Leica, la leyenda de la fotografía cumple un siglo de historia
Leica es una leyenda en el mundo de la fotografía. Marca preferida de artistas como Henri Cartier-Bresson, algunas de las instantáneas más icónicas jamás tomadas con los productos de este fabricante alemán son Muerte de un miliciano, que Robert Capa tomó en 1936; el retrato del líder revolucionario Che Guevara, que Alberto Korda capturó en 1960, o las instantáneas de Jim Marshall, fotógrafo de las estrellas del rock. Entre ellas la de Janis Joplin en su apartamento en Lyon Street, San Francisco, California, de 1968.
Para encontrar los orígenes de esta legendaria cámara hay que remontarse a 1914. Oskar Barnack, jefe del departamento de óptica de Ernst Leitz, compañía alemana dedicada a la fabricación de binoculares, construyó una cámara que no necesitaba un trípode para sostenerse y empleaba un formato de película de 35 mm. Se trataba de un aficionado a las películas y a la fotografía, un gusto que, dada la tecnología disponible en la época, implicaba cargar con equipos pesados. “Barnack pensó que la mejor manera de aligerar la cámara pasaba por emplear un filme como los usados en el cine, de 35 mm”, explican fuentes de la empresa. El resultado fue la Leica, o cámara ligera en alemán.
La Primera Guerra Mundial y la recesión económica que sufrió posteriormente la economía alemana retrasaron la aparición de la cámara. Sin embargo, la máquina hizo furor en cuanto Leitz empezó a comercializarla, en 1924, gracias a su pequeño tamaño y a su silencioso diseño. Leitz siguió desarrollando nuevas versiones en los años venideros. Uno de los modelos más icónicos fue el M3, comercializado en 1954. Su lente montada en bayoneta permitió que los fotógrafos capturaran imágenes con mucha más rapidez, al necesitar menos exposición.
Los avances incorporados en las décadas posteriores fueron igualmente espectaculares. Por ejemplo, las cámaras de la serie SL fueron las primeras con un sistema de medición selectiva a través de la lente. Gracias a esta innovación, los fotógrafos podían concentrar el foco en el centro de la imagen. Y en 1989 la empresa puso un pie en el mercado de las cámaras compactas con el lanzamiento de la AF-C1. A diferencia de los modelos anteriores, su lente estaba integrada al cuerpo del aparato. Al tiempo que la tecnología mejoraba, la compañía crecía. En 1952 abrió una factoría en Canadá y en 1973 inauguró otra instalación en Vila Nova de Famalicao, en Portugal. Catorce años después, la fusión con la firma Wild Heerbrugg AG dio lugar a la formación del grupo Wild Leitz, con 9.000 empleados. Y en 1990 se fusionó con la Cambridge Instrument Company. La nueva empresa pasó a llamarse Leica Holding BV.
Sin embargo, esta historia de éxito se vio interrumpida con la llegada de la fotografía digital. En 1996 la compañía, bautizada Leica AG, comenzó a cotizar en Bolsa y presentó la primera cámara cuyas instantáneas se podían descargar al ordenador, la Leica S1. Pero este modelo no triunfó. “La empresa tuvo grandes dificultades para dominar la fotografía digital. Se trataba de una tecnología poco desarrollada cuando empezamos a comercializar este tipo de cámaras. Las imágenes que se podían obtener tenían una calidad mucho menor de lo que solicitaban nuestros clientes”, aseguran desde la compañía.
Además, era necesario invertir grandes sumas de dinero para desarrollar esta tecnología. Como resultado, el paso de la empresa por la fotografía digital fue una travesía por el desierto y en 2004 la firma sufrió 18 millones de euros en pérdidas. Fue entonces cuando Andreas Kauffman, director del fondo de inversiónAustrian Capital Management, adquirió varias acciones de la compañía, hasta llegar al 97% en 2006. Dos años después, el fondo de inversión Blackstone se hizo con el 45% del negocio, quedando el porcentaje restante a cargo de Kauffman.
Los cambios en la propiedad de Leica permitieron que el negocio resucitara y la dirección dispusiera de los fondos y el tiempo necesario para invertir en el desarrollo de nuevos productos. Y, sobre todo, para enfrentarse al reto de dominar la fotografía digital. Fruto de este nuevo enfoque nació la M8. Se trataba de la primera cámara digital con la que era posible tomar fotos de gran calidad. Para desarrollarla, la compañía invirtió el 20% de la facturación durante dos años. En 2006 esta alcanzaba los 100 millones de euros. El éxito no tardó en llegar. Cuatro años más tarde, la facturación alcanzó los 258,8 millones de euros, con un ebit de 41,6 millones. Y las últimas innovaciones de la firma, como la M Monochrom, la primera cámara digital que toma únicamente imágenes en blanco y negro, auguran un futuro brillante para los amantes de la fotografía.
Cámaras por 24.000 euros
Las Leica son un objeto de culto entre los fotoperiodistas, que representan el 25% de los clientes, según fuentes de la compañía. Aunque también son un artículo atractivo para los aficionados a las instantáneas. La empresa fabrica cinco gamas de productos, las series T, M, S, X y las cámaras compactas. El primer y el segundo grupo incluyen, junto con los modelos compactos, las cámaras más sencillas de usar. Finalmente, las máquinas de la serie S y X son las que ofrecen las mejores prestaciones. Se trata de cámaras para profesionales, dotadas de sensores muy potentes, que permiten tomar fotos de muy alta resolución.
El precio de cada cámara es distinto en función de sus prestaciones. En los modelos compactos, la lente está integrada en el cuerpo de la máquina, a diferencia del resto. Se trata de las más baratas, cuyo precio ronda los 600 euros. Más allá, varía sustancialmente: de los 3.000 euros de la gama T a los 24.000 que puede llegar a costar el sistema S. La clave del importe reside en los componentes de la cámara. Por ejemplo, el precio de la lente del citado modelo puede ascender a los 9.400 euros. En el caso de los aparatos más recientes de la serie M, que superan los 6.000 euros, las lentes pueden alcanzar este mismo precio.