La bola de cristal del BCE
El Banco Central Europeo tiene previsto emitir previsiones económicas con vistas a un año más en el futuro. Esto puede ayudar a justificar sus decisiones y como señal de intento en un momento en que está siendo atacado por su falta de acción. Pero está jugando con fuego, y con su credibilidad, dado que el riesgo de equivocarse aumenta con el tiempo.
Los pronósticos a largo plazo parecen tener sentido para un banco central que se enorgullece de evitar reacciones nerviosas a los datos. Inflación de la zona euro se sitúa en menos de la mitad del objetivo del BCE. Solo se elevará al 1,3% en 2015, según las últimas previsiones propias del banco central. Las previsiones revisadas pueden dar a mercados, empresas y hogares una guía en la perspectiva de la política monetaria.
El problema es que cuanto mayor sea el horizonte, más inestables serán los pronósticos
El problema es que cuanto mayor sea el horizonte, más inestables serán los pronósticos. Por lo tanto existe el riesgo de que se conviertan solo en unos cuantos datos para justificar la política del banco central –sea la que sea–. Hay precedentes. Durante años, el escenario previsto por el Banco Central de Inglaterra era que alcanzaría su meta del 2%. Durante años se ha demostrado que estaba equivocado. Pero eso parecía importarle menos que ser capaz de justificar las medidas de estímulo monetario, incluso cuando la inflación estaba fallando por lo alto.
Es cierto, su mala trayectoria no se tradujo en una espiral ascendente en las expectativas de inflación entre la población en general. Sin embargo, el banco central del Reino Unido pagó un precio. Los mercados financieros ahora establecen límites a sus previsiones, ya sea por la inflación o el desempleo. Eso ha hecho que sea más difícil para el Banco de Inglaterra guiar las expectativas de los inversores y los tipos de interés del mercado.
Los pronósticos son en el mejor de los casos una conjetura de cómo el mundo podría resultar. No deberían ser utilizados como herramientas de propaganda para justificar las decisiones de política monetaria.