La política invertida de Estados Unidos
Las modificaciones del presidente Barack Obama a las normas sobre inversiones solo aumentan la necesidad de una verdadera reforma del código tributario de Estados Unidos. El Tesoro anunció el lunes medidas para evitar que las compañías adquieran empresas extranjeras para reducir sus impuestos. En parte funcionará, pero pondrá al descubierto el fracaso de los legisladores de Washington para hacer cambios más amplios al incómodo régimen del país.
Una serie de ofertas de inversión –y tal vez sobre todo la de Pfizer por AstraZeneca en Reino Unido– ha generado la ira de todo el espectro político de Estados Unidos. Sin embargo, los incentivos son claros. Aunque muchas empresas pagan menos, la tasa superior del Impuesto sobre Sociedades en el país, en alrededor del 39%, es la más alta entre los países desarrollados y está muy por encima de la media de la OCDE del 25%, según Tax Foundation.
Por otra parte, las empresas estadounidenses pagan impuestos por cualquier ingreso que repatrien. La mayoría de los gobiernos de países ricos gravan únicamente el beneficio local. El enfoque del tío Sam implica que los beneficios en el extranjero están atrapados allí a no ser que las empresas estén dispuestas a pagar el impuesto.
Los beneficios de las empresas de EE UU en el extranjero están atrapados allí a no ser que paguen el impuesto
El Tesoro está utilizando sus poderes ejecutivos limitados para dirigirse a parte de ellos. Los cambios harían algunas inversiones menos atractivas. Pero seguir machacándolas puede, al final, simplemente llevar a que las compañías estadounidenses se vendan a sí mismas en lugar de comprar a sus rivales extranjeros. Los incentivos solo cambiarán si el tipo impositivo marginal disminuye y el régimen general no deja a las empresas estadounidenses en desventaja.
Obama tiene derecho a solicitar correcciones parciales a corto plazo, pero también pierde la oportunidad de utilizar las inversiones para fomentar una reforma sustancial. Los republicanos han propuesto cambios más amplios, pero ambas partes en el Congreso están permitiendo que las divisiones partidistas habituales sobre si los ingresos fiscales deberían subir o no se interpongan en el camino. Ese estancamiento implica que las inversiones no desaparecerán.