Mali se convierte en la Grecia de Ashton
A veces, la integración política de Europa se precipita en el lugar más inesperado. En noviembre de 1989, la caída del muro de Berlín desencadenó la reunificación de Alemania y la creación del euro. Dos décadas después, la revisión al alza de las cifras de déficit público en Atenas desató una turbulencia financiera que pudo llevarse por delante la divisa europea.
Para salvarla, los socios de la Unión Monetaria acordaron sufragar las deudas de varios países y aceptar una cesión de soberanía presupuestara sin precedentes.
El mismo proceso puede tener lugar ahora en la política exterior, tras la escalada de violencia en un lugar aparentemente tan remoto y exótico como Mali. La guerra civil y secesionista en ese país africano parecía un asunto de París, como antigua capital colonial hasta la independencia en 1960. Pero la ofensiva rebelde (tuaregs y la franquicia magrebí de Al Qaeda) para tomar la capital, Bamako, ha puesto contra las cuerdas a toda la UE.
Solo la intervención in extremis de París impidió la derrota del gobierno de Malí. Pero ni siquiera Francia, la segunda potencia militar de la UE tras el Reino Unido, parece capaz de zanjar en solitario un conflicto con repercusiones inmediatas en países tan vitales para Europa como Argelia. Si la situación se deteriora, lo más probable es que los socios del club comunitario tendrán que poner en común sus recursos diplomáticos y militares hasta extremos desconocidos, del mismo modo que el descalabro de Grecia obligó a profundizar en la coordinación económica hasta niveles sin precedentes.
Ahora, cada socio de la Unión gestiona su política exterior con arreglo a sus intereses nacionales sin apenas explicaciones al resto. Y en los problemas de alcance global, se parapetan ante la hiperpotencia de unos EE UU dispuestos a enviar marines y B-52s donde hiciera falta. Pero las guerras de Irak y Afganistán han agotado a Washington. Y los intereses internacionales de los socios europeos ya no se pueden deslindar claramente como el período postcolonial.
La intervención francesa en Mali, por ejemplo, provocó la semana pasada el asalto de una gasificadora en Argelia que le ha costado la vida a varios ciudadanos europeos (franceses y británicos), ha afectado al suministro de gas en Italia y ha obligado a la compañía española Cepsa a evacuar urgentemente a sus trabajadores en un país del que procede el 42% del gas consumido en España.
La respuesta a nivel comunitario ante el drama humano y el perjuicio económico ha sido la habitual. Tarde, escasa y descoordinada. La Alta Representante de Política Exterior de la UE, Catherine Ashton, no celebró hasta el pasado jueves una reunión extraordinaria de los ministros de Exteriores para coordinar su actuación. Y en una ironía trágica del destino, la matanza en Argelia se produjo mientras tenía lugar la cita en Bruselas.
Los ministros, según el titular español, José Manuel García Margallo, constataron que "la situación en Mali constituye una amenaza para la supervivencia de ese país; para sus vecinos, en particular Mauritania; y para toda Europa".
Peo más trascendental resulta la segunda conclusión de los ministros. "EE UU no nos va sacar las castañas del fuego", señaló García Margallo. "Estamos ante un cambio en la estrategia global de los dos bloques [la UE y EE UU]", añadió el ministro, "por eso es tan importante que Europa desarrolle un verdadera política exterior común".
El embrión, en forma de Servicio Exterior Europeo, ya existe. Pero si la Unión Monetaria tenía fallos de construcción, como se comprobó con Grecia, en este caso ni siquiera se han acabado de poner los cimientos.
Algunas capitales, como Londres, todavía mantienen relaciones más estrechas en política exterior con socios extracomunitarios como Canadá, que con Bruselas, según explican fuentes comunitarias. Pero la situación puede cambiar tras una crisis que incluso ha desbordado a Downing Street, que se enteró de la operación argelina que costó la vida a sus ciudadanos minutos antes de su puesta en marcha.
Como en el terreno económico y comercial, la impotencia nacional puede obligar a buscar soluciones supranacionales. De momento, los ministros de Exteriores acordaron el jueves crear una suerte de "cámara de compensación" para aunar esfuerzos y evitar perogrulladas como la duplicación de los servicios secretos en ciertos lugares mientras en otros no hay presencia europea. Y tras meses de dilación, acordaron enviar a Bamako "en cuestión de días" una fuerza europea para formar al ejército de Mali. No es mucho todavía. Pero en la crisis griega también se empezó con pequeños parches.