¿Por qué España no tiene su Silicon Valley?
La presencia de tecnológicas en el Ibex 35 es escasa aunque sólida. Falta cultura de investigación e incentivos para levantar empresas rompedoras.
Cuentan quienes estuvieron allí que la impertérrita expresión facial que Angela Merkel exhibe en los actos públicos se alteró durante unos instantes una mañana de marzo de 2010. La canciller alemana inauguraba ese día en Hannover el CeBIT, la mayor feria mundial del sector de las tecnologías de la información. Uno de los estands que visitó fue el de Indra. Los responsables de la firma le comentaron un dato que la mandataria no tenía en la mano: el programa de gestión de tráfico aéreo controlaba en ese momento dos de cada tres aviones que sobrevuelan el espacio aéreo germano, cuota que alcanzaría el 100% ese mismo año. “¡El cielo alemán es español!”, exclamó sin ocultar su sorpresa.
La primera industria de España es el turismo pero eso no quita para que también se exporte tecnología punta, incluso a países conocidos por mimar los sectores más intensivos en I+D+i. La presencia de compañías eminentemente tecnológicas en el Ibex 35 es baja. Solo Amadeus y la mencionada Indra se dedican exclusivamente al desarrollo de soluciones tecnológicas, si bien la suerte de Jazztel y Telefónica también está estrechamente ligada a los avances en este campo. El esfuerzo de esta última en 2013 ascendió a 6.100 millones de euros, el equivalente al 8% de la inversión total en España. “Somos la segunda empresa del sector de las telecomunicaciones que más invierte en I+D en el mundo, solo superados por la japonesa NTT”, destaca David del Val, presidente y consejero delegado de Telefónica I+D. Amadeus, por su parte, dedica más del 15% de sus ingresos a la investigación, lo que la convirtió el año pasado en la empresa que más dinero dedicó (489 millones de euros) a nuevos desarrollos en viajes. “La innovación forma parte de nuestro ADN”, asegura Hervé Couturier, responsable de I+D de la firma que procesa las reservas de avión del 25% de pasajeros del mundo.
¿A qué se debe la escasez de compañías dedicadas a los sectores con más capacidad de arrastre para la economía? ¿Por qué las empresas más rompedoras (Amazon, Apple, Facebook…) suelen nacer y madurar en países como EE UU? No hay respuesta sencilla a estas preguntas. “En España no se dan ni los elementos culturales ni las condiciones de inversión para, en general, lograr grandes compañías de impacto global sea cual sea su campo de actividad”, advierte Benigno Lacort, director general de Ametic, la patronal de empresas de tecnologías de la información (TIC). A lo que añade, sin embargo, que buena parte de las empresas del selectivo español dependen en mayor o menor medida de avances tecnológicos. “Los sectores financiero, energético, de infraestructuras o de la logística están sufriendo un vertiginoso proceso de digitalización”, subraya.
Tolerar el fracaso
Telefónica es la segunda empresa del mundo que más invierte en innovación. Amadeus procesa el 25% de las reservas de viajes
“Las diferencias en innovación e investigación entre unos países y otros derivan fundamentalmente de factores socioculturales y de mentalidad, por un lado, y del efecto concentración que se da en el mundo de la I+D”, reflexiona José Luis Angoso, director de Innovación y Alianzas de Indra. En su opinión, el modelo individualista liberal del mundo anglosajón, en el que se valora la asunción de riesgos y tolera el fracaso, contrasta con el comunitario e intervencionista del sur de Europa, en el que predomina el conservadurismo y el temor a asumir responsabilidades. “Ante el emprendimiento y la innovación, un estadounidense percibe posibilidades y un español ve limitaciones. Para muchos, en EE UU el Gobierno es más bien un estorbo; en España, se empieza por preguntar dónde están las ayudas”, resume.
El efecto llamada de la inversión en innovación y su propensión a concentrarse en pocas corporaciones es constatable. Solo tres sectores (farmacia y biotecnología, hardware y equipos y motor y componentes) concentran el 50% del gasto mundial en I+D, según un informe de Indra. Las cinco primeras empresas de cada uno de estos acapara entre el 27% y el 39% de las inversiones en investigación, sostiene. “EE UU, Alemania, Suiza y Corea del Sur capitanean los sectores más intensivos en innovación”, asegura Angoso.
Aunque cueste creerlo, la salud de la innovación no siempre fue como la de ahora. El pensador británico Francis Bacon dedicó en el siglo XVII buena parte del tiempo que pasó como lord canciller de Inglaterra a idear la forma de contrarrestar la supremacía mundial del imperio de los Austrias, posibilitada en gran medida por su avanzado dominio de la navegación transoceánica y de la técnica militar. “Hubo un tiempo en que España lideró el mundo, y lo hizo gracias a la tecnología. Su dominio duró mucho más tiempo del que lleva mandando en la actualidad EE UU”, espeta Jorge Barrero, adjunto a la presidencia de la Asociación Española de Bioempresas (Asebio).
La ciencia patria vivió una época dorada entre el Nobel de Santiago Ramón y Cajal (1906) y el derrocamiento de la II República. Tras sobreponerse a los largos años del franquismo, asfixiada primero por la autarquía y sometida luego a una competencia desigual con la apertura comercial de los años sesenta, la investigación española se reanimó con la transición. “La Ley de la Ciencia de 1986 implanta conceptos que en Europa llevaban funcionando 50 años, como la validación de proyectos por pares (por expertos del mismo campo) o la patentabilidad”, ilustra Barrero. Unos 15 años después se han comenzado a recoger los frutos. “A mediados de la década de 2000 se había conseguido ya un sistema de producción científica que nos sitúa en el puesto número 10 del mundo. El ritmo de generación de patentes español en biotecnología no es comparable al del entorno de la UE, sino al de China o India”, asegura este gran conocedor de un sector poco presente en el Ibex, pero arraigado en el mercado continuo.
Queda mucho por hacer para que ocupe un lugar destacado en la economía española. “La financiación pública de la I+D+i está sufriendo un retroceso continuo en inversión, no se desarrollan los beneficios fiscales prometidos a la innovación y las ayudas públicas concedidas se hacen en unas condiciones tales que los perceptores las acaban rechazando. El panorama es desolador”, critica Lacort, de Ametic. En 2012, último año del que hay cifras completas, el sector público dedicó 6.300 millones de euros a investigación, 1.000 menos que en 2010. Barrero, de Asebio, considera que el principal impedimento para el desarrollo de la industria es la dificultad de financiación. “Hay una enorme escasez de business angels”. La mayor aceleradora de empresas del país (Wayra) depende de Telefónica. “Buscamos llevar a una gran empresa la forma de innovar de las start-ups, combinando los recursos de una multinacional con las formas de trabajo más ágiles de los pequeños emprendedores”, explica Del Val.
“El mercado tiene pánico al riesgo. Se debería incentivar la inversión en I+D+i. ¿Por qué tengo yo que premiar con el dinero de mis impuestos a quienes se arriesgan al comprar una casa en vez de a quienes lo hacen invirtiendo en un laboratorio?”, se pregunta Barrero. En un documento presentado este mes, CEOE pedía deducciones por inversión en I+D y advertía de que, si lejos de mejorarse se suprimiese esa ventaja, habría deslocalizaciones. Se puede leer como amenaza o como súplica, pero es un grito unánime en el sector. Todo sea por volver a dejar descolocada a Merkel en alguna otra ocasión.