La generación Europarl llega al poder en las capitales
El Parlamento Europeo empieza a dejar atrás su etiqueta de “cementerio de elefantes” para transformarse en un vivero de políticos que desde Bruselas y Estrasburgo saltan a lo más alto de sus respectivos países o de las instituciones comunitarias. La tendencia se aprecia claramente en el norte de Europa. Pero parece llamada a generalizarse como consecuencia de la creciente influencia de la Eurocámara en el proceso legislativo europeo y su consiguiente protagonismo.
Todavía hay partidos políticos, incluidos algunos españoles, que utilizan la Eurocámara como aparcamiento de lujo para los dirigentes que no han podido abrirse un hueco en la escena nacional. Pero esa negligencia sale cada vez más cara porque se cede a otros países o formaciones el control de proyectos legales con repercusión económica y social en toda la Unión Europea. Los más veteranos del Parlamento aseguran que el cambio de perfil en el hemiciclo es cada vez más evidente. Y lo atribuyen, entre otros factores, al hecho de que en algunos países, sobre todo en los nórdicos, las juventudes de los partidos potencian la participación de sus miembros en la política europea.
Alex Stubb (1968) es una de las figuras más representativas de la nueva generación Europarl(amentaria). Políglota (su página web está en seis idiomas), tuitero empedernido y autoproclamado friki de la UE, ocupa el Ministerio de Asuntos Europeos de Finlandia tras su paso por la Eurocámara y por la Embajada de su país en la UE. Y por edad y talante, su carrera está lejos de haber concluido.
Esa trayectoria de Bruselas a la política nacional se repite cada vez más a menudo. Con una precisión: los escaños europeos no sirven solo de catapulta a los políticos europeístas, sino también a los partidarios de la desintegración, como Nigel Farage, líder de UK Independence, o Timo Soini, de Verdaderos Finlandeses. Las fuentes consultadas en el Parlamento coinciden en que el eurodiputado tiene cada vez un mayor recorrido, que suele desembocar en la capital de su país o en altos cargos de la Comisión Europea u otros organismos comunitarios.
Y el pistoletazo de salida cada vez es más temprano, porque algunas de las figuras más prominentes de la escena actual se fajaron en Bruselas como asistentes de eurodiputados. Un cargo en la sombra reservado normalmente a los cachorros, pero del que depende en gran parte el éxito o fracaso de sus respectivos parlamentarios. Los asistentes ganan rápidamente una experiencia política internacional que les reporta un bagaje de contactos (y de idiomas) que otros compañeros tal vez tarden años o décadas en cosechar.
En esa retaguardia de lujo se inició el socialista Jeroen Dijsselbloem, ministro de Finanzas de Holanda y presidente del Eurogrupo (Consejo de Ministros de Economía de la eurozona). Y la misma plaza ocupó Eduardo Madina, figura emergente del socialismo español. Con todo, el trasvase político desde Bruselas llega con menos caudal a los socios de la UE más grandes, probablemente porque la agenda nacional colma el interés de la opinión pública. Y España, en concreto, es uno de los países donde muchos políticos equiparan Estrasburgo con una condena al ostracismo.
Pero el goteo desde la capital comunitaria también llega ya a esos terrenos menos propicios. El nuevo primer ministro italiano, Enrico Letta (1966), estuvo al frente de las juventudes del Partido Popular Europeo y fue eurodiputado entre 2004 y 2006. En el Gobierno español, el titular de Exteriores, José Manuel García-Margallo, ocupó la vicepresidencia de la Comisión de Asuntos Económicos del Parlamento Europeo. Y el secretario de Estado, Íñigo Méndez de Vigo, hizo toda su carrera política en Bruselas. In cluso en un país tan euroescéptico como Rei no Unido, el antiguo eurodiputado libe ral Nick Clegg ocupa la vicepresidencia del Gobierno de David Cameron.
En Bruselas no se oculta la satisfacción por esta revalorización de los escaños europeos. Y se espera que los partidos tomen en cuenta que la Eurocámara ya dispone de poderes reales y efectivos cuando elaboren las listas para las elecciones europeas de mayo de 2014.
Para reforzar la trascendencia política de la próxima cita con las urnas, la Comisión Europea ha propuesto que los partidos políticos designen por adelantado y a nivel europeo su candidato a presidir el organismo comunitario. Si la propuesta sale adelante, como parece probable, el próximo presidente de la Comisión será un eurodiputado. Aunque solo sea por un día.