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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La hora de Draghi frente a la austeridad

La incertidumbre es uno de los estados que menos gusta a los mercados. Una compleja situación prebélica, marcada por la indefinición, en la que están implicados no solo varios países sino también distintas facciones, con potencias armamentísticas y económicas en liza, y con un elevado impacto no solo sobre los países inmersos en el conflicto, sino también sobre algunas de las economías más importantes del mundo son ingredientes más que suficientes para un cóctel que, además de ser potencialmente explosivo, tensione los mercados y ponga de los nervios a los operadores. Ese combinado se está elaborando de manera irresponsablemente sistemática en Ucrania, que, semana a semana, añade una duda más sobre las posibilidades de una solución negociada.

La incertidumbre ucraniana, a la que se unen el sangriento frente abierto por el autollamado Estado Islámico o el recurrente conflicto en la Franja de Gaza, crean un caldo de cultivo geopolítico que en cualquier momento puede explotar. Esa es la razón por la que los mercados recibieron ayer con los brazos abiertos la aproximación entre Kiev y Moscú. Aunque inicialmente se habló de un “alto el fuego permanente”, que casi desata la euforia, al Kremlin le faltó tiempo para obligar a matizar a Kiev su anuncio al insistir en que no se considera parte del conflicto. Un inicial jarro de agua fría sobre las expectativas creadas por el Gobierno ucraniano que se moderó posteriormente con el segundo comunicado de Kiev anunciando que de la conversación telefónica entre los presidentes de Ucrania, Petro Poroshenko, y de Rusia, Vladimir Putin, se deriva un acuerdo para dar “los pasos que facilitarán el establecimiento de la paz” en las provincias separatistas de Donetsk y Lugansk.

Sabido es que la verdad es la primera víctima en un conflicto armado, y también lo difícil que resulta saber qué tienen en su cabeza mandatarios tan imprevisibles como Putin. El mismo presidente de EE UU se mostró escéptico sobre el acuerdo, que calificó de oportunidad, “si se confirma”, es decir, si Rusia y los rebeldes ucranianos lo apoyan.

Esa interpretación de Barack Obama es justamente la que parecen haber hecho los mercados. Tras el momento de euforia inicial, las aguas volvieron a su cauce con la segunda versión de Kiev, pero sin perder lo ganado, incluso superándolo, lo que quiere decir que confían en la oportunidad. El mercado da crédito al acuerdo al considerar esta declaración como un intento de Rusia de desvincularse de las disputas en Ucrania y hacer creer que los prorrusos ucranianos son autónomos del país que preside Putin.

La noticia ha servido de reactivo a los mercados de valores, que llevan en estado de apatía generalizada toda la semana. Además del frente ucraniano, la reunión hoy del BCE se fija como punto de inflexión por parte de los inversores para, en un momento dado, tomar la decisión de continuar comprando o tomarse un respiro. La polémica sobre aplicar o no políticas fiscales más expansivas y el debate asumido por Mario Draghi sobre la austeridad que ha imperado en Europa en los últimos años están en el objetivo de los operadores. Los datos que apuntan a un enfriamiento de la economía europea, más nítidos si se comparan con la solidez de los que provienen de EE UU, animarán previsiblemente a Draghi si no a anunciar medidas concretas, sí a llevar al extremo su por ahora eficaz política verbal.

Clarificar más las medidas ya avanzadas de disposición de liquidez y dar más detalles sobre potenciales medidas que incluyan la compra de activos para activar el crédito son actuaciones no descartables que agradecerían los operadores. La ausencia de tensiones en los mercados no está garantizada, y Draghi se juega en estos momentos la credibilidad de su gestión al frente del BCE. Y más porque los datos de Estados Unidos pueden animar a un cambio en la política monetaria de la Fed y adelantar la subida de tipos, por un lado, y porque una resolución de la crisis de Ucrania dejaría a Berlín las manos más libres para retomar su presión sobre Fráncfort a favor de la austeridad frente a los nuevos aires expansionistas que Draghi ha traído de Jackson Hole.

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