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Tribuna
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Iniciativa privada o responsabilidad pública

El paro registrado en el mes de abril ha disminuido en 111.565 personas, hasta situarse en más de 4,5 millones de desempleados. En este contexto, el emprendimiento siempre ha constituido una forma de superación personal bajo cualquier modelo económico imperante, la búsqueda de nuevos retos, su organización social, el liderazgo y la gestión de unos recursos para la consecución de unos objetivos suponen la obtención de un beneficio no solo para los propios emprendedores, sino también para la economía en su conjunto y para el desarrollo de las sociedades.

Existen muchas formas de emprender, desde el empleado público o privado que busca con su actitud ser más eficiente y eficaz a través de la mejora continua hasta el empresario que lidera y organiza unos recursos propios o ajenos para crear una empresa en un contexto de permanente cambio.

Es necesario cambiar de mentalidad si deseamos cambiar de actitud ya que si tenemos en cuenta que el conocimiento, la creatividad, la innovación y el afán de superación son valores que debemos fomentar, se debería empezar por apostar por una educación que no aboque al joven hacia un trabajo asalariado únicamente, sino que también desarrolle sus aptitudes y habilidades críticas y constructivas para articular iniciativas empresariales y solidarias.

Pero es el Gobierno el que tiene la responsabilidad de cambiar los actuales modelos educativos, pero para ello se requiere un compromiso firme y un marco jurídico que dista mucho de las propuestas de mejora de la Ley 14/2013, de 27 de septiembre, de Apoyo a Emprendedores y su Internacionalización. No se aprecian medidas concretas para cambiar los currículos en los diferentes niveles educativos ni cómo se va a instrumentar la participación de los alumnos en actividades para afianzar ese espíritu emprendedor del que se habla en el artículo 4 de la citada ley.

Y es en el propio campo de batalla de la tarea emprendedora donde nos encontramos con diferentes problemas que siguen sin solución por el momento, como son la falta de financiación, absolutamente imprescindible (la Unión Europea recomienda que se apoye financieramente este sector), las insuficientes ayudas fiscales, muy consolidadas en países con arraigo emprendedor, la falta de compromiso de las Administraciones a la hora de compartir riesgos con el emprendedor, más y mejores instituciones de apoyo a la iniciativa privada, mayor inversión en investigación, desarrollo e innovación entendido como salvoconducto para el emprendimiento futuro.

En cuanto a las pequeñas medidas concretas que vienen reflejadas en la mencionada ley, como la no obligatoriedad de abonar el IVA a Hacienda de las facturas no cobradas, la extensión de la tarifa reducida para los nuevos autónomos independientemente de su edad, la reducción del 10% en el impuesto de sociedades si se reinvierten los beneficios en nuevos proyectos con una duración de cinco años, así como la limitación de la responsabilidad del emprendedor, están muy bien todas ellas, pero no dejan de ser un parche que le ponemos a una rueda en aquellos lugares donde sabemos que es más débil, pero estamos necesitados de ruedas nuevas para comenzar a rodar de verdad y tomar cierta velocidad de crucero, se requieren medidas orgánicas a largo plazo y enmarcadas dentro del plan estratégico del Ministerio de Industria, Energía y Turismo.

Al mismo tiempo, el Gobierno es corresponsable de incentivar el consumo con medidas de política fiscal y monetaria acordes a las características del mercado español para que el emprendedor no se vea abocado a una situación estructural de falta de demanda como sucede actualmente.

Los principios éticos de los ciudadanos deberían estar por encima de la tan manida eficiencia económica exigida por Bruselas. Aunque estemos acostumbrados a que en nuestro país se inviertan los términos de esta ecuación, no deberíamos permitir que se defiendan los intereses de una minoría y se olviden las necesidades de una gran mayoría.

Si queremos que el emprendimiento sea el motor del cambio económico y social deberemos olvidar los formalismos, los diálogos imposibles con las Administraciones. En nuestra opinión, a emprender se aprende desarrollando actividad, iniciativa, valoración de riesgos y capacidad para obtener resultados. Es bueno que el emprender sea considerado un oficio que, como sucede con los demás, puede ser aprendido. En suma, algo de incalculable valor para salir de la crisis.

Vicente Castelló Roselló y José Manuel Vicent Sáez son profesores de la Universidad Jaume I de Castellón.

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