Alaska no era Texas
Extraer petróleo y gas en el Ártico ha resultado ser 100% más caro que en zonas accesibles
La petrolera Shell, uno de los gigantes del sector, lleva invertidos 4.000 millones de dólares en el Ártico, la que promete ser la región más jugosa para extraer petróleo en los próximos años.
Aunque no hay cálculos certeros de cuánto crudo queda en el planeta para mantener el actual ritmo económico de los países industrializados, al que ahora se suman los emergentes, las compañías sí saben que esta tierra helada sin explorar promete reservas lo suficientemente grandes como para arriesgarse a buscarlas.
Según la Agencia de Información de Energía estadounidense, el Ártico esconde el 13% de las reservas mundiales de crudo y el 30% de gas.
“Pero considerar estas fuentes comercialmente viables es reciente por su dificultad y sus elevados costes, pese al tamaño del área”, según este organismo, que estima el coste para extraer gas y petróleo frente a las costas de Alaska entre un 50% y un 100% más caro que proyectos similares en Texas.
Un derrame entre bloques de hielo sería más difícil de contener y limpiar que en mar abierto, según los expertos
Shell anunció a finales de febrero pasado la suspensión de sus operaciones en los mares de Beaufort y Chukchi, en Alaska, después de que su plataforma Kulluk sufriera un accidente a causa de “las extremas condiciones climáticas”, según la compañía.
Esta plataforma y el segundo equipo de perforación Noble Discoverer serán remolcadas a Asia para su mantenimiento y reparación.
Las petroleras disponen de cuatro meses al año en invierno para sus operaciones de exploración en esta región, pero tras la última campaña, varias de ellas, como la noruega Statoil y la estadounidense ExxonMobil, anunciaron que se dan una pausa en el Ártico. Todas reconocen que la búsqueda de petróleo en esta zona es estratégica, pero a largo plazo.
“Los resultados son alentadores para el futuro de los recursos hallados, y la reforma fiscal aprobada recientemente es un factor clave para asegurar el desarrollo del proyecto, dado que las condiciones climáticas extremas y su ubicación remota llevan aparejados elevados costes”, comentan en Repsol.
La pausa de Shell en aguas árticas, un aviso a la industria
Que un gigante como Shell haya paralizado por el momento la exploración en el Ártico es un mensaje para el resto de la industria, interpretan los expertos.
A medida que las reservas de crudo escasean, la búsqueda de crudo avanza hacia lugares cada vez más remotos, pero no será fácil acceder a determinados espacios, como la zona helada del Ártico.
La propia compañía reconoce que necesita “conocimientos especiales, alta tecnología y una comprensión más profunda de sensibilidades ambientales y sociales únicas en la región”.
La petrolera española tiene licencia sobre 93 bloques en el mar de Chukchi, 71 en el mar de Beaufort y 207 en el north slope, una enorme extensión de tierra frente a Chukchi, “especialmente prometedora, que ha demostrado ser rica en petróleo y cuenta con un bajo riesgo exploratorio”, cuentan en la compañía.
Así, la parada de estos gigantes es solo técnica, no abandonan.
“La decisión de hacer una pausa en 2013 dará a la compañía tiempo para asegurar la disposición de todos sus equipos y personas que trabajan en el programa de exploración y explotación”, comentan en Shell.
El sector gana tiempo para adaptar sus equipos a las extremas condiciones climáticas, la peor calidad del suelo respecto a los pozos en tierra firme para evitar que las plataformas se hundan, y los elevados salarios que suelen pagarse a los operarios que acuden a zonas remotas y aisladas.
Los expertos auguran que la búsqueda de gas será aun más complicada que la exploración de crudo. “Aunque el Ártico es rico en gas, su extracción podría verse impedida por el bajo precio del gas natural respecto al petróleo. Además, los usuarios viven lejos de la región y los costes de transporte son mayores que los del petróleo y el gas líquidos”, matiza la Agencia de Información de Energía estadounidense.
El último escollo es legal. El Ártico es una tarta cuya soberanía comparten los países ribereños, todos interesados en sacar hidrocarburos de su suelo. Canadá, Dinamarca (Groenlandia), Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia, Suecia y Estados Unidos se reparten el control sobre el norte de esta tierra helada.
Según la legislación internacional, estos países tienen derechos exclusivos hasta 200 millas náuticas de su costa, y algunas de ellas ya han protagonizado alguna pelea pública por arañar estos límites.
El interrogante pendiente es hasta dónde esta tierra inhóspita se verá afectada por el cambio climático, un fenómeno que poco a poco deshace el hielo que la cubre, convirtiendo sus aguas heladas en rutas navegables durante varios meses en verano.
Los expertos también advierten de que un derrame en esa zona “sería mucho más difícil de contener y de limpiar entre bloques de hielo que en zonas de mar abierto”, concluyen en el organismo estadounidense.
Sin hablar del coste de limpiar un vertido de crudo en estas aguas. A British Petroleum, el vertido de su plataforma Deepwater Horizon en el golfo de México le costó más de 60.000 millones de dólares.