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A Fondo

La rivalidad entre el 'banco malo', el más malo y el peor

La reforma financiera comienza a cerrar frentes. Uno de los principales escollos para que llegase la ayuda pública prometida por Europa, los 40.000 millones de euros, para sanear a los bancos nacionalizados -Bankia, Catalunya Caixa, Novagalicia y Banco de Valencia- está casi solucionada. Es la puesta en marcha de la Sociedad de Gestión de Activos (Sareb), más conocido como banco malo. El FROB, junto al Banco de España, desgranaron ayer por la tarde los principales interrogantes que suponía para la banca esta sociedad. La explicación, eso sí, se llevó a cabo en una amplia sala del Banco de España conocida entre los periodistas como la de "lo peor de lo peor", en alusión a la definición de CAM que hizo en ella hace algo más de un año el exgobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez.

El banco malo verá la luz el próximo 1 de diciembre aplicando unos descuentos medios del 63% sobre el valor bruto en libros de los inmuebles y solares que traspasarán obligatoriamente los bancos nacionalizados y los que necesiten capital público y ofrecerá a sus inversores una rentabilidad media, en un escenario conservador, de entre el 14% y el 15 % a largo plazo, 15 años, ya que la previsión es que los resultados en los primeros años sean modestos. Este puede ser a muy grandes rasgos el resumen de los principales problemas que han provocado el retraso de la transferencia de los activos inmobiliarios de la banca nacionalizada al Sareb.

Pero pese a que los supervisores ya han despejado la incógnita de las valoraciones que aplicarán al traspaso de los activos tóxicos, el conjunto de los bancos sanos -Santander, BBVA, La Caixa, Sabadell, Unicaja, Kutxabank, Bankinter, incluido Popular, pese a estar inmerso en una ampliación de capital- siguen negándose a invertir en el capital de Sareb.

No solo consideran que los descuentos son muy altos, sino que también creen que la gestión de los activos que se transferirán a esta sociedad -44.000 millones provenientes de la banca nacionalizada y otros 16.000 millones de las entidades que necesiten también ayudas públicas porque su solvencia actual presenta dudas- "va a ser muy, muy complicada".

Pero estos son algunos de los escollos que han planteado los grandes bancos al Gobierno, aunque no son los únicos. Aseguran que la rentabilidad de Sareb no llegará al 15% anual, como afirma el Banco de España. "Es muy difícil que se llegue a ese porcentaje", afirmaba ayer un directivo de un gran banco. Y recordaba que los fondos buitres internacionales están pidiendo descuentos aún mayores, del 75% al 80% de promedio para invertir en el sector inmobiliario. "Estos fondos de inversión trabajan con unas rentabilidades del 25%, es decir, 10 puntos por encima de los descuentos del banco malo. Eso significa que inevitablemente todos tendremos que aumentar las provisiones casi por exigencia del mercado", se quejaba.

Por si esto no fuera poco, los banqueros entienden que este banco malo será un competidor incluso puede que desleal en el mercado, ya que prácticamente todas las entidades sufren de indigestión inmobiliaria.

La banca sana quiere seguir su propio camino. Ya han comenzado, de hecho, a vender por sus propios medios sus inmuebles adjudicados con grandes descuentos. Santander y Sabadell han iniciado una carrera por desprenderse de sus activos tóxicos más contaminantes y lo están consiguiendo. Ambas entidades han comenzado a tirar los precios, como dice el mercado, de los pisos en la ciudad fantasma de Seseña, el frustrado sueño urbanístico de Francisco Hernando, El Pocero. Además, Popular o Sabadell han creado sus propios bancos malos para gestionar mejor sus activos inmobiliarios adjudicados. Eso sin incluir las inmobiliarias que han puesto en marcha prácticamente toda la banca.

Pero por si fueran pocas estas iniciativas, Kutxabank propuso hace unas semanas la creación de un banco malo integrado por los activos tóxicos de la banca sana.

Su iniciativa no ha tenido mucho eco entre sus homólogos, aunque la idea no ha sido descartada por completo, y los consultores y bancos de inversión siguen visitando a las entidades para intentar convencerles de las bonanzas de esta iniciativa.

Pese a estas iniciativas, el Gobierno insiste en su objetivo de que la banca sana participe en el capital del Sareb bien inyectando fondos, bien a través de la compra de deuda. Todo para evitar que el Estado tenga más del 49% de su capital, ya que su control supondría disparar el cómputo ya elevado de deuda pública.

El ministro de Economía, Luis de Guindos, envió ayer una carta a todos los primeros espadas de los bancos sanos, incluido Banco Popular, convocándoles a una reunión hoy. El objetivo es claro, volver a insistir para que participen en Sareb, ante el casi nulo interés de los inversores extranjeros en entrar en esta aventura.

"No nos interesa participar en este proyecto, pero al final todos o casi todos terminaremos siendo accionistas de Sareb. La presión es tan fuerte que tendremos que invertir en su capital por el bien del país", aseguraba ayer un banquero.

Y es que el banco malo es uno de los principales puntos que se deben resolver para que lleguen las inyecciones de capital público a la banca nacionalizada. El Gobierno reconoció ayer que los fondos de Bruselas para recapitalizar a estas entidades llegarán a finales de noviembre, una vez que se hayan aprobado sus planes de reestructuración. La valoración de sus activos tóxicos para traspasarlos a Sareb es decisivo para recibir los 40.000 millones de euros en ayudas públicas.

Por cierto, los bancos coinciden en que el principal objetivo del Gobierno con Sareb es "reactivar el sector inmobiliario, hundido desde hace más de tres años".

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