Portugal: credibilidad pero con menos margen
El pasado jueves, Draghi restaba importancia al episodio del rescate de Banco Espírito Santo (BES) en Portugal y lo hacía refiriéndose a lo que consideraba una acción rápida y eficaz de las autoridades portuguesas y comunitarias para afrontar una “situación potencialmente compleja” y que “podría haber sido un incidente sistémico pero que, en realidad, ahora se considera solo un incidente, un episodio que se limita a este banco y a sus dueños”.
Draghi también apoyaba sus palabras en la reacción de los mercados, siendo muy significativo que el lunes por la mañana la rentabilidad del bono a 10 años portugués rondase el 3,75% frente al promedio de 3,61% cosechado la semana antes de la intervención de BES. La respuesta de los inversores ha sido comedida en cuanto a la deuda soberana, aunque habrá quien estime que la referencia deben ser los mínimos conseguidos en junio por la rentabilidad del 10 años (3,32%) y su prima respecto a Alemania, la cual se situó en 193 puntos básicos (pb) frente a los niveles actuales de 270 pb Sin embargo, achacar este empeoramiento solo a factores internos de Portugal sería injusto, pues obviaría el efecto del deterioro de los indicadores económicos de la eurozona o la mayor susceptibilidad a los riesgos geopolíticos, entre otras cuestiones.
No obstante, el impacto en la renta variable es evidente y el índice general de la bolsa lisboeta ha caído cerca de un 25% desde los máximos de junio, pero este se ha visto muy influenciado por el propio desplome de BES y su efecto arrastre sobre la banca lusa y Portugal Telecom, que ha perdido casi un 50% ante las consecuencias de su exposición a esta entidad.
Los datos dan la razón a Draghi, pero debemos plantearnos si habría motivos para estar preocupados con Portugal. Los activos de la banca de la eurozona suman casi 3,2 veces su PIB y en nuestro vecino este ratio se reduce a algo menos de tres veces, luego desde esta perspectiva no hay que alarmarse, sirviendo como ejemplo que en Chipre esta proporción superaba las siete veces cuando el país fue rescatado.
Otra cuestión es que la crisis de BES no es algo menor, pues a junio su activo sumaba 80.216 millones frente a los 166.411 millones del PIB de Portugal y la factura de su rescate asciende a 4.900 millones, los cuales corren a cargo de las entidades financieras lusas por medio del Fondo de Resolución nacional, aunque este no cuenta con recursos y ha sido necesario apelar a la ayuda de la troika. Esto implica tres puntos más de deuda sobre PIB para Portugal que se suman a los elevados niveles del 129% de 2013, anulando en 2014 los efectos de los ajustes realizados y que la Comisión Europea estimaba que llevarían la deuda hasta el 126,7% del PIB.
De forma que aunque se haya recibido sin alarmismo la crisis de BES y su coste, este episodio alimenta su gran debilidad: la deuda. Sin embargo, el saneamiento de las cuentas públicas que ha recortado el déficit desde niveles del 9,8% en 2010 hasta 4,9% en 2013 y ha llevado a la Comisión Europea a prever un superávit primario del 0,3% en 2014 frente al déficit de -2,1% previsto para España, suponen un importante aval para Portugal.
También juega a favor la reactivación de la economía, estimando el consenso de mercado un crecimiento del PIB del 0,9% en 2014 y 1,5% en 2015, elevándolo la Comisión Europea y el FMI hasta 1,2% y 1,5% para los mismos años. De hecho y a pesar de su tropiezo, el PIB luso crecía a un ritmo interanual del 1,3% en el primer trimestre, impulsado por el consumo y la inversión que crecía un 12,2%.
En el segundo trimestre, se espera que Portugal vuelva a crecer gracias a la mejora de la industria y las exportaciones, que se benefician de la recuperación en España donde se dirigen casi un 25% de las mismas. Asimismo, los datos del mercado laboral del último trimestre apuntan un escenario positivo, descendiendo los parados en 60.000 hasta 728.900 y aumentando la población activa en 28.500 efectivos.
En suma, las reformas han permitido a Portugal sanear sus cuentas públicas y volver a crecer, dando crédito a este país ante los mercados y permitiendo que una crisis como la de BES no haya provocado un episodio de grave inestabilidad. Sin embargo, debemos tener en cuenta que el margen de acción se ha reducido ante nuevas sorpresas y los riesgos derivados de la elevada deuda y baja inflación son una peligrosa realidad para nuestros vecinos.
Francisco Vidal es jefe del Departamento de Análisis de Intermoney.