Unanimidad ante el riesgo de deflación
La decisión del Banco Central Europeo de mantener sin cambios los tipos de interés y no adoptar ninguna medida para atajar la candente amenaza de una deflación en Europa no impidió ayer una reacción de euforia en los mercados bursátiles. La razón de esta aparente contradicción está en el discurso de Mario Draghi, presidente del organismo, que aseguró tras la reunión que el organismo monetario está dispuesto de forma unánime a activar cualquier medida no convencional, incluidos los programas de compra de deuda, si resulta necesario. El mensaje del presidente del BCE neutralizó los numerosos augurios de expertos que vaticinaban caídas en los parqués, llevó el Ibex hasta los 10.584 puntos y provocó subidas en otras plazas europeas.
Las palabras de Draghi sobre la unanimidad del organismo revelan el cambio de postura de un Bundesbank fuertemente reacio a la activación de medidas de intervención no convencionales. El fantasma de una caída prolongada de precios que arruine la todavía frágil reactivación de la economía europea constituye una razón lo suficientemente poderosa como para que el supervisor alemán aparque sus reticencias y consienta en aplicar medidas de choque si estas fueran necesarias. Se trataría de un programa de compra de activos similar al puesto en marcha en su momento por la Reserva Federal de Estados Unidos; una solución que el BCE podría considerar necesario adoptar en caso de que los precios sigan cayendo.
Sin embargo, Draghi no parece mostrarse demasiado preocupado por esa eventualidad. Las previsiones del BCE cuentan con una Semana Santa que contrarreste, vía consumo y turismo, la evolución bajista de los precios, así como con una inflación que adopte un rumbo alcista hasta situarse en un entorno del 1,7% en 2016. El presidente del BCE reconoció que su mayor preocupación es la “realidad”, es decir, la posibilidad de un estancamiento de la economía que convierta los altos niveles de desempleo en un problema no meramente coyuntural, sino estructural.
Las palabras de Draghi alertan de un riesgo que existe y que resulta especialmente serio para las economías más castigadas por el largo invierno que ha vivido Europa y que se encuentran en los inicios de una lenta recuperación. Un proceso incipiente que en el caso de España todavía debe afrontar importantes obstáculos –la reactivación de la demanda interna y la normalización del mercado de crédito son dos de ellos– y cuya consolidación podría verse seriamente interrumpida por una deflación capaz de llevar a Europa a sumergirse en otro revés económico. La disposición del BCE de actuar de forma decidida ante esa posibilidad supone una importante garantía, pero también exige una atenta vigilancia que Fráncfort no puede en ningún caso descuidar.