Recuperación económica y sector exterior
En sus últimas perspectivas de la economía mundial, publicadas en octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) revisaba al alza el crecimiento económico de España, aunque alertaba de un deterioro de la zona euro, y en particular de nuestros principales socios comerciales. Ello nos lleva a analizar la relación entre la recuperación y el sector exterior. Nadie duda de que el sector exterior haya sido el motor que ha impulsado la economía española a una recuperación económica que ya parece asentarse. No obstante, las últimas estadísticas de comercio exterior, que abarcan hasta el mes de agosto, evidencian que, paralelamente a la progresiva mejora de la demanda interna, se está produciendo cierta desaceleración en las exportaciones.
Según datos publicados hace unos días por el Banco de España, el PIB creció un 1,6% interanual en el tercer trimestre del año y completa cinco trimestres de crecimiento ininterrumpido en términos intertrimestrales. Una realidad que ha hecho que las principales instituciones económicas nacionales e internacionales sitúen sus previsiones de crecimiento para la economía española entre el 1,1% y el 1,3% para 2014; y entre el 1,7% y el 2,3% para 2015.
El sector exterior ha sido el principal artífice de esta incipiente recuperación. Su contribución positiva durante la recesión fue clave para evitar una crisis aún más dura y para reconducir la economía española a tasas positivas de crecimiento económico. Sin embargo, en los últimos meses se observa un cambio de patrón: la demanda interna vuelve a sumar y la demanda externa empieza a restar (con contribuciones al crecimiento intertrimestral de -0,7pp en el primer trimestre; 0,0pp en el segundo y -0,1pp en el tercero).
Por tanto, la coyuntura actual evidencia, por un lado, la reactivación de una demanda interna que, tras años de negativa evolución, vuelve a repuntar en sus dos principales componentes: el consumo privado y la formación bruta de capital. El consumo privado registra seis trimestres consecutivos de crecimiento intertrimestral, alcanzando un 0,5% en el tercer trimestre. Destaca en este ámbito la positiva evolución del sector automóvil, con incrementos en ventas del 17,2% interanual entre enero y septiembre de 2014, según datos de ANFAC. Por otro lado, en el tercer trimestre de 2014 se ha registrado un crecimiento de la formación bruta de capital del 1,5% intertrimestral, confirmándose la tendencia positiva de los últimos meses.
Por otro lado, en relación con el sector exterior, se observa una considerable desaceleración en las exportaciones de bienes, aumentando un 0,9% interanual en los ocho primeros meses del año, en contraste con los años anteriores (6,6% en 2013; 4,7% en 2012; 18,6% en 2011; y 16,1% en 2010). Por su parte, las importaciones de bienes, tras dos años de caída, han registrado un crecimiento del 5,8%. La evolución reciente de unas y otras tiene una evidente consecuencia macroeconómica negativa: el saldo de la balanza de pagos por cuenta corriente y de capital ha pasado de un superávit en torno al 2% del PIB en 2013 a un déficit del 0,1% en enero-agosto de 2014; es decir, la economía española vuelve a necesitar financiación del exterior.
Del análisis de las importaciones de los primeros ocho meses del año, se desprende que su crecimiento se debe en gran medida a la reactivación de la demanda interna. Desde el punto de vista del consumo, destaca, por un lado, el crecimiento de las compras al exterior de manufacturas de consumo (14,7%) y, por otro, el incremento del 21% en las importaciones del sector de automoción, el cual es un claro ejemplo de comercio intraindustrial, como refleja el 11,4% que alcanza en la cuota del total de las exportaciones. Desde el lado de la inversión, las cifras registradas en las compras de bienes de equipo (10,1%), representan un claro indicio de un mayor dinamismo de la capacidad productiva de las empresas, y por ende de su futuro crecimiento.
Por su parte, la ralentización de las exportaciones puede explicarse por una conjunción de factores macro y microeconómicos. En el ámbito macroeconómico, el euro ha registrado en los primeros meses de 2014 una tendencia alcista en sintonía con su evolución en los últimos años. Las empresas españolas han hecho importantes esfuerzos para compensar esta apreciación con un ajuste mayor de sus costes y precios; pero, como es lógico, este ajuste tiene un límite y desde el segundo trimestre de 2013 no ha sido suficiente para contrarrestar el efecto de un euro fuerte, lo que se ha traducido en una pérdida neta de competitividad (apreciación del tipo de cambio efectivo en términos reales). Afortunadamente, desde finales de mayo se está produciendo una significativa depreciación del euro, que podría tener un efecto positivo en las exportaciones.
La coyuntura económica en las potencias de la Eurozona, principales socios comerciales de las empresas españolas, también afecta negativamente a las exportaciones: Francia sigue estancada y Alemania e Italia registraron en el segundo trimestre de 2014 un descenso del PIB de dos décimas en términos intertrimestrales. Asimismo, los países emergentes están creciendo a menor ritmo de lo esperado. Y en conexión con todo lo anterior, no hay que olvidar las tensiones geopolíticas en Oriente Medio y Ucrania, cuyos efectos colaterales ya están sufriendo las empresas españolas.
En el ámbito microeconómico, hay que destacar que la salida al exterior de muchas empresas españolas durante la recesión se hizo sin la adecuada planificación, como reacción a la contracción de la demanda interna. Muestra de ello es que sólo el 27% de las empresas que exportaron en 2013 eran exportadoras regulares (empresas que exportan durante cuatro años consecutivos), cuando en 2009 este porcentaje era del 39%. Este tipo de empresas, que conciben la internacionalización en términos coyunturales y no estratégicos, son proclives a abandonar la actividad internacional cuando la demanda interna vuelve a crecer, como ya está sucediendo.
Ante esta coyuntura actual del sector exterior, conviene recordar una de las principales lecciones que ha dejado la dura recesión: la importancia de la internacionalización como estrategia empresarial. En efecto, aquellas empresas españolas que afrontaron la crisis con una actividad internacional consolidada, con la diversificación de riesgos que ello implica, han sufrido mucho menos sus efectos e incluso han aprovechado nuevas oportunidades. Muchas de estas empresas fueron en su momento pymes que, a través de una actividad exportadora regular, crecieron paulatinamente y consolidaron con inversiones en el exterior su actividad internacional, hasta erigirse en algunos casos en multinacionales de éxito. En este sentido, cabe destacar que, pese a la mencionada ralentización de las exportaciones, las inversiones españolas en el exterior han experimentado un significativo crecimiento en términos netos (cercano al 60%) en los ocho primeros meses de 2014, según datos del Banco de España. En definitiva, la recuperación no puede llevar a las empresas españolas a relajarse en su internacionalización, un proceso prácticamente inevitable en un entorno globalizado como el actual. Todos los agentes involucrados estamos a tiempo de que los importantes hitos logrados recientemente —resumidos en el histórico superávit por cuenta corriente alcanzado en 2013 partiendo de un déficit del 10% del PIB en 2009— no caigan en saco roto. Y para ello la internacionalización ha de pasar de ser un componente contracíclico de la economía española a ser un componente estratégico, ajeno a los ciclos.
Para ello, resulta esencial contar con una adecuada planificación del proceso de internacionalización, un estricto análisis de los riesgos políticos, legales y comerciales, una eficiente estructuración financiera y fiscal y, por supuesto, un buen asesoramiento local del mercado o mercados a los que se pretende abordar.
Antonio Hernández es socio de KPMG en España.