La crisis dinamita los puntos de no retorno
Los tabúes han caído y palabras como rescate o 'corralito' se aplican sin tapujos a España. No hay duda: la prima de riesgo está incendiada, pero en esta crisis eterna el punto de no retorno cada vez es más laxo.
La historia de rescates en los países del euro es corta, pero nadie puede poner en cuestión su intensidad. De forma acelerada y a la fuerza, en menos de dos años se ha recorrido un camino de tensiones del que ya se pueden extraer algunas enseñanzas.
Una de las lecciones mejor aprendidas es que una prima de riesgo por encima de 450 puntos o un bono a diez años cuya rentabilidad supera el 6% es sinónimo de intervención. Así sucedió en los casos de Grecia, Irlanda y Portugal. Una vez que se cruzaron esas líneas rojas, la caída fue cuestión de semanas. Fue un camino de no retorno: del 6% al 7% y de ahí al 8%...; nunca volvieron al punto de partida.
Claro que todo puede cambiar en un momento, porque la segunda lección de la crisis es que depende de qué nación se trate. Cuando el ataque se produce contra uno de esos países demasiado grandes para ser rescatados, la historia es distinta. Italia es un ejemplo de ello y, en este caso, una esperanza para España.
De ahí que la histeria por una prima de riesgo nacional que ha superado los 500 puntos, que lleva 33 días por encima de la fatídica referencia de los 400 y con un bono cotizando más allá del 6% de rentabilidad sea contenida. Las cifras no son buenas, pero España no transita por ningún lugar donde no estuviera antes. O donde Italia no haya vivido un tiempo y haya regresado para contarlo.
De hecho, Italia parece ahora un alumno aventajado comprado con España. Pero hubo un tiempo (y hace de eso menos de cuatro meses) en que coqueteó con el abismo a unos niveles muy superiores a los españoles en estos momentos. Entre octubre y enero, el país vecino vivió muy pocas sesiones por debajo del 6% de rentabilidad en su bono a diez años e incluso llegó a rozar el 7,3% al cierre.
España está lejos de estos registros, tanto en tiempo como en valor absoluto. Puede que la prima de riesgo nacional haya tocado su máximo histórico, pero mucho de ello se debe a que la rentabilidad del bono alemán está en mínimos. Puesto que la prima es la diferencia entre la rentabilidad del bono español a diez años y el alemán en el mismo plazo, un diferencial récord no tiene por qué coincidir con un coste igualmente récord de la deuda si lo que ha pasado es que ha bajado la referencia de partida.
Por supuesto, la huida del dinero desde los países periféricos hacia el refugio germano sigue teniendo las mismas implicaciones negativas de siempre, pero la diferencia es que esta vez a España eso le cuesta menos. Pese al máximo actual de la prima de riesgo, es ya la tercera vez en menos de un año que el bono nacional está por encima del 6% y la virulencia del ataque actual es la menor de todas: la rentabilidad de la deuda no ha marcado récord (en noviembre se tocó el 6,7% al cierre y ahora no se ha superado el 6,35%) y solo se ha cerrado a más del 6% en ocho sesiones de las últimas nueve (el ataque del verano y el de noviembre fueron más largos). Además, tanto Italia como España han demostrado que, para ellas, las líneas rojas son distintas: se pueden traspasar y, con un poco de ayuda, olvidar sin que pase lo peor.
Si Italia estuvo más allá del 7% y durante más tiempo, ¿por qué ese temor ahora a una intervención? En primer lugar, porque el papel del Banco Central Europeo es ahora mucho más comedido que entonces. "El programa de compra de deuda soberana no es eterno ni infinito", ha repetido hasta el aburrimiento el presidente del BCE, Mario Draghi, en los últimos meses. Había esperanzas de que el supervisor reavivara su programa de compra de bonos al calor del tormento nacional, pero el 6% suele marcar el principio y esta vez no ha sido así.
Eso no quiere decir que no se le espere y que no se clame por su intervención. Ya se hacen cálculos de qué podría decidir su regreso a la arena. ¿El 6,5%? "A ese nivel, el BCE se plantearía comprar, al igual que muchos fondos de pensiones, especialmente españoles", reflexiona Rafael Romero, director de inversiones de Unicorp Patrimonio.
Lo mismo debe pensar el ministro español de Economía, Luis de Guindos. "Las primas de riesgo en España e Italia no son sostenibles", clamó la semana pasada desde Bruselas, en una forma como cualquier otra de meter presión a las instituciones comunitarias. Más nítido incluso fue el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. "Me gustaría un mensaje claro, contundente, en defensa del proyecto del euro y una afirmación de la sostenibilidad de la deuda pública de todos los países europeos que en estos momentos está sometida a discusión", solicitó.
Es cierto que el auxilio del supervisor pondría solo un freno temporal, aunque muy efectivo. La última vez que intervino, la prima bajó 100 puntos en Italia y España en pocas sesiones. Pero eso no supondría el fin de los problemas de España a medio plazo. El crecimiento es una asignatura pendiente, el déficit no deja de dar sustos y hay un sector, el financiero, que ha disparado las alarmas en toda Europa.
España tiene un problema con sus bancos y el Viejo Continente ya sabe cuál es la derivada de un apoyo sin paracaídas de una nación a su sistema financiero: el rescate. Fue lo que pasó en Irlanda. Y si España es demasiado grande para ser intervenida, también lo es para dejarla caer por auxiliar a sus bancos. En todo caso, resulta mucho más barato usar fondos europeos para salvar el sector financiero español que para toda su economía. Esa es la reflexión que está tomando cuerpo tanto dentro como, sobre todo, fuera del país, así que, al menos, el fantasma de una intervención total se aleja un poco más.