Con voz propia y propuestas concretas
Celebramos hoy la gala de los I Premios CEPYME, que reúnen esta tarde a cientos de empresarios en Madrid, en justo homenaje a los más de seis millones de pequeños y medianos empresarios y autónomos que han logrado superar los embates de la compleja crisis económica y financiera que hemos padecido. Y en recuerdo, también, a los 650.000 empresarios y autónomos que lamentablemente no lo han conseguido.
Este acto tiene lugar a escasas semanas de culminar el primer ejercicio de la recuperación económica, en un escenario en el que los pequeños y medianos empresarios seguimos percibiendo señales contradictorias, que invitan a la esperanza e inducen un cierto desasosiego.
Parece evidente que la intensidad de la recuperación macro pierde fuerza cuando se mide su impacto en la economía real, en el día a día de la actividad que protagonizan más del 99% de las empresas españolas.
El indicador más fiel de esta situación es, sin duda, la lenta recuperación del empleo, que constituye la cara más dramática de esta prolongada crisis, solo comparable –en mi opinión– con la tragedia personal y familiar que causa la desaparición de una empresa.
El futuro es esperanzador, por supuesto. Sin embargo, la velocidad con la que viajamos hacia ese futuro no acaba de alcanzar el ritmo deseado. El tejido pyme sigue en una situación de enorme debilidad y, en consecuencia, sin capacidad para desarrollar todo su potencial en términos de valor añadido y de empleo.
De hecho, si se analiza la evolución de los datos del Registro de Empresas de la Seguridad Social (empresas con empleados) durante los diez primeros meses de este año, se podrá observar que ha vuelto a disminuir el número neto de empresas, aunque se ha incrementado ligeramente el volumen de empleo. Y, además, también se puede apreciar una evolución distinta de las empresas en función de su tamaño.
Así, aunque el saldo neto del número total de empresas se reduce en 4.500 entre enero y octubre, esta cifra se vincula única y exclusivamente a las microempresas (1 a 9 empleados), mientras que las pequeñas y medianas (10 a 250) aumentan en 1.400, así como las grandes (más de 250 empleados), a las que se han incorporado un centenar más.
Es decir, en este periodo se ha producido un deslizamiento negativo en el segmento de las micro, entre las cuales más de 4.500 –en términos netos– han perdido todos sus empleados o han desaparecido, mientras que otras 1.400 han reforzado sus plantillas y ya forman parte del amplio grupo de las pequeñas y medianas. Y un centenar de empresas más han pasado de ser medianas para llegar a convertirse en grandes empresas.
Desde el punto de vista del empleo también ofrece aspectos de interés. Por ejemplo, que la reducción del número de empresas micro ha representado un descenso de 31.360 empleos, mientras que el incremento de pymes ha permitido ampliar las plantillas en más de 113.300 trabajadores, 45.500 más que en el selecto club de las empresas grandes.
Sin ánimo de ser exhaustivo, sirvan estos datos para recordar que la crisis no se ha superado aún en la extensa llanura de las pymes. Y que al diseñar medidas de impulso a la actividad es preciso distinguir aquellas que más convienen a los autónomos, a las micro, a las pymes y a las más grandes.
Por lo tanto, creo que no caben aún celebraciones, sino que es el momento de retomar el espíritu reformista de los primeros años de la legislatura y de plantear nuevas iniciativas. Por ejemplo, un nuevo avance en la reforma fiscal ya aprobada, que atienda y colabore realmente con el fortalecimiento de las empresas de menor dimensión; o una inmediata rebaja de las cargas sociales, así como políticas de estímulo a la inversión, a la innovación y a la internacionalización... Un amplio índice medidas sobre las que CEPYME tiene voz propia y propuestas concretas.
Antonio Garamendi Lecanda es presidente de CEPYME.