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¿Hay que olvidarse de la prima de riesgo?

La prima de riesgo ha sido termómetro perfecto de la crisis del euro, pues ningún otro indicador ha reflejado mejor los movimientos del dinero: del Sur al Norte de la zona euro. Vender deuda española y comprar alemana. No tanto por una inminente ruptura del euro (aunque sí ha habido episodios en los que ha sido una posibilidad) sino por la convicción de que la fragmentación del mercado (ligada a dicho riesgo de ruptura) iría para largo. Y convenía más tener el dinero a buen recaudo que sufrir por la rentabilidad extra que daban España e Italia.

Pero la larga mano del BCE y, ahora, del Banco de Japón, está cambiado las cosas. El siguiente gráfico muestra las dos regresiones entre el valor del bono español (eje vertical) y el bono alemán (eje horizontal). La primera muestra de datos (arriba) corresponde a 2012 y la otra a lo que va de 2013.

La línea central indica la relación media entre las dos series de datos (bono español y alemán). En 2012 es negativa, esto es, cuanto más alto está el bono español, más bajo tiende a estar el alemán, y por eso la curva es descendente. Esto, además, es coherente con la operativa citada antes: corto de España, largo de Alemania. En 2013 la curva es ascendente y la tendencia positiva, si bien la muestra es mucho menor. Esto quiere decir que, ccuanto más alto está el bono español, más lo está el alemán también. 

¿Qué tiene que ver esto con la prima de riesgo? Si los dos valores evolucionan más o menos a la par, la prima de riesgo no es tanto termómetro. Por ejemplo, la semana pasada el bono español redujo su rentabilidad 25 puntos básicos, mientras el alemán, 10. Así, la prima de riesgo reflejó una caída de 15 puntos básicos, pero el alivio sobre los costes de financiación fue casi del doble. Con lo cual, sí, quizá el coste de la deuda vuelva a ser mejor termómetro que la prima de riesgo. 

Ahora bien, el cambio de modelo, por lo demás, tiene dos consecuencias: una buena y otra no tanto. La buena es que el rescate de España está más lejos, que los costes de financiación son menores y que la ruptura del euro no está sobre la mesa. La menos buena es que, dados estos factores, el mercado aún exige a España 300 puntos más por financiarse a largo plazo. 

Algo normal: los motivos que hay detrás de esta mejora no tienen que ver con un cambio de la percepción sobre España. Por un lado, el BCE ha prometido no dejar que se rompa el euro y, por otro, el Banco de Japón ha puesto en marcha la impresora. Su ambicioso programa de estímulos monetarios incluye compras de deuda a largo plazo, y por eso la reacción positiva ha llegado al bono español a 10 años. Pero todo ha sido a consecuencia de decisiones de política monetaria. 

Así que, al igual que sucedió hace exactamente un año, los bancos centrales están sosteniendo nuestra prima de riesgo y alejando los fantasmas. Pero no de modo definitivo. Hace exactamente un año, aquella tontería del Gobierno de retrasar el presupuesto por las elecciones andaluzas, junto con la pésima gestión del agujero de Bankia nos devolvieron a los pies de los caballos. En este 2013 el Gobierno ya ha enfadado a Bruselas con las mentirijillas de Montoro con el déficit. Así que, hoy por hoy, la prima de riesgo no es tan relevante como era. Pero puede volver a serlo en cualquier momento.

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