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Columna
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La lección sucesoria de Ford

El final del reinado de Alan Mulally en Ford es una oportunidad para que la América corporativa aprenda. En casi ocho años como consejero delegado, el ex ejecutivo de Boeing no solo diseñó un manual de cómo sacar a una empresa del desguace. Él, junto con el presidente Bill Ford y el resto del consejo de administración, también hizo un trabajo envidiable para allanar el camino a su sucesor.

Que el ascenso de Mark Fields al puesto más alto no sea ninguna sorpresa muestra hasta qué punto se ha llevado a cabo con éxito el proceso de sucesión. Él ha sido el evidente heredero desde que fue seleccionado para ocupar el puesto de director de operaciones a finales de 2012, una posición que llevaba vacante mucho tiempo y que ahora se elimina.

Mulally también parece haber tenido éxito en la difícil tarea de cambiar la cultura corporativa, incluso en el plano ejecutivo. Las reuniones semanales y una política de admitir y aprender de los errores ha fomentado un mejor ambiente, más cooperativo.

Fields se hace con el control de una empresa que tiene mucho más poder bajo el capó del que tenía en septiembre de 2006, cuando Mulally se convirtió en consejero delegado. Ford perdía por aquel entonces mucho dinero, terminó 2006 con apenas 3.900 millones de dólares de efectivo neto, y podría haber seguido bajando.

En cambio, a finales de 2013, Ford contaba con 9.100 millones en efectivo neto, una cantidad que se espera que se duplique para finales de 2016. La compañía también se está abriendo camino en China, el mayor mercado de crecimiento de la industria. Allí, su cuota de mercado asciende a un 4,1%.

Sin embargo, Fields, un veterano con dos décadas en Ford, no puede limitarse a encender el regulador de velocidad. Mantener el impulso en Norteamérica será cada vez más difícil. Además, las encuestas de Consumer Reports muestran que la calidad de Ford ha recibido un golpe. Pero la rehabilitación de Mulally ha dejado una posición manejable.

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