de deuda soberana, el 25,73% del total. La cuantía se ha ido reduciendo después de que precisamente otra medida extraordinaria del BCE –las líneas de liquidez ilimitada LTRO– invitaran al sector a comprar deuda soberana con atractiva rentabilidad. Aun así, la apuesta del BCE para reactivar el crédito está en las líneas TLTRO, condicionadas a dar financiación, que hasta el momento han tenido una acogida menor a la prevista por la institución.
El logro del BCE más claro es la depreciación del euro, que promete prolongarse con el QE para beneficio de las empresas exportadoras. “El QE ofrece un euro más bajo, pero puede fracasar en el impulso al consumo y la inversión, en el crédito y el movimiento de los inversores desde activos libres de riesgo hacia otros más arriesgados”, añade pesimista Royal Bank of Scotland. Como señalan otros agentes de mercado e insiste el BCE, el impulso a la economía vendrá no solo del QE sino también de las políticas nacionales y las reformas estructurales a las que la zona euro ha encomendado el fin de la crisis. El mercado ya ha descontado en gran medida el QE y sin duda recogerá sus efectos. La economía real aún tendrá que esperar.