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Tribuna
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Nuestros estudiantes quieren una 'tablet'

A finales de septiembre, los Presupuestos Generales del Estado para 2015 entraron en el Congreso para su aprobación. La antesala de su votación resulta el momento idóneo para recordar las palabras de la secretaria de Estado de Presupuestos, Marta Fernández, el pasado junio, cuando anunciaba que los Presupuestos previstos para 2015 contendrían un claro compromiso con la recuperación económica, la creación de empleo y la protección social.

Dentro del paraguas de protección social se incluye la educación, una asignatura pendiente según los últimos datos del informe PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes), que apunta que los conocimientos de nuestros estudiantes están por debajo de la media europea. Observando los resultados del colectivo estudiantil, deberíamos pensar en fortalecer nuestro compromiso con la educación. Durante 2014, el gasto público en educación ha supuesto un 4,36% del producto interior bruto, estando la media europea en un 5,25%. Desde 2009, este porcentaje ha ido descendiendo de manera que el capital otorgado al gasto público educativo ha acabado reduciéndose en 7.000 millones de euros. El 2015 podría ser el momento idóneo para empezar a repensar la posibilidad de invertir esta tendencia. Queremos una sociedad comprometida pero no deberíamos extrañarnos al observar que nuestros ciudadanos son cada vez menos participativos. Según datos del pasado mes de febrero, más de un 51% de los jóvenes de entre 18 y 30 años no tienen intención de visitar los colegios electorales en breve plazo. Pero, ¿cómo esperamos crear ciudadanos responsables que participen en la sociedad sin invertir en su formación?

Nelson Mandela describió la educación como el motor de la sociedad. Si dejamos de invertir en combustible es normal que el vehículo no reaccione. Cuando todo el escenario social aumenta su inversión en innovación y mira hacia el futuro, la educación, nuestro motor para caminar, también debería hacerlo. Dicho de otro modo, en la era de los teléfonos inteligentes, las redes sociales, los PC, las cámaras digitales, las pizarras y los proyectores interactivos, en la mayoría de nuestras universidades sigue habiendo pizarras verdes. La duda surge inevitablemente: ¿cómo aprender en la sociedad de la información sin disponer de las herramientas que la caracterizan?

En los últimos años se ha comprobado que el uso de los multimedia mejora el aprendizaje. Gracias a la tecnología, el alumno gana en autonomía y aumenta su participación, ya que esta fomenta los trabajos en grupo, las discusiones colectivas y los debates. La sociedad ha cambiado, la forma de educar también debe cambiar.

Con la tecnología, el alumno se convierte en el principal actor del proceso de aprendizaje, marca el ritmo y satisface él mismo su curiosidad. Deja de ser espectador para empezar a ser protagonista. Por otra parte, en un mercado laboral propio de una sociedad 3.0, la formación en las aulas no puede quedarse al margen de las demandas de las empresas. Quizás, esta falta de adaptación sea uno de las responsables de que, según las recientes conclusiones de la OCDE sobre el panorama de la educación y las perspectivas para España, la tasa de paro entre jóvenes con educación de ciclo superior en España triplique la media. Si nuestros alumnos no se familiarizan en las aulas con los proyectores interactivos, las redes sociales y los aparatos tecnológicos, no podemos pretender que se conviertan en trabajadores competentes que los utilicen de forma óptima en su actividad laboral. No podemos exigir a nuestros jóvenes que acudan a las urnas, aprueben el examen PISA o sean parte de nuestra sociedad activa si el gasto público en educación no empieza a aumentar.

No se trata de invertir en electrónica, se trata de invertir en sociedad. Si invertimos en multimedia, crearemos ciudadanos más participativos que se sientan parte de nuestra sociedad y se comprometan con ella. Tal y como apuntaba Benjamin Franklin, famoso político, científico e inventor estadounidense: “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”. Involucremos a nuestros alumnos para que aprendan y si para ello tenemos que invertir, invirtamos. Deberíamos recordar que no se trata de un capricho, se trata de comprar combustible para que el motor siga funcionando y podamos seguir caminando hacia el futuro. Dicho de otra manera, nuestros 350 diputados ya toman sus notas en una tablet, nuestros estudiantes también se merecen una.

 Ernest Quingles es Presidente y ‘Managing Director’ de Epson Ibérica

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