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Nunca es tarde para que un padre haga el indio

Los padres fueron niños una vez, y cuando se estrenan en la paternidad saltan como un resorte en su memoria los juegos con los que más disfrutaron en su infancia. Y qué mejor que compartirlos con sus hijos. La industria del juguete ha estado atenta para aprovechar esa nostalgia en la reedición de juegos clásicos, una fiesta del revival que ha llegado de nuevo a las tiendas y ha vuelto a convertir en estrellas infantiles al Cinexín, el fuerte de Comansi, los trenes de Powertrain o el cubo de Rubik.

Otros juegos no han llegado a morir nunca, como los Clics de Playmobil, las construcciones de Lego, Magia Borrás, aviones y coches teledirigidos o, por supuesto, el Scalextric, que en 2012 celebró 50 años gracias, entre otras razones, a padres que lo quisieron de niños, no lo tuvieron y encuentran en sus hijos el testigo idóneo para hacerse con él.

“Las madres dicen de los padres que ya están pensando en el Scalextric que van a comprar al bebé cuando aún no ha nacido”, cuenta divertida María Costa, que dirige la unidad de investigación infantil y de ocio del Centro Tecnológico del Juguete de Ibi, en Alicante, donde se estudia la calidad de los juguetes y se organizan reuniones con padres para conocer qué piden a los juegos y qué les impulsa a comprar uno u otro.

‘BACK TO THE FUTURE’

En el sector llaman a esta tendencia Back to the future, como la comedia de ciencia ficción producida por Steven Spielberg a mediados de los ochenta. Entre los juegos atemporales que no han dejado de producirse y otros que se reeditan representan el 50% de las ventas en España. “En ambos casos los adultos siempre participan, es una forma de jugar en familia, clave en la relación y comunicación entre padres e hijos”, explica Costa.

Operación fue uno de los superventas de esta Navidad

Montar juntos el circuito del Scalextric o jugar a indios y vaqueros con el fuerte que Comansi se inventó en los setenta son algunos ejemplos de ocio intergeneracional. “Nos dimos cuenta de que la marca se había conocido sobre todo por el fuerte, así que en 2011 lanzamos el juego en una versión renovada como forma de llegar no solo a los niños, sino también a los adultos”, señala Aidé Gómez, jefa de producto de Comansi. La reedición tuvo un éxito sensacional: las ventas del fuerte tradicional aumentaron un 91% respecto a los últimos cuatro años. Entre otras razones, porque “con la crisis los padres quieren tener un producto del que disfrutaban de pequeños porque les recuerda tiempos mejores”.

Los progenitores recurren a los juguetes con los que ellos se entretuvieron como una alternativa a los juegos digitales y videojuegos, reyes del entretenimiento infantil actual. “O se conectan y juegan en red, o muchos juegos de ordenador son para un solo jugador; por eso se me ocurrió regalar a mis sobrinos la Fuga de Colditz, uno de mis preferidos cuando era pequeño, para que se divirtieran en grupo”, dice Ignacio Barba, de 38 años, también padre.

Este famoso juego de mesa de estrategia inspirado en una serie de televisión de los setenta reta a los participantes a escapar de la prisión germana de Colditz durante la Segunda Guerra Mundial. En él “podrás asumir el papel de las fuerzas de seguridad alemanas o ponerte en la piel de uno de los oficiales responsables de los intentos de fuga de su grupo de prisioneros”, sugiere la web de Devir, distribuidora del juego.

De no ser por esta vuelta al pasado de los progenitores, los niños de ahora no conocerían estos juegos, “que además tienen la ventaja de que son físicos y generan una relación verbal entre padres e hijos mucho mayor”, matiza Costa. Otros como Operación –en el que hay que sacar con pinzas los órganos del cuerpo de un enfermo sin tocarlo para que no pite– y Monopoly figuraron entre los más vendidos de la campaña de Navidad del año pasado.

Pero esta vuelta a los juegos y juguetes de antaño no es un fenómeno nuevo. “Siempre se ha dado, es recurrente. Los que han sido niños, luego son padres, y cuando guardas gratamente en la memoria los juegos de tu infancia, quieres que tus hijos también los disfruten”, afirma el presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes, José Antonio Pastor, para quien este efecto retro está compensando en parte la caída de ventas de juguetes, tocada por la crisis como todos los sectores.

Quizá sea esta tradición de recuperar lo antiguo una de las razones por las que siguen llegando juguetes rotos al Hospital del Juguete de Madrid. Su propietario, Antonio Martínez, heredó el negocio en los ochenta de su padre, un fabricante que se recicló en restaurador cuando el plástico entró en España a principios de los años cincuenta y acabó con la fabricación de piezas de madera. “Hubo que hacer muchas variaciones en las fábricas e invertir mucho dinero, le dio miedo y se pasó a la restauración”, comenta Antonio, mientras enseña un enorme almacén lleno de cajas que contienen coches y camiones teledirigidos, barcos de vela, juegos de construcciones Lego e incluso una muñeca mecánica de 1890.

“Aquí viene mucha gente que quiere arreglar juguetes que ellos tuvieron para regalárselos a sus hijos”, dice al tiempo que señala uno de los últimos encargos: la réplica de una moto BMW 100 de los años setenta con marchas, luces traseras, sonido y hasta señal de peligro, de un padre que quiere ofrecérsela a su hijo.

En otras ocasiones le visitan abuelos. “Esta locomotora es de un cliente que quiere arreglarla porque con ella jugó su hijo y le gustaría que ahora la disfrutase su nieto”, añade Martínez, probablemente uno de los últimos artesanos que puede devolver a la vida juguetes de todo tipo. Muchos de los que le llegan son tan antiguos que ya no tienen piezas de recambio en el mercado, así que él las fabrica de nuevo. “Gracias a esos encargos seguimos trabajando, porque algunos juguetes de ahora son tan frágiles que resulta más caro arreglarlos cuando se rompen que comprar uno nuevo”.

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