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A fondo

Una inflación de huevos rotos con patatas

El índice de precios de consumo ha avanzado un 1,9% en los 12 últimos meses, sensiblemente por debajo del índice europeo, ligeramente por debajo del índice alemán, pero en cotas que se antojan elevadas para tratarse de una economía en recesión severa.

Es verdad que el índice está muy condicionado por la evolución alcista de los precios de los carburantes, con alzas del 10% anual de media expresada en todas las rúbricas más afectadas por estos productos (transporte, alumbrado, etc.). Pero descontados los elementos estacionales, energía y alimentación fresca, el núcleo duro de la inflación, lo que se conoce como inflación subyacente, sigue en el 1,1%, una de las tasas más bajas de la serie, que no la más baja, y que sigue mostrando resistencia a reducirse pese a la contracción de la demanda.

Hay que recordar que el consumo privado expresado registralmente por Estadística en el gasto en los comercios minoristas acumula ya veintidós (22) meses de descensos interanuales continuados y crecientes, precisamente desde que España comenzó a aplicar programas de recorte de gasto (función pública y pensiones) y decidió subir el impuesto sobre el valor añadido. En ese periodo, la tasa subyacente del IPC se ha movido entre el 1% y el 2,1%, pero no precisamente con una evolución descendente empujada por la presión de la demanda interna de los hogares. Estas cifras demuestran la poca elasticidad de la oferta ante el comportamiento de la demanda, aun en los casos en los que existe apretada competencia, como en la distribución alimentaria minorista, o incluso la propia producción de los bienes.

Desde que comenzó la crisis en España el ajuste se ha producido en los costes laborales unitarios, aunque más por la presión de la pérdida de empleo (con un empuje intenso de la productividad aparente del factor trabajo) que por la bajada de las remuneraciones salariales. Sin embargo, sigue apreciándose que no hay apenas avance de los niveles de competitividad por la reducción de los precios, de los márgenes empresariales, algo que debería producirse para no dañar en exceso la capacidad adquisitiva de los asalariados, que constituyen la mayoría de los ocupados. Un análisis detallado del índice de precios de consumo (IPC) revela que la alimentación registra un avance de precios en los últimos 12 meses del 3% en el caso de la elaborada y de un 1,1% en los frescos, con más resistencia a la baja que en los productos industriales, que están más condicionados por la energía. Registran un avance anual del 2,5%, pero se limita al 0,1% si se trata de productos de uso duradero, como electrodomésticos o automóviles, donde la competencia no se limita solo al mercado nacional, sino más allá.

Entre los alimentos destaca en el año el avance de los huevos, con un incremento anual del 18,3%, lo que los coloca como la rúbrica de mayor incremento en todo el ejercicio, seguido por un avance del 3,3% de los productos lácteos. Los huevos son también el producto que más ha incrementado su precio desde enero de 2011, cuando se colocó la nueva base 100 en el índice de precios de consumo: llega ya a los 117,4 puntos, cuando la siguiente rúbrica más inflacionista es el transporte, por el avance desatado del petróleo, con 108,9 puntos.

Cierto es que también el producto con mayor descenso anual es alimenticio: las patatas y sus preparados, con un descenso del 15,2% en los 12 meses últimos. Por tanto, una dieta equilibrada para el bolsillo: huevos rotos con patatas.

Los servicios, aunque con resistencia, están comenzando a ceder por la presión de una demanda limitada y registran en 12 meses un avance de solo el 1,1%. Pero aquellos con más limitaciones para la comercialización, como la enseñanza, registran subidas demasiado elevadas, con un 4,3% para la enseñanza universitaria y más moderada para la primaria y secundaria, y todos ellos antes de que se hayan elevado las tasas anunciadas por el Gobierno y las comunidades autónomas.

Las decisiones gubernamentales, fundamentalmente las de carácter impositivo, tienen un efecto directo en la inflación, aunque en los últimos 12 meses únicamente el tabaco tiene una aportación de una décima al índice, y una subida del 8% en tasa interanual.

Pero las decisiones fiscales de la Administración tendrán más protagonismo en los próximos meses. Lo tendrán por el empuje de las tasas universitarias y las aplicadas en la educación secundaria; lo tendrán en la plena aplicación de los recargos por los medicamentos; pero sobre todo lo tendrán si definitivamente sube el IVA, como parece obligado para cumplir los objetivos de déficit. Sea por trasvase de bienes y servicios del tipo superreducido al reducido, o de este al tipo general (18%), o bien por una elevación de todos los tipos, el IVA podría deteriorar la senda inflacionista en los próximos 12 meses. Es verdad que ahora, situado el IPC en valores inferiores a los europeos, por debajo incluso al alemán, hay un margen relativo mayor para aplicar subidas de impuestos que vayan en vena a la inflación. Pero lo cierto es que lo que la crisis da en materia de precios, la crisis lo quita.

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