Diez playas que hay que surfear
Una compilación de las mejores localizaciones del libro Surf: las 100 mejores olas
North Sore es la meca. El lugar que cualquier surfista debe visitar alguna vez en su vida. Este enclave en la isla hawaiana de Oahu cuenta con la ola llamada Pipeline, la más famosa, a la que muchos han dedicado su vida. Esta es una de las recomendaciones que destaca el libro Surf: las 100 mejores olas, de Lunwerg Editores, una obra de espectaculares fotos y consejos para descubrir los paraísos escondidos de este deporte.
Continuando en EE UU, no se deben perder otros lugares sagrados. Las olas gigantes Mavericks de Half Moon Bay, en California, se han cobrado la vida de algunos de los más respetados surfistas, pero atraen a todos aquellos que buscan una potencia similar a las de Hawai. La costa californiana del Pacífico es una de las cunas del deporte, con playas como Rincón (Santa Bárbara), Ventura County (con diversión tanto para principiantes como veteranos), Orange County (capital mundial de la industria surfera, con 67 kilómetros de línea de costa) o el menos conocido condado de San Diego, donde disfrutar de las poderosas A-frame.
Perniche, en Portugal, es un destino desconocido donde destaca su 'Superturbo'
Otra de las olas míticas que alguna vez hay que coger es la Soup Bowl. Kelly Slater, 11 veces campeón del mundo, cuenta que es la mejor con la que se ha cruzado en su vida. La encontrará en el adormilado pueblo caribeño de Bathsheba, en Barbados. Más al sur, las islas de Fernando de Noronha desmienten a quienes aseguran que en Brasil no hay buen surf. Entre noviembre y marzo, grandes oleajes descienden desde el Caribe, lo que hace resplandecer a estas islas, que bien parecieran el mismo edén. Si se quiere simultanear vida nocturna y océano, Río de Janeiro es su destino, playas como Arpoador y Barra da Tijuaca le esperan. Eso sí, tenga cuidado con los numerosos bañistas y ármese de paciencia con las condiciones del mar.
En Europa, las opciones son variadas. Pero tal vez no conozca Peniche, en Portugal, un enclave irrenunciable dentro del circuito profesional, con un catálogo de olas bien diversas entre las que destaca su Supertubo. Si el frío no le espanta, una opción diferente, vestido con un traje integral de seis milímetros de grosor, es la península de Reykjarres, una zona bien peliaguda pero diferente. En pocos sitios verá hielo en la playa. Caithness en Escocia o Mullagmore en Irlanda son dos de esos parajes que combinan olas con potencia, paisaje sobrecogedor y mucho radiador para calentarse entre tanto. En Francia, Hassegor es el epicentro de la cultura surfera. En España, el libro destaca tres propuestas: Mundaka (por su ola de izquierda y por la gastronomía y paisaje), Fuerteventura y Lanzarote.
Otras islas, las Lakshadeep, en este caso en el Índico, son un buen emplazamiento para quien busque palmeras, arenas blancas, atolones y, sobre todo, ningún turista. Y es que este océano esconde algunos de los mejores rincones para surfear. E Indonesia, en concreto, es el nirvana. Las Islas Nías se convierten en un destino imprescindible, aunque se deba enfrentar a la malaria y a los pequeños hurtos. Las Batu son otro archipiélago, si se mueve en barco, para acceder a múltiples rincones. En el mismo país, Mentawais inspira las imágenes de las olas más impecables del planeta. Pequeños barrels o tubos son ideales para los inexpertos. Pero no todo es sencillo. La Macaroni está considerada como la más encrespada del mundo. La G-Land, la mejor a la izquierda del planeta, y otras de velocidad endiablada se pueden disfrutar en Grajagan, en pleno Parque Nacional de Java.
Australia es otro país que los surferos deberían visitar. Seguramente haya parajes mejores, pero siempre hay que acudir a Bondi Beach, lugar para observar y ser observado, entre el glamour de los locales. Otras playas cercanas son Narrabeen, Avalon o Dee Why Point.
Una playa totalmente diferente, alejada de la comodidad y del resto de surfistas, se encuentra en Skeleton Bay (Namibia). Llegar hasta allí ya es una aventura, dejando atrás el desierto rojo de Namibia. Más cerca de España, la playa de Agadir en Marruecos, se llena de aficionados europeos buscando la ola de su vida.