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Editorial

La economía española inicia el deshielo

El Banco de España certificó ayer el fin de la recesión económica en España. El supervisor calcula que el PIB creció un 0,1% el tercer trimestre del año –con respecto al segundo– y rompió así el invierno económico más largo y más duro de la democracia. Según esa estimación, que irá seguida la semana que viene del dato adelantado que proporciona el INE, España se ha unido ya a países como Irlanda, Francia, Portugal, Dinamarca, Finlandia o República Checa, que han dejado atrás sus propios y severos periodos de recesión. Los dos motores que han propiciado ese crecimiento han sido el sector exterior –que sigue exhibiendo una sólida y meritoria fortaleza– y un “pequeño avance” en el consumo. A ello hay que sumar el dato que el supervisor ofrece sobre el empleo, del que asegura que ha sufrido una moderación “sustancial” en su ritmo de caída. De confirmarse también esa apreciación, que hoy debe certificar la EPA, supondría la tasa de destrucción de empleo “menos desfavorable” desde el estallido de la crisis.

El informe del Banco de España confirma –y se congratula por ello– la moderación que han experimentado los salarios, una condición insistentemente reclamada por el supervisor como indispensable para que la esperada recuperación pueda trasladarse cuanto antes al empleo. Tanto la rebaja de las retribuciones como la flexibilidad y el abaratamiento de los despidos se han convertido en dos poderosos incentivos para que las empresas vuelvan a contratar. No en vano, el fortalecimiento del consumo hará que tarde o temprano las empresas se vean obligadas a redimensionar sus plantillas al alza, del mismo modo que la caída de la demanda las ha llevado a tener que reajustarlas a la baja.

Pese a que los signos de mejora que se aprecian en nuestra economía son reales, resulta importante advertir que la recuperación es un proceso lento y difícil, cuyos frutos tardarán en apreciarse en los hogares. El fin de la recesión no es casualidad, sino resultado del durísimo esfuerzo que España –que los españoles– ha llevado a cabo en materia de ajuste fiscal y del apoyo que ha supuesto la actuación en el mercado del Banco Central Europeo. Pese a ello, los deberes están lejos de haber finalizado. El Gobierno debe seguir adelante con su programa de reformas y ajustar la estrategia de estas a las necesidades de la actual coyuntura económica. Es el caso, por ejemplo, de la reforma fiscal, que no solo tiene que adecuarse al inminente cambio de modelo de la financiación autonómica, sino que debe utilizarse para mejorar el marco fiscal de algunas actividades productivas. Lo mismo puede decirse de la necesidad de seguir con una política de control del gasto público que ha de contribuir a sanear la economía y a prepararla para el futuro.

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