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El foco
Columna
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'Grexit'

Grecia se enfrenta a una recesión en 'uve' si abandona el euro y a una década perdida si no lo hace. El autor reflexiona sobre los posibles efectos que esa salida tendría sobre la eurozona y especialmente sobre España

José Carlos Díez

Como era previsible, ninguno de los tres partidos griegos con más votos ha podido formar Gobierno y parecen inevitables nuevas elecciones a mediados de junio. Las encuestas dan ganador a Syriza que se ha aprovechado del hundimiento del Pasok y tendría los 50 escaños que la ley electoral otorga al partido más votado. Les denominan como de extrema izquierda y su campaña ha sido muy populista. Nadie conoce su verdadera hoja de ruta y qué quieren hacer con el país, pero sí han anunciado que renegociarán el acuerdo con la troika y que pedirán una moratoria del 100% del pago de intereses durante dos años. Esto sería un nuevo default, pero, como vengo defendiendo desde hace mucho tiempo, es la única solución viable a corto plazo.

Grecia ya ha tenido superávit primario antes del pago de intereses en el primer trimestre, por lo que la moratoria permitiría parar los planes de ajuste fiscal y el país volvería a crecer. Seguramente no lo suficiente para cerrar su déficit por cuenta corriente, teniendo en cuenta que sus exportaciones se dirigen a una Europa deprimida. No obstante, el déficit corriente es del 8% del PIB y pagan 5 puntos en intereses, por lo que la medida también aliviaría significativamente la necesidad de nuevas ayudas de la troika.

No obstante, la troika no parece estar por la labor. Nadie en Europa se fía de los griegos, han dado motivos sobrados para ello, y parece que no hay mucho margen para la negociación. En Alemania, el Gobierno ha comenzado a preparar a la sociedad para la salida de Grecia, aunque siguen ocultando la verdad a sus votantes y les dicen que será una salida controlada. Nunca en la historia se ha dado una voladura de esta magnitud controlada y no es sensato pensar que se vaya a producir en Europa, teniendo en cuenta los problemas de diseño institucional y de gobernanza y los complejos morales de las personas que dirigen el banco central.

Con el pago reciente de la troika, Grecia no podría pagar a sus funcionarios y las pensiones de julio. Es cierto que esta situación ya la hemos vivido antes, pero parece muy poco probable que el nuevo Gobierno griego, viendo lo que les ha sucedido a los anteriores, trague. Como nos enseña la historia de las crisis de deuda, un cambio de Gobierno desencadena el evento. Para asustar a la sociedad helena, hacen sonar las trompetas del Apocalipsis, pero en economía siempre significa que estás llegando a la muralla de Jericó. Grecia se enfrenta a una recesión en V si sale del euro y a una década perdida si se quedan. Los griegos han necesitado una caída del PIB del 20% y que su tasa de paro supere el 20% para aceptar su fracaso histórico y abandonar el euro.

Esto provocará una corrida de capitales en los mercados mayoristas superior a la de Lehman en 2008. En ese momento los europeos nos jugaremos el futuro de la moneda única. Los inversores apostarán por quién será el próximo y la respuesta debe ser de una contundencia brutal para parar la marabunta. No da tiempo a que el EFSF y el ESM se aprovisionen por lo que el BCE deberá montar barricadas en los mercados baje el lema no pasarán. El contagio a Portugal, Irlanda, España e Italia será fulminante, por lo que nos cuesta pensar que esto lo pueda hacer sin gastar un billón de euros, pero español, con 12 ceros, en el próximo año. No hace falta más dinero, basta con usar bien el exceso de reservas y cambiar la subastas de liquidez por compras en firme como hicieron la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra en 2009.

El huracán tiene su epicentro en las islas griegas, pero la trayectoria se dirige a España SA y nos pilla con la casa en obras y cambiando el tejado. Tras cinco meses sometidos a una fuga constante de capitales foráneos, España SA se encuentra en el momento de mayor vulnerabilidad financiera desde que comenzó la tragedia griega en 2009. El Gobierno ha identificado el problema en recuperar la credibilidad de nuestro sistema bancario con el fin de que vuelva a emitir en los mercados de capitales y aliviar así la restricción de crédito que lleva a la economía camino de la depresión. No obstante, con dos decretos en tres meses se han reconocido 80.000 millones de pérdidas en el sistema bancario y aún no se ha definido cómo se van a asumir. La hoja de ruta contempla la entrada del FROB en acción, pero no se define claramente si la red ya está fijada y a qué altura está del suelo. Además, en este último decreto se anuncia una provisión sobre activos no problemáticos de promotor que solo suponen el 20% de la cartera de crédito.

Nouriel Roubini definió la incertidumbre internacional afirmando la pasada semana en Financial Times que las estimaciones que maneja el mercado sobre las necesidades reales de pérdidas de nuestro sistema bancario van de 100.000 millones a 300.000 millones. El FMI acaba de realizar una auditoría obligatoria a la que todos los países sistémicos están sometidos. Su diagnóstico es que el problema de nuestro sistema bancario se concentra en las entidades que apelaron al FROB en 2010, o sea, una tercera parte del sistema. Siendo así, las cifras que se manejan en los mercados son simplemente disparatadas, pero ya nos advirtió Keynes que "los mercados pueden estar más tiempo irracionales que usted solvente". La prima del algodón era la reacción de los mercados. El decreto busca mejorar la solvencia de nuestras entidades y en un solo día se han descapitalizado un 3% y un 9% en el caso de Bankia.

Tiempos históricos pero abrasadores. Al igual que en 2008, la sensación es de un patinador que empieza a sentir cómo el lago se resquebraja. Esperemos que los que pilotan la nave hayan aprendido las lecciones de Lehman y los costes de la no acción, no solo los costes de la acción equivocada. La clave es evitar el caos, ya que una vez activado, pierdes el control. Tras el caos, los costes para los contribuyentes se multiplican y se traducen en desempleo y deuda pública. Esperemos que haya vida inteligente en Europa tras el efecto Hollande y mantengamos los dedos cruzados.

José Carlos Díez. Economista jefe de Intermoney

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