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La premisa clave, huir de productos que el inversor no comprenda

La letra pequeña que hay que leer antes de invertir

Thinkstock

Con los tipos de interés en el mínimo histórico del 0,25%, y bajo amenaza de otro próximo recorte, la rentabilidad de los depósitos no hace más que menguar. Estos productos eran el destino habitual de los ahorradores o inversores conservadores que conseguían un interés atractivo sin necesidad de meter su dinero en productos de riesgo. Ahora que el interés de los depósitos no es la que era, los inversores buscan alternativas. Por ello, las entidades financieras han desarrollado productos de inversión más complejos destinados a satisfacer esa búsqueda de rentabilidad.

Una visita a varias sucursales bancarias pidiendo información sobre opciones de inversión sirve para comprobar cómo las propias entidades aconsejan al cliente apostar por distintos tipos de fondos de inversión en lugar de dejar su dinero en depósitos a plazo fijo. Sabadell, por ejemplo, ofrece el fondo Garantía Extra 18. En él se garantiza el dinero invertido, pero la rentabilidad final depende de la marcha del Ibex. Por su parte, Santander ofrece el fondode renta variable mixta internacional Select Moderado, que invierte un mínimo de 50% en renta fija, un máximo del 40% en Bolsa y hasta un 10% en instituciones de inversión colectiva de retorno absoluto.

Recientemente, la ESMA, la autoridad europea encargada de regular los mercados de valores, emitió una advertencia sobre los riesgos de invertir en productos complejos. Este organismo destaca que “algunos de estos productos están diseñados para permitir a los inversores minoristas el acceso a diferentes tipos de activos (como acciones, obligaciones, materias primas) y a estrategias de inversión que antes solo estaban disponibles para los inversores profesionales”, avisan. Hay una serie de consejos para no deslumbrarse por las expectativas de alta rentabilidad. Y, sobre todo, hay que leer la letra pequeña.

Entender el producto

La primera recomendación parece de Perogrullo: comprender el producto que se está contratando. Si no se entienden las características clave del mismo o los riesgos que acarrea, entonces no es adecuado para ese perfil de inversor. En ese caso, lo más recomendable es pedir asesoramiento para saber cuál es la inversión más aconsejable para cada persona.

Por ejemplo, aquellos productos que utilizan múltiples variables o aplican fórmulas matemáticas complejas para determinar la rentabilidad están catalogados como complejos y requieren un conocimiento a fondo de sus particularidades antes de invertir en ellos.

Promesas engañosas

Los nombres de los productos de inversión no siempre responden fielmente a sus características. La ESMA aconseja desconfiar de las promesas de rentabilidad “elevada”, “garantizada”, “cubierta” o “absoluta” porque esos reclamos a menudo resultan ser engañosos. Puede llegar a ser el caso de los fondos de rentabilidad objetivo, que están atrayendo gran parte de la inversión en fondos garantizados. La CNMV obligó hace meses a informar en los folletos de estos productos que no garantizan ni el capital ni el posible interés de la inversión.

Sanciones

Varios productos incluyen penalizaciones si el inversor necesita sacar su dinero antes de un plazo determinado. Es lo que se conoce como riesgo de liquidez. Los productos complejos no se pueden vender fácilmente antes de su vencimiento. Esto puede conducir a los inversores que se vean en esa tesitura de tener que vender el producto anticipadamente a hacerlo perdiendo dinero o incluso que no puedan hacerlo antes del final del plazo. El ejemplo más reciente, y extremo, de este riesgo son las participaciones preferentes de varias entidades, que atraparon a muchos inversores ante la falta de demanda de otros contratantes cuando quisieron venderlas.

Conocer los costes

Los costes asociados a una inversión repercuten sobre su rentabilidad. En el caso de los fondos de inversión, los expertos recomiendan informarse sobre las comisiones que acarrean.Cuanto mayor es la complejidad de la inversión, mayores son las comisiones, pues aquella necesita una gestión más activa. Los costes de un fondo monetario están muy por debajo de los de un fondo de renta variable, por ejemplo. Antes de contratar un producto es útil buscar en el mercado si existen productos similares menos complejos o con menores costes. “Además, los honorarios y las comisiones generalmente se incluyen en la estructura de los productos y, por lo tanto, no son fáciles de detectar”, alerta la ESMA.

Otros riesgos

Una cautela importante que deben tener los inversores antes de suscribir un producto es la calificación crediticia de la entidad emisora del mismo o la empresa que lo gestiona.Es un riesgo que debe ser tenido en cuenta porque puede jugar una mala pasada al inversor hasta el punto de dar al traste con sus expectativas de rentabilidad. Por eso, es necesario conocer la calificación del instrumento, la nota que mide su solvencia. Si es baja, el riesgo de impago del emisor (y por tanto la pérdida del dinero invertido) es mayor.

La fórmula de inversión basada en el apalancamiento también es compleja y antes de contratar un producto de esta forma se debe conocer su particularidad. Son estrategias de inversión que buscan multiplicar las ganancias potenciales, pero que también pueden multiplicar las pérdidas. Esta fórmula permite posicionarse en un activo con una inversión muy inferior a su precio recurriendo al endeudamiento.

Como última recomendación, la ESMA ha elaborado un listado de productos complejos en el que incluye a “los bonos de titulación de activos, tipos de obligaciones como las convertibles o subordinadas, certificados, contratos por diferencia, pagarés vinculados a activos, productos estructurados y warrants”.

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