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Editorial

Remover los obstáculos a la movilidad

Los registros de la Agencia Tributaria revelan que solo 100.000 personas con empleo en 2011 cambiaron de domicilio fiscal más allá de los límites de su comunidad autónoma, lo que demuestra la limitación de un fenómeno laboral tan común en otros países como la movilidad. Los datos de 2011 pueden estar condicionados por la escasa agitación de la contratación, dado que la crisis económica mantenía altos niveles de presión sobre el mercado de trabajo. Pero se antoja muy poco dinámico geográficamente si solo el 0,5% de los perceptores de renta por cuenta ajena ha cambiado su domicilio fiscal una vez en el ejercicio. De hecho, el colectivo de españoles residentes en el extranjero en 2012 demuestra un crecimiento incluso superior que el de personas con movilidad intercomunitaria en el país. Con otras palabras, y salvando circunstancias como que no todo el crecimiento del colectivo de españoles empadronado en el extranjero en 2012 (unas 114.000 personas según el INE) lo haya hecho por motivos laborales, puede aventurarse que los españoles han encontrado más atractivo en salir de su país en busca de una oportunidad laboral que en traspasar la frontera provinciana de su comunidad autónoma.

Los datos que proporciona la encuesta de población activa sobre la movilidad geográfica a la que están dispuestos los desempleados sorprenden por la ausencia de dinamismo. Las circunstancias han cambiado en los últimos años: pero en 2004, última vez en que se sometió a la respuesta de la gente, solo uno de cada cuatro demandantes de empleo estaba dispuesto a cambiar de residencia, ni siquiera a ir a otra comunidad autónoma, para disponer de un empleo. De otra forma: tres de cada cuatro parados preferían seguir en desempleo a tener que cambiar de residencia para lograr un puesto de trabajo.

Las circunstancias hoy no son las mismas. La presión de la crisis es muy fuerte y los niveles de necesidad del colectivo de desempleados se han incrementado notablemente respecto a los primeros años del siglo, y de hecho la aceptación de remuneraciones inferiores se ha convertido en moneda común incluso para conservar el empleo en la misma empresa. Pero siguen existiendo desincentivos a la búsqueda de trabajo más allá del lugar de residencia, que tienen mucho que ver con los altos costes de la vivienda (sea en propiedad o en alquiler), así como con el abaratamiento del factor trabajo (salarios).

La existencia de barreras intangibles que impidan la unidad de mercado entre unas comunidades y otras no deben despreciarse. Pero son las físicas, las que tienen que ver con la vivienda o la escolarización infantil, las que deben ser combatidas por la regulación, amén de disponer de tratos fiscales similares, o al menos no discriminatorios, para atraer nuevos empleos y nuevas inversiones.

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