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Columna
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Unión bancaria por sorpresa

Hasta la semana pasada, aún se pensaba que el acuerdo para la unión bancaria estaba lejos. Las diferencias entre Francia y Alemania parecían insuperables, los británicos armaban alboroto y los aspectos jurídicos parecían demasiado complejos.

Que un acuerdo sobre el marco legal llegara a tiempo para la cumbre de la Unión Europea de esta semana ha sido una sorpresa particularmente agradable. Contra pronóstico, la racionalidad y el sentido común prevalecieron. Hasta cierto punto, el acuerdo es un fin en sí mismo. Muestra que los gobiernos de la UE están dispuestos a actuar. Los líderes han podido estar cerca del abismo, pero en el último momento han visto la realidad.

Sorprendentemente, el resultado parece complacer también al Reino Unido, algo que raramente pasa en Europa, asegurándose la garantía de que, aunque siga fuera de la unión bancaria, su voz puede ser escuchada.

Cuando el euro fue concebido, el sector bancario se pasó por alto. Ahora, después de cinco años desesperantes tratando de ponerse en marcha, parece que el BCE tendrá la competencia y las herramientas para actuar como un órgano de control fuerte y eficiente.

Limitar su alcance a los 150 mayores bancos debería significar que la unión será capaz de hacer más que las instituciones que no cuestionan lo que aprueban. Al mismo tiempo, el BCE estará facultado para encargase de cualquier pequeño banco que necesite atención especial. Las cajas de ahorro alemanas no recibieron la carta blanca que querían.

Pero el acuerdo está lejos de ser una solución para los grandes problemas de la eurozona. La recapitalización directa de los bancos no se dará antes del 2014, y si se crea un mecanismo supervisor eficiente.

La gran tarea para 2013 consiste en elaborar un mecanismo de resolución conjunta para las instituciones financieras en apuros. Será un reto legal y también implicará decisiones difíciles en cuanto a quién pagará la factura. Una cosa es segura: las disputas volverán pronto.

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