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La UE, del revés

Reino Unido se queda sin aliados en la UE

La influencia del Reino Unido en la Unión Europea ha caído tanto que en Bruselas ya no asusta ni su dominio de la lengua inglesa, supuesta llave maestra de los diplomáticos británicos para imponerse en las enrevesadas negociaciones que se hacen en ese idioma. “Nos dijeron que era peligroso que hablásemos inglés, pero el peligro es para ellos porque les estamos destrozando su lengua”, ironizaba el pasado martes el ministro alemán de Finanzas. La socarronería de Wolfgang Schäuble ilustra bien la creciente indiferencia hacia Londres, una capital que hasta hace poco era una pieza esencial en el ajedrez europeo.

El Gobierno de David Cameron, agobiado por los euroescépticos de sus propias filas, intenta presentar esa evolución como un choque entre el inmovilismo de la UE y la modernidad británica. “Si la UE no se reforma, Reino Unido podría tener que elegir entre adoptar el euro o abandonar el club”, advertía el mes pasado el ministro británico de Finanzas, George Osborne.

Pero a medida que se acerca 2017, el plazo fijado por Cameron para resolver ese dilema en un referéndum (si antes gana las próximas elecciones), se ve claro que la amenaza solo pende sobre él. Y que el camino hacia el cadalso tendrá que recorrerlo en solitario.

Reino Unido se ha quedado aislado como consecuencia de una estrategia que ha asustado incluso a sus antiguos aliados de Europa central y del Este. La Polonia de Donald Tusk, que ya aspira a codearse con los socios más veteranos y poderosos de la UE, ya le ha dejado claro a Cameron que no apoyará ningún plan destinado a sabotear la integración europea. Y en otras capitales del Este la única duda sobre el proyecto europeo es decidir la fecha para ingresar en la Unión Monetaria que tanto espanta a Londres.

La soledad de Cameron no es menor en la parte occidental del continente. El pasado viernes, en la cumbre británico-francesa, el presidente francés, François Hollande, se desmarcó del empeño de Cameron de emprender una reforma de los Tratados de la UEpara renacionalizar ciertas políticas.

“No es una prioridad”, zanjó Hollande, consciente de que esa reforma le obligaría a convocar también un referéndum para su ratificación. “No se puede esperar que el ejemplo de un socio [de convocar un referéndum] tenga que ser seguido por todos”, advirtió Hollande a su anfitrión.

La única esperanza de Cameron se llama Angela Merkel, partidaria también de reformar el Tratado para redoblar la disciplina presupuestaria y blindar legalmente la unión bancaria frente al Tribunal Constitucional de su país. Pero la canciller alemana gobierna en coalición con los socialdemócratas, poco proclives a las intenciones de Cameron y Merkel de aprovechar la ocasión para quitar competencias a la Comisión Europea.

De modo que el premier británico tendrá que arrostrar sin ayuda una pérdida de influencia provocada por una combinación de factores en la que sus propios errores solo han sido la puntilla. El aislamiento de Londres comenzó tan pronto como el eje franco-alemán y otros nueve socios, entre ellos España, pusieron en marcha el euro el 1 de enero de 1999.

Desde entonces, los sucesivos gobiernos británicos han observado con tanta inquietud como impotencia la profundización de un proyecto que ha acabado superponiéndose a las antiguas estructuras de la UE en las que tienen presencia los británicos.

Esa evolución se percibe claramente en la legislación sobre los mercados financieros, un área donde Londres parecía disfrutar de un veto tácito que, para estupor de la City, ya no reconocen el resto de socios.

Las derrotas de Reino Unido en ese terreno se suceden una tras otra, tanto en el Consejo de Ministros de la UE como en Parlamento Europeo (donde los eurodiputados de Cameron militan en un grupo residual, fuera del Partido Popular Europeo).

Londres intenta contrarrestar esos batacazos mediante recursos ante el Tribunal de la UE. Pero esa vía también parece cegada: el mes pasado, los jueces rechazaron el recurso contra la autoridad de Bruselas para prohibir en ciertos casos las ventas al descubierto en los mercados bursátiles, incluso si la autoridad nacional no quiere. De poco le sirvió a Cameron que el juicio, celebrado en Luxemburgo, fuera en inglés.

A contraluz

El grupo Monti amenaza el cheque británico

El Parlamento Europeo nombró la semana pasada a Mario Monti presidente del grupo de Alto Nivel encargado de estudiar la refomra del sistema de financiación de la UE.

El objetivo es llegar a un sistema de contribuciones nacionales que sea “sencillo, transparente y equitativo”, según el acuerdo alcanzado el año pasado por los Estados tras la firma del último marco presupuestario (2014-2020). En ese nuevo diseño no parecen tener cabida la miríada de excepciones, compensaciones y contracompensaciones que agujerean los actuales presupuestos. Muchas de esas anomalías se derivan del llamado cheque británico o rebaja en su contribución al presupuesto que Londres disfruta desde hace 30 años, a pesar de que según los cálculos de la Comisión Europea ya no está justificada.

Bruselas lleva años intentando suprimir el cheque, pero la aprobación de los presupuestos por unanimidad ha permitido a Londres vetar cualquier propuesta en ese sentido. Pero la ofensiva parece ganar altura con la presencia de Monti al frente de un Grupo de trabajo cuyas propuestas serán debatidas en 2016. Justo a tiempo para amargarle a Cameron su referéndum de 2017 sobre la pertenencia al club, si llegara a celebrarse.

¿Adiós a la libra en 2917?

El referéndum prometido por David Cameron pretende resolver en 2017 de una vez por todas la tensa relación entre los británicos y la UE. La intención del primer ministro británico era celebrar la consulta tras lograr una reforma de la organización de la Unión, para poder defender el Sí a la continuidad del Reino Unido en el club. Pero Londres empieza a admitir que, sea cual sea el resultado, el status quo (pertenencia al mercado común, pero con otra moneda) parece insostenible. Y que dentro de cuatro años, si llega a celebrarse el referéndum, la alternativa más probable será entre salir de la UE o integrarse del todo, incluida la adopción del euro y la desaparición de la libra esterlina.

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