Una ecuación que Europa debe resolver
El Banco de España confirmó ayer que las constantes vitales de la economía española siguen bajo mínimos, pese a que la contracción se ha atenuado ligeramente en el primer trimestre del año. El organismo que preside Luis María Linde señalaba que la caída de la actividad ha pasado del 0,8% del trimestre anterior al 0,5% y resaltaba también que no hay indicios que permitan vislumbrar una pronta recuperación del consumo en los hogares españoles. Esta última predicción no es de extrañar, dado el oscuro clima económico en que estamos inmersos, pero constituye una –y ya son muchas– pésima noticia para nuestro país. Sin consumo no hay economía que pueda crecer, y sin crecer no es posible crear empleo. La férrea tozudez de esta ecuación debe conjugarse con la igualmente férrea necesidad que tiene España de reducir el déficit público. Pese a la euforia que vivieron ayer los mercados –en una jornada en que nuestra prima de riesgo llegó a niveles anteriores a la crisis–, las cifras de la economía española no se corresponden con la buena evolución que vive en este momento el bono español. Se trata de un desajuste que es necesario corregir a través del saneamiento constante y decidido de las cuentas públicas.
Desde Bruselas comienzan a llegar voces que, sin cuestionar esa obligación de avanzar hacia el ajuste fiscal, comienzan a abogar por poner en marcha también incentivos al crecimiento económico. En esa línea hay que encuadrar las declaraciones de José Manuel Durão Barroso, quien el pasado lunes señaló que las políticas de austeridad han llegado “a su límite”, en alusión no solo a los malos datos macroeconómicos de buena parte de los socios del euro, sino especialmente al malestar creciente de los ciudadanos comunitarios. No es la primera vez que se reclaman medidas para sentar las bases del futuro económico de Europa, pero cada vez hay más señales que apuntan a esa misma dirección. Los datos del índice PMI en Alemania, que mide la actividad manufacturera y de servicios, revelaban ayer que el sector privado germano se contrajo en abril por primera vez en cinco meses.
Ello no solo sugiere que la enfermedad que ha asolado a las economías periféricas comienza a acercarse al corazón de Europa, sino que podría propiciar una grieta en el dogmatismo de Berlín sobre la austeridad. Con ese panorama de fondo, el reto para Bruselas y los Gobiernos europeos está en saber conjugar con habilidad de equilibrista las políticas de reducción de déficit y deuda pública con la puesta en marcha de medidas que allanen el camino al crecimiento económico. Una ecuación difícil de resolver y que Mariano Rajoy tendrá oportunidad de afrontar el próximo viernes, cuando presente la nueva batería de reformas económicas para sacar a España de la difícil y oscura coyuntura en la que está inmersa.