Merkel deja en manos de la UE un mayor margen de déficit a Francia
La inusual reunión entre la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro francés, Manuel Valls, culminó con un avance sustancial en la pugna que mantienen París y Berlín por la aplicación de la austeridad en el gasto. Merkel se comprometió a respetar la opinión de la Comisión Europea sobre los Presupuestos de Francia, siempre que esta incluya una flexibilización de los objetivos de déficit.
Cada uno de los 28 miembros de la Unión Europea presentan sus cuentas públicas en el mes de septiembre y posteriormente éstas son escrutadas por los técnicos de la Comisión Europea, que en torno a la primera semana de noviembre emiten un juicio con recomendaciones sobre los presupuestos. Un diagnóstico que puede ser más o menos vinculante en función del cumplimiento de los objetivos de crecimiento y consolidación fiscal fijados para cada país miembro.
Para la revisión de los presupuestos de este año, todos los ojos están puestos sobre la economía francesa, que ya ha sido bautizada como el nuevo enfermo de la zona euro. Las previsiones de la Comisión Europea así lo avalan. Bruselas prevé que Francia tendrá un crecimiento menor que el resto de grandes países de la zona euro y que será el único que, lejos de mejorar las cifras de déficit, las empeorará. De hecho, el Ejecutivo presidido por François Hollande ha pedido dos años adicionales para llevar el déficit por debajo del 3%, algo que en principio estaba previsto que sucedería en 2015.
Por lo tanto, la primera reunión de Valls y Merkel era una buena prueba de fuego para conocer si Francia aceleraría las reformas para conseguir una relajación del objetivo de déficit o si Alemania estaría dispuesta a rebajar las políticas de recorte de gasto que exige como contraprestación. Ambos mandatarios comparecieron ayer al mediodía y dejaron claro que no cederán en la parte central de sus pretensiones, aunque se mostraron dispuestos a hacer algunas concesiones.
La canciller alemana, Angela Merkel, se mostró “impresionada” por el “exigente y ambicioso” paquete de reformas que le presentó el primer ministro francés, Manuel Valls, pero reiteró su apuesta por el Pacto de Estabilidad europeo ante sus propuestas de mayor flexibilidad e inversiones. Por su parte, Valls rechazó que Francia fuera el nuevo enfermo de la zona euro y negó que hubiera viajado a Berlín para pedir indulgencia. “He venido a convencer de que cumplirá sus compromisos y a instar a Berlín a asumir también su responsabilidad ante la situación que atraviesa la zona euro. A Alemania le interesa que nuestras reformas tengan éxito y a Francia le interesa que Alemania tire del crecimiento en Europa”, advirtió el primer ministro francés en clara alusión al impacto que tendría en la debilitada economía europea una prolongación del estancamiento de Francia, la segunda mayor de Europa y la quinta más exportadora del mundo. De hecho, los ministros del G-20 reunidos este fin de semana en Australia ya advirtieron del riesgo de una tercera recesión en la zona euro.
Francia y Alemania se mostraron partidarios de rehacer el eje franco alemán para evitar una nueva recesión
En este contexto, el asidero al que se quiere agarrar la economía francesa es un margen adicional de dos años para llevar el déficit por debajo del 3% en 2017 y así disponer de recursos para incentivar el consumo de los hogares y la inversión. Merkel recordó la necesidad de respetar los acuerdos alcanzados entre los socios comunitarios, las medidas de flexibilidad que incluye el Pacto de Estabilidad y, sobre todo, se comprometió a respetar la opinión que emita la Comisión Europea cuando analice las cuentas de Francia. Se trata de la puerta abierta que esperaba el Gobierno galo para que en las próximas reuniones de jefes de Estado y ministros de Economía eleven la presión a Bruselas para que acepte una flexiblización del déficit sin que Alemania tenga que hacer una declaración pública rectificando sus posiciones en materia de austeridad.
Consciente de la oportunidad que se le brindaba, Valls lanzó un mensaje directo a la población de Alemania, a su clase política y a sus medios de comunicación. “Comprendo la desconfianza y las dudas que puede suscitar Francia, pero garantizo que cumplirá su programa, a pesar de las dificultades; y que pondrá en marcha las reformas que han sido postergadas durante años”, remarcó en la conferencia de prensa posterior al encuentro. Tras rechazar que Francia fuera la nueva enferma de la zona euro, Valls defendió su programa de inversiones para relanzar la competitividad de la industria, los recortes previstos en el gasto y el calendario de las reformas estructurales, al tiempo que instó a Alemania a asumir también su papel en favor del crecimiento. En este punto, Merkel se mostró dispuesta a hacer concesiones, siempre que la prioridad sea la consolidación de las finanzas públicas en la eurozona con el fin de recuperar la confianza y la credibilidad. “El crecimiento no se consigue siempre gastando más dinero público, sino aplicando las reformas adecuadas”, subrayó.
Otro punto de coincidencia entre ambos mandatarios fue la necesidad de recomponer el eje franco-alemán, muy deteriorado por la distancia que separa a París y Berlín en los objetivos de consolidación fiscal y en la velocidad de las reformas. Tanto Valls con Merkel coincidieron en la importancia de la relación franco-alemana tanto para el bienestar de sus respectivos países, como para el futuro de la UE, y se comprometieron a seguir dando pasos juntos en el futuro.
El siguiente paciente que visitará el diván de Angela Merkel será Grecia. El primer ministro griego Andonis Samaras confía en obtener el martes en su visita a Berlín el respaldo de la canciller alemana, Angela Merkel, para salir del programa de rescate a finales de este mismo año. El argumento principal de Atenas es que el éxito de las recientes emisiones de bonos del Estado a tres y cinco años han constituido el comienzo de un regreso definitivo a los mercados que le permitirían financiarse por sí misma e independizarse de la troika de acreedores. “Grecia no necesita un tercer programa de financiación. Ya salió a los mercados y seguirá saliendo, pues los tipos de interés bajan”, aseguró el ministro griego de Finanzas, Gikas Jardúvelis, este fin de semana en declaraciones a medios locales.
Un optimismo que no es compartido por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, los tres organismos que forman la troika encargada de diseñar los programas de rescate. De hecho, no descartan que sea necesario un nuevo programa de rescate, lo que conllevaría nuevos ajustes en una economía que ha encadenado seis ejercicios consecutivos con caída de PIB. La financiación de Grecia por los países de la Unión Europea acaba a finales de 2014, mientras que las ayudas del FMI están programadas hasta el final de 2015. La salida de Grecia del programa de rescate sería un balón de oxígeno para el Gobierno que, tras la aplicación de un programa de austeridad draconiana, pierde terreno en las encuestas frente al partido principal de oposición, el izquierdista Syriza, al que todos los sondeos dan una ventaja de cuatro a seis puntos. El Gobierno puede verse forzado a convocar elecciones anticipadas a principios de 2015, fecha en la que será elegido el nuevo presidente de la República.