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Columna
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La UE, contra el cortoplacismo

La paciencia es una virtud perdida entre muchos inversores, especialmente en los inversores de capital privado. Los críticos dicen que su obsesión por las ganancias a corto plazo presiona a los gestores para priorizar los beneficios trimestrales sobre importantes inversiones a largo plazo. En ese cortoplacismo el precio de las acciones puede ir de mínimos ridículos hasta máximos. Entre otros riesgos, pueden crear bucles negativos de retroalimentación en el precio de la acción.

Michel Barnier, comisario europeo para Mercado Interno y Servicios, quiere hacer algo. Una idea es hacer que los derechos a voto de los accionistas dependan de cuánto tiempo han mantenido las acciones. Esto traería más problemas de los que resolvería. Las acciones de doble clase son comunes e incluso gustaron en algunas partes del mundo. Pero una cosa es aceptar que las compañías puedan dar diferentes derechos a diferentes clases de accionistas, y otra distinta sugerir que deban estar obligadas a ello. Además, las estructuras duales de accionistas contradicen el importante principio de que la votación y el valor económico de las acciones debería ser igual, afianzan las gestiones complacientes y podrían reducir la influencia de los accionistas minoritarios.

Pero una segunda vía de actuación, la reelaboración de los derechos a obtener dividendos, es merecedora de atención. La idea es que los accionistas solo deberían recibir dividendos si han mantenido acciones durante el periodo completo por el que se hace el pago. Las acciones que han ido de mano en mano durante el mismo no recibirían nada.

La lógica es firme: solo los accionistas que proporcionen capital para el período en que se emplee deben beneficiarse de los retornos generados. Una medida así mejoraría la alineación de los intereses de los accionistas sin introducir anomalías. También podría permitir mayores dividendos para los inversores leales, si el mismo botín se divide entre menos titulares.

Los críticos más severos del cortoplacismo quieren ver cambios más drásticos. Pero los dividendos de fidelidad podrían ser suficientes para recordar a inversores y empresas las responsabilidades y legítimos beneficios de la propiedad.

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