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El 2 de mayo, tope para la negociación con los acreedores

Codere encara la última semana del preconcurso sin acuerdo

Local de apuestas de Codere en el centro de Madrid.
Local de apuestas de Codere en el centro de Madrid.Pablo Monge
Gema Escribano

El 2 de mayo es una fecha marcada en rojo en el calendario de Codere y sus bonistas. El próximo viernes finaliza el plazo para que la compañía y sus principales acreedores alcancen un acuerdo que permita a la empresa escapar de la quiebra. De momento no hay nada escrito y las partes continúan inmersas en las negociaciones; sin embargo, fuentes cercanas al proceso confían en que en los próximos días se consiga una solución.

Aunque disponer de un acuerdo formalizado es todavía precipitado, las mismas fuentes señalan que en el tiempo que transcurre entre que el juez acepta la solicitud del concurso y designa al administrador, la compañía y los bonistas seguirían negociando y finalmente se obtendría el ansiado pacto.

En los cuatro meses que han pasado desde que Codere solicitara el preconcurso, una de las principales novedades en materia legislativa ha sido la modificación de la normativa concursal que tiene como objetivo ayudar a que empresas con una abultada deuda, pero que siguen generando beneficios, puedan esquivar la quiebra. En este grupo se incluiría a la multinacional del juego, cuyo gran problema, tal y como declaran desde la propia compañía, es su sobreendeudamiento y los elevados tipos de interés.

Uno de los puntos claves de la nueva Ley Concursal es el canje de deuda por capital, precisamente uno de los ejes de la oferta presentada por el comité de los bonistas, agrupados bajo la firma Houlihan Lokey. Los tenedores de deuda proponen una quita de 365 millones, equivalente al 35% del total de los bonos. Es decir, según esto, la deuda que la compañía tendría que abonar a los bonistas pasaría de los 1.039 millones a los 675. Como contraprestación, los bonistas pasarían a disponer del 96,8% del capital y el 3,2% se reservaría a los minoritarios. No obstante, los acreedores cederían el 14,3% de las acciones a la familia Martínez Sampedro, actualmente dueña del 68,4%.

Junto a la quita, los bonistas completan su oferta con una inyección de liquidez de 400 millones –200 millones se entregarían en concepto de préstamo garantizado a un interés de euríbor más el 8%, y los 200 millones restantes, a suscribir una ampliación de capital–.

Por su parte, la compañía, que en reiteradas ocasiones ha señalado que la oferta de los bonistas no es aceptable ni desde el punto de vista financiero ni legal, remitió a mediados de marzo una carta con la nueva propuesta. Si la oferta de los bonistas tenía como base el canje de deuda por capital, la de Codere se ancla en la idea de que la empresa no requiere ninguna inyección de fondos por parte de los bonistas y en la moratoria de intereses. El consejo aboga por una refinanciación de la deuda sénior a precios de mercado, el mantenimiento de la estructura de garantías actual y la prórroga del vencimiento de los bonos durante cinco años y medio –hasta el 31 de diciembre de 2019–. Dentro de este apartado se engloban tanto la emisión en euros, que vence en 2015, como la emisión en dólares, que deberá ser abonada en febrero de 2019. El interés de estos bonos sería del 0%, es decir, la compañía garantiza que una vez finalizado el plazo, los bonistas recuperarán el nominal.

Como alternativa al cupón cero, Codere propone convertir parte de la deuda en una nueva emisión de 250 millones. Los que se acojan a esta vía recibirán un interés anual del 8%. El ratio de conversión fijado por la multinacional del juego sería dos bonos antiguos por uno nuevo, es decir, llevaría implícita una quita del 50%.

Sus títulos se dejan más de un 50% en un año

A mediados de mayo de 2013 la agencia de calificación Moody’s alertaba de la delicada situación económica a la que se enfrentaba Codere. La renovación del crédito sénior que mantenía con BBVA, Barclays y_Credit Suisse (60 millones de euros) y el pago del cupón a los bonistas eran los principales retos a los que tenía que hacer frente. La desconfianza comenzó a reinar entre los inversores y al tiempo que sus títulos caían –desde entonces se dejan un 55%– los seguros contra impago (CDS) se disparaban. Estos últimos se activaron en septiembre de 2013 después de que la compañía se retrasara en el pago a los bonistas.

Apenas 15 días antes de que venciera el préstamo que mantenía con las entidades, estas, sin previo aviso, según señalan desde la compañía, vendieron su deuda al capital riesgo. Lo que en un principio fue visto como una salvación (la empresa comunicó a la CNMV que aceptaba la compra efectuada por GSO y_Canyon) pronto se convertiría en su caballo de batalla.

Fuentes próximas a Codere han señalado que los fondos aprovecharon la ocasión para imponer sus condiciones de financiación, lo que supuso elevar los intereses un 117%. Tras semanas de negociaciones y aplazamientos del pago del cupón, las nuevas condiciones remitidas al regulador incluían el plazo (seis meses), el importe máximo (100 millones), el tipo de interés (líbor más 7,5%) y una cláusula por la que se invertía el orden de prelación. Es decir, antes de pagar el dinero a los bonistas la empresa debería abonar la línea de crédito y tenía que “amortizar anticipadamente la totalidad de la financiación sénior”. Codere finalmente entró en impago efectivo en enero de 2014.

Sobre la firma

Gema Escribano
Periodista económica, con 13 años de experiencia como redactora. Formó parte de la web de Cinco Días desde 2010 hasta 2017 cuando pasó a integrar la sección de Mercados. Especializada en información bursátil y mercado de deuda. Estudió periodismo en Universidad Carlos III.

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