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Columna
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Defender el rublo, una batalla perdida

Alguien tenía que pagar por el fiasco del rublo a mediados de diciembre. Así que después de las vacaciones de finales de año, la vicepresidenta primera del Banco Central de Rusia, Ksenia Yudayeva, ha sido relevada de sus funciones de política monetaria. Puede que los inversores esperen que Dimitri Tulin, el banquero central que la reemplazará, se comunique de forma más eficaz con los mercados. Incluso así, no puede hacer demasiado. La defensa del rublo es una batalla perdida, y el banco central no puede hacer mucho contra el desplome de los precios del petróleo y las sanciones de Occidente –causas fundamentales de la caída del rublo–.

El banco central ruso aún intenta preservar su independencia del gobierno –una de las últimas instituciones de este tipo que quedan en el régimen del presidente ruso, Vladimir Putin–. Pero la institución tenía que actuar tras haber sido culpada por los legisladores rusos, y de forma oculta por el propio Putin, por su incapacidad para detener la crisis monetaria. El rublo cayó un 38% en 2014 frente a su cesta de referencia de dólar/euro y ya se ha depreciado un 12% desde el comienzo del año.

El Banco Central de Rusia no logró explicar su política monetaria de forma adecuada

El Banco Central de Rusia no logró explicar su política correctamente. La repentina caída del precio del petróleo desde septiembre pilló al banco central por sorpresa y se sumó a los problemas graves que la divisa sufría desde que las sanciones europeas golpearon a Rusia tras la crisis de Ucrania. El tipo de interés de referencia se elevó del 8% al 9,5% en noviembre, después al 10,5% a principios de diciembre, y finalmente a un nivel sin precedentes del 17% el 15 de diciembre. Mientras tanto, se seguía proporcionando una amplia liquidez al sector bancario, enviando una señal contradictoria. Los mercados perdieron la fe en su capacidad para gestionar la moneda, que siguió cayendo.

Puede que los críticos argumenten que la subida de tipos de noviembre fue demasiado pequeña, y la de mediados de diciembre demasiado dramática. Eso puede deberse a que en el calor de la crisis, el banco central se negó a elegir entre dos objetivos en conflicto –la defensa del rublo y la protección de la economía, que se estancó el año pasado y se contraerá severamente en 2015–. Fracasó en ambos, pero eso no debería oscurecer el hecho básico de que abordar las causas de la debacle del rublo va mucho más allá de la capacidad del banco central –independientemente de quién esté a cargo–.

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