Conservas que dan la lata
Nuevas máquinas, nueva cara y vuelta al éxito. La industria de conservas de pescado de Portugal ha hecho suya la máxima de “renovarse o morir” y ha conseguido renacer en plena época de crisis.
Con más de 150 años de historia a sus espaldas, el sector conservero supo identificar cuándo era necesario un cambio y no dudó en modernizar sus fábricas, buscar nuevos productos, transformar su imagen y apuntar hacia nuevos nichos de mercado, como el negocio gourmet.
Tras este lavado de cara, el rostro actual de la industria conservera portuguesa es muy diferente al que tenía en su momento de mayor auge, durante la Primera Guerra Mundial.
Por aquel entonces, la necesidad de proveer a los soldados en el campo de batalla con alimentos que se mantuvieran en buen estado durante largo tiempo multiplicó las ventas y cualquier sitio era aprovechado para abrir una fábrica de conservas.
En 1918 llegaron a existir en Portugal 223 factorías que producían pescado enlatado. Casi un siglo después apenas quedan 21 fábricas, pero el negocio está volviendo a despegar.
La última de esas 21 fábricas fue inaugurada el año pasado por Freitas Mar en Olhao, al sur de Portugal, un complejo con tecnología puntera en el que se invirtieron 5,5 millones de euros.
Desde estas factorías, las conservas portuguesas se exportan y llegan a casi todos los rincones del mundo.
“Exportamos a más de 70 países”, explica en declaraciones a Efe Castro e Melo, secretario general de la Asociación Nacional de Industriales de las Conservas de Pescado (ANICP).
Francia, Reino Unido, Italia, Angola y Venezuela son algunos de esos destinos. Curiosamente, Portugal apenas exporta a España, pese a que las conservas españolas están muy presentes en los supermercados lusos.
Esta industria ha estado orientada a la exportación desde su fundación, “tal vez porque, según reza la historia, la primera fábrica de conservas de sardina en Portugal fue construida por un francés de la Bretaña”, explica Castro e Melo.
El 65 % de las 80.000 toneladas de pescado en conserva que produjo Portugal en 2013 se dedicó a la exportación, lo que generó un volumen de 218 millones de euros, casi un 18 % más que en 2012.
Más de una tercera parte de ese montante procede de la venta de sardinas, la reina de las conservas portuguesas.
Y aunque se mantiene la producción de conservas tradicionales, en los últimos años se han promocionado productos más sofisticados, como el atún con pepinillos o los huevos de sardina, conocidos como el “caviar portugués”.
Las conservas portuguesas han pasado a venderse como un producto gourmet, contribuyendo a acabar con la idea de que son un alimento de segunda clase al que acudir cuando no queda nada en la despensa.
“Hoy en día, el consumidor está muy preocupado por su salud y las conservas son un producto natural, sin colorantes ni conservantes, de gran duración y con precios relativamente accesibles”, defiende Castro e Melo.
La ANICP puso en marcha hace un año la Loja das Conservas (“la tienda de las conservas“), una establecimiento situado en Lisboa que aúna a 17 empresas lusas y que refleja esa concepción gourmet del producto.
Dominada por una enorme pintura de una antigua fábrica, la tienda ofrece a locales y turistas las mejores conservas del país, que visten las paredes del establecimiento en latas de vivos colores.
El éxito del proyecto llevó a la Loja das Conservas a abrir recientemente su propio rincón en una tienda de París.
Pero el negocio conservero gourmet no solo llegó a los puntos de venta de conservas, también está en el mundo de la cocina.
“Los grandes chefs tomaron las conservas y comenzaron a preparar auténticos manjares, lo que demuestra bien la enorme versatilidad de estos productos”, señala Castro e Melo.
Un ejemplo de ello está a apenas diez minutos de la Loja das Conservas, en la famosa Plaza del Comercio, donde en 2012 abrió sus puertas “Can the Can”.
Este restaurante presenta un concepto único en el mundo: basa su cocina en la utilización de las conservas portuguesas para elaborar platos de lo más sofisticados.
“Tenemos consumidores más exigentes, que saben lo que quieren, y por eso la industria tuvo que acompañar las exigencias del mercado”, dice Castro e Melo, que guarda plena confianza en el futuro del sector porque Portugal tiene lo más importante: la materia prima y más de 150 años de experiencia