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Se cumple un lustro de la debacle del euro

Cinco años después... seguimos en crisis

Pocos esperaban en 2007 que la crisis fuese a durar tanto. Pero lo ha hecho. Hoy se cumplen cinco años desde que el BCE se viese forzado a regar la banca europea con liquidez para evitar un contagio del terremoto que provenía de EE UU. Esta decisión marca el pistoletazo de salida de la crisis en Europa. Desde aquel verano de 2007, tres países de la zona euro han sido intervenidos y numerosos bancos, nacionalizados. En España, la primera doble recesión de su historia, la ingobernable tasa de paro y la prima de riesgo amenazan con el rescate total de su economía.

Escultura con el símbolo del euro frente a la sede del BCE en Fráncfort
Escultura con el símbolo del euro frente a la sede del BCE en Fráncfort

Fueron 94.800 millones de euros. Una primera medida del Banco Central Europeo para tratar de esquivar una repentina sequía de liquidez (el llamado credit crunch). Aquel 9 de agosto de 2007 la institución presidida entonces por Jean Claude Trichet ponía en el mercado incluso más dinero del que inyectó tras los atentados del 11-S. Días después, la Reserva Federal de EE UU y otros bancos centrales seguirían sus pasos. Ya no había dudas: había comenzado la mayor crisis de la UE, la peor debacle económica mundial desde la Gran Depresión que sucedió al crac del 29. La recesión que ha puesto en peligro la mismísima existencia del euro. Y lo peor, el final del túnel no parece cerca: un lustro después, el FMI prevé que la economía de la eurozona se contraiga otro 0,3% este año.

Crisis de la deuda

Todo comenzó como una crisis hipotecaria. Pero pronto adoptaría formas mucho más peligrosas. Cada mañana, inversores, líderes políticos y ciudadanos desayunan con la falta de liquidez y la desconfianza y el temor de los mercados en Europa. Este panorama se ha cebado con la deuda soberana de países de la periferia europea que, a su vez, han amenazado la estabilidad de la moneda única. Grecia, el caso más preocupante: el país ha recibido ya dos rescates (110.000 millones de euros en 2010 y 130.000 en 2011), Irlanda, otro (85.000 millones en 2010) y Portugal, otro (78.000 millones en 2011), a cambio de rigurosos planes de ajuste y dolorosos compromisos de déficit público.

La austeridad, no en vano, se ha convertido en la consigna impuesta desde el norte de Europa. Los paquetes de ahorro y los recortes se han convertido en los últimos dos años y medio en lugar común en las declaraciones de los líderes políticos y en pesadilla para el resto. Subidas de IVA, congelación de sueldos, recortes de prestaciones. Y todo, sin resultados apreciables.

Cumbres

Los líderes de los países europeos se han reunido en sucesivas cumbres y reuniones. Supuestamente para encontrar soluciones, en la práctica para mostrar al mundo una foto de familia y, sobre todo, su escasa capacidad de decisión y cobardía a la hora de tomar decisiones. Hasta que llegó diciembre de 2011. Entonces, en una cumbre agónica, la UE impuso el techo de déficit, es la nueva regla de oro del Eurogrupo, que obliga a los Estados de la eurozona a mantener el gasto público por debajo del 0,5%.

Fue un acuerdo de mínimos que no esconde el debate imperante entre ahorrar o propiciar el crecimiento en la UE. Un debate que entró en una nueva fase tras cobrarse la crisis una pieza capital. En mayo, Merkel perdió a su socio, el ex presidente francés Nicolas Sarkozy, implacablemente derrotado en las elecciones presidenciales. Su sucesor, François Hollande, promete crecimiento con inversión. Por ahora, no obstante, ha aportado más palabras que hechos.

Con todo, las dudas se centran ahora en Italia y, sobre todo, España, un país ahogado por una tasa de paro del 24,6%, sumido en una doble recesión, aquejado de una alta deuda privada y un elevado déficit público cuyos intereses y vencimientos han llevado al país al borde de la insolvencia... y del llamado rescate blando de la UE.

Islandia constituye un caso especial. La quiebra de sus tres principales bancos en 2008 -Kaupthing, Landsbanki y Glitnir- arrastró a todo el país al colapso. Las tres entidades fueron nacionalizadas, aunque el Gobierno las dejó quebrar y juzgó a los banqueros. Straumur Investment Bank sorteó la crisis de 2008. La isla no pudo evitar que su tasa de paro se disparase y que la inflación y la corona perdiesen el 80% de su valor. Mientras, se acentuaba el malestar social que acabó con la dimisión del Gobierno.

Crisis de la banca

La banca ha sido tanto culpable en buena medida como una de las principales víctimas de estos cinco años de turbulencias. El epicentro del terremoto quizás se encontró en al sur de la isla de Manhattan, pero sus efectos, amplificados por sus propios pecados (búsqueda de rentabilidades adicionales en una etapa de tipos de interés bajos, escasa volatilidad y crecimiento y un negligente control de riesgos), se han dejado sentir con una virulencia devastadora en Europa.

La caída de Lehman Brothers eclipsó a la de decenas de entidades europeas. Con una diferencia: en Europa, los estados acudieron en masa al rescate de su sistema financiero. En el plazo de pocos meses, resultó que la banca de Reino Unido, Holanda, Bélgica o Alemania no era ni mucho menos tan sólida como hacían creer sus balances. La nacionalización de Northern Rock abrió las compuertas. Detrás fueron sucumbiendo decenas de entidades, tanto por la vía de las nacionalizaciones como por la intervención o el desguace. A HBOS, Royal Bank of Scotland (RBS) y Lloyds TSB le acompañaron ING, Dexia, Fortis, Commerzbank, Hypo Real Estate, Roskilde Bank (Dinamarca). Incluso la poderosa Alemania guarda sus cadáveres, con nombres como IKB, Sachsen Landesbank y WestLB que tuvieron que guarecerse bajo el manto de Berlín. En conjunto, han sido necesarios más de 1,6 billones de euros entre 2008 y 2010 para rescatar a la banca, lo que equivale a algo más del 13% del PIB de la UE.

Capítulo aparte merece España. Durante años, tanto los directivos de las entidades como el propio gobernador del Banco de España o el presidente del Gobierno se mostraban casi ofendidos cuando se les preguntaba por la (dudosa) solvencia de las entidades patrias. Con el paso del tiempo, sin embargo, la bola comenzó a adquirir un tamaño demasiado grande como para poder seguir dándole patadas hacia adelante. La creación del Frob en junio de 2009 constituyó el primer paso hacia la restructuración del sistema bancario español, poblado por innumerables cajas de ahorros sometidas a los intereses políticos y que con el paso de los meses han causado la indignación popular.

Las fórmulas propuestas, sin embargo, fueron demasiado tímidas, y las sucesivas fusiones frías se tornaron insuficientes. Caja Castilla La Mancha, Cajasur, Banco de Valencia, CAM, Novacaixa, Bankia... Todas ellas fueron cayendo y el Fondo de Garantía de Depósitos, primero y el Frob después, tuvieron que inyectar dinero en unas entidades que, al final, acabaron siendo nacionalizadas.

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