Un avance de primera magnitud
La aplicación de las normas de Basilea III a los bancos europeosel 1 de enero de 2014 pretende reforzar la solidez y transparencia del sistema financiero. Michel Barnier considera que el próximo paso es que la normativa sea adoptada por el resto del mundo.
Esta semana hemos dado un gran paso adelante para hacer que los 8.200 bancos de Europa sean más sólidos y más transparentes! Tras 19 meses de negociaciones, los ministros de Hacienda de la UE (Unión Europea) han aprobado el nuevo pacto para los bancos, poniendo en práctica las normas de Basilea III para Europa. Esta es una buena noticia para los ciudadanos europeos de la cual debemos congratularnos.
Al aplicar las normas de Basilea III a los 8 200 bancos europeos, vamos a cumplir uno de nuestros principales compromisos en el G-20. Pero, por encima de todo, estamos consiguiendo aprender de las consecuencias de las crisis sucesivas, reforzando la solidez de los bancos, que deberán tener más liquidez y fondos propios de mejor calidad, para que puedan absorber futuros choques. Los 27 ministros de Hacienda de la UE lo han apoyado.
El alcance de este acuerdo justifica las largas negociaciones que hemos tenido: 19 meses desde mi propuesta, que han sido necesarios para pulir los detalles de este texto, adaptarlo al contexto europeo, cerciorarse de su conformidad con las normas de Basilea III y, finalmente, comprobar en detalle que se ajustaba a nuestro principal objetivo: hacer que el sector bancario pudiera seguir financiando la economía real y contribuir a la salida de la crisis. Es conveniente recordar que los bancos han estado en el centro de la crisis financiera a la que se enfrenta la economía mundial desde 2008.
Debemos extraer enseñanzas de esta experiencia y no repetir los errores del pasado. La crisis financiera ha golpeado duramente a las familias y empresas europeas y no podemos permitir que la actuación de algunos operadores financieros comprometa nuestra prosperidad. Desde el inicio de la crisis, y a fin de restablecer la estabilidad del sector bancario y garantizar el flujo de crédito a la economía real, la UE y sus Estados miembros han adoptado una serie de medidas sin precedentes cuyo coste ha repercutido en definitiva sobre el contribuyente.
Por tanto, dado este contexto, no puedo sino alegrarme de que el mismo Comité de Basilea decidiera, a principios de enero, modificar sus normas para acercarlas a nuestra propuesta, en particular, aceptando una aplicación gradual del recientísimo coeficiente de cobertura de liquidez entre 2015 y 2019. Por primera vez, vamos a tener una norma mundial sobre la liquidez de los bancos que, en el futuro, permitirá evitar situaciones similares a la de Lehman Brothers, cuya falta de liquidez llevó a su catastrófico colapso que todos recordamos.
Desde el inicio del trabajo legislativo tuvimos mucho cuidado en actuar con cautela y determinación, sin dejarnos impresionar por todos aquellos que querían mitigar el endurecimiento de las reglas y bloquear esta reforma global, ya aplicada en una decena de países como Sudáfrica, Canadá, India, o Suiza, cuyas economías, a mi entender, siguen estando debidamente financiadas.
Estoy convencido de que Europa, igual que estos países, necesita esta reforma. Más allá de las normas sobre liquidez y del aumento de los fondos propios, que actuará como un «colchón de seguridad» contra las crisis, la reforma establece un coeficiente de apalancamiento entre el capital y los activos, así como una mejor consideración de los riesgos de contrapartida relacionados con la exposición a los productos derivados. Las competencias de los supervisores nacionales aumentarán y estos podrán pedir a los bancos que plieguen velas en caso de una burbuja especulativa comparable a las que hemos conocido en los sectores de internet o de la construcción, en determinados países europeos.
La UE está yendo más allá de lo que le exigen sus compromisos en el G-20. Las primas de los banqueros deberán moderarse para limitar la tentación de asumir riesgos excesivos. Quiero felicitar expresamente al Parlamento Europeo, que supo resistir sobre este punto para imponer un límite a las primas con respecto a las remuneraciones fijas. Los consejos de administración deberán pedir a los directivos que rindan más cuentas, especialmente en lo que se refiere a la exposición al riesgo, y los bancos tendrán que revelar la información fiscal para cada país en el que operen. En mi opinión, las jurisprudencias de otros países del G-20 deberían seguir el ejemplo de la UE en estas materias para garantizar que las normas sean más convergentes en diferentes partes del mundo.
Quiero resaltar un aspecto esencial: estos avances normativos pretenden abarcar todo el mercado único de los 27 Estados miembros. Nos permitirán sentar las bases de un «código único» para incluir también otras reglas que estamos reforzando actualmente, como las disposiciones sobre protección de depósitos, que ya están garantizados hasta un máximo de 100 000 euros por depositante en todos los Estados miembros, o las disposiciones relativas a los instrumentos de resolución de las crisis bancarias, para no tener que recurrir a los contribuyentes, en caso de dificultades de los bancos.
Más allá del mercado único, es indispensable que consigamos una aplicación homogénea de las normas a escala mundial. Solo la convergencia reglamentaria permitirá evitar el riesgo de arbitraje, así como promover la estabilidad financiera. Necesitamos indudablemente reflexionar sobre la manera de reforzar la gobernanza mundial en materia de servicios financieros, y, en particular, la regulación de los bancos, para tener garantías más sólidas de que todos aplican realmente los compromisos asumidos en el G-20.
La Unión Europea cumplirá su compromiso y aplicará Basilea III del 1 de enero de 2014 en adelante. Esperamos que los Estados Unidos hagan lo mismo. Esta cuestión fue central en mi reciente visita a Washington y Nueva York, durante la cual mis interlocutores me manifestaron su determinación de aplicar plenamente Basilea III en los próximos meses. Europa y los Estados Unidos deben avanzar juntos en la aplicación de las nuevas normas, con un espíritu de mutua confianza. Este es el precio que debemos pagar para que vuelva, de forma duradera, la estabilidad financiera.
Michel Barnier es miembro de la Comisión Europea responsable del Mercado Interior y de los Servicios.