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Columna
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La responsabilidad de la deuda de Japón

El gobierno de Japón está hasta el cuello de deudas. Eso sí, no se debe a que haya despilfarrado, sino a que las empresas japonesas se han estado desapalancando durante mucho tiempo. Si las políticas del primer ministro Shinzo Abe reavivan la inversión privada, el historial del gobierno sugiere que se tendrán que apretarse el cinturón.

En cualquier economía, si el sector privado aumenta el ahorro, el gobierno tiene que endeudarse, o el superávit de la cuenta corriente debe aumentar. En el caso de Japón, la deflación ha llevado a las empresas a recortar sus inversiones y el Estado ha cargado con el problema. Entre 1998 y 2012, el sector empresarial ahorró 373 billones de yenes (unos 3.600 millones de dólares). Durante el mismo período, el gobierno acumuló un déficit de 446 billones de yenes. La diferencia entre ambos ha sido solo de 73 billones de yenes, un 1% del PIB anual durante 15 años. Eso no suena a irresponsabilidad presupuestaria.

Si la estrategia del primer ministro, consigue fomentar la inversión empresarial, el gobierno tendrá que forzarse a vivir dentro de sus posibilidades. La historia sugiere que ambas cosas son posibles. El ritmo trimestral de la inversión fija de las empresas japonesas aumentó un 16% entre finales de 2003 y finales de 2007. En el mismo período, el gobierno recortó el déficit gracias a una reducción del 28% en el gasto en obras públicas.

Si las políticas de Shinzo Abe consiguen reavivar la inversión, el gobierno tendrá que apretarse el cinturón

¿Puede volver a ocurrir? La inversión empresarial japonesa en el primer trimestre fue un 17% más baja que hace cinco años, por lo que hay margen de mejora. En una sociedad envejecida, será difícil reducir el 26% el gasto en bienestar social y pensiones. Sin embargo, puede aumentar los impuestos. Si Japón hubiera incrementado su recaudación tributaria hasta el 35% del PIB, el déficit presupuestario de 37 billones de yenes del año pasado habría desaparecido.

Harán falta años de crecimiento y un menor endeudamiento para reducir la enorme deuda pública de Tokio –del 237% del PIB el año pasado. Si Abe lo logrará o no depende tanto de la respuesta de las empresas japonesas como del gobierno.

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