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Este tipo de acumuladores alimentan los contadores eléctricos y de agua

‘Philae’ llegó al cometa con la pila de un ‘walkman’

La sonda Philae, sobre el cometa. ESA
La sonda Philae, sobre el cometa. ESA

Veintiuna letras y dos números hicieron historia dentro de la historia espacial el pasado 12 de noviembre: 67P/Churyumov-Gerasimenko, el cometa situado a 510 millones de kilómetros de distancia de la Tierra sobre el que aterrizó la sonda Philae. La misión de la Agencia Espacial Europea (ESA) es un hito por ser la primera vez que una nave, Rosetta, se posa sobre el núcleo de un cuerpo celeste.

La euforia por el éxito de la proeza, tras diez años viajando hasta llegar allí y una inversión de 1.400 millones de euros, también se ha vivido en la sede del fabricante de baterías Saft, en París. ¿Y qué tiene que ver esta gigantesca multinacional con una misión en el espacio? Sus acumuladores de litio primario, que para hacerse una idea son como enormes pilas alcalinas, han llevado a Philae hasta su destino.

Como comenta Javier Sánchez, responsable comercial de la división de espacio y defensa de la compañía, “gracias a las baterías secundarias, que la sonda lleva en los paneles solares, se podrán recoger datos científicos. Pero la responsabilidad de los acumuladores primarios ha sido dar la energía vital para cumplir la misión. Ya no tienen nada, están agotados, pero gracias a ellos se ha podido cumplir la misión en un 80%”.

La batería LSH20, como en Saft llaman a su acumulador de litio primario, “es como la de un walkman”, traduce Sánchez. La compañía la fabricó para la Agencia Espacial Europea y la misión Rosetta en 1999, y 15 años después es la que alimenta los sensores de los aparcamientos, contadores eléctricos, de agua, estaciones de medición de los niveles de contaminación en el aire o el ruido. “Algo que se hizo para el espacio se ha convertido en millones de celdas fabricadas cada año para la industria”, incide el técnico del fabricante. De la investigación sobre este litio primario se ha llegado en estos años hasta otra tecnología, el ion-litio, que hoy llevan, por ejemplo, las baterías recargables de los coches eléctricos.

Con Philae, el plan era que la sonda llegara al cometa y fuera capaz de funcionar con las baterías primarias durante 60 horas. Al cabo de esos dos días y medio y aterrizada en un lugar donde recibiera radiación solar suficiente, recargaría sus paneles fotovoltaicos para empezar a recabar información a través de los 18 instrumentos científicos que lleva a bordo. Pero la escasa gravedad del cometa, donde Philae ya no pesa 100 kilos como en la Tierra, sino apenas un gramo, hizo que el módulo rebotara hacia atrás, empujándola más de un kilómetro hasta una zona de sombra. Como describió 30 minutos después de la señal de aterrizaje Stephan Ulamec, director de aterrizaje del Centro Aeroespacial Alemán (DLR, Deutsches Zentrum für Luft- und Raumfahrt):“A lo mejor no hemos aterrizado una vez, sino dos. Hemos tenido fluctuaciones con las comunicaciones y con el suministro de energía. Nuestra interpretación es que, tal vez, el Philae ha rebotado al tener contacto con el suelo. Eso son dos aterrizajes”.

Los científicos reaccionaron al imprevisto girando levemente la sonda para orientarla hacia la radiación solar. Cuando el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko esté más cerca del Sol, los paneles recibirán más iluminación. Ahora la dejarán dormir hasta que recargue sus baterías y pueda encender sus instrumentos científicos.

Pero antes de agotar completamente sus baterías, y como se felicitó Stephan Ulamec, responsable de Philae: “La sonda ha sido capaz de transmitir todos los datos adquiridos durante la denominada primera secuencia de ciencia. Esta máquina ha funcionado magníficamente en condiciones durísimas y podemos estar muy orgullosos del increíble éxito científico que la Philae ha generado”.

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