Otra manera de contar parados
Los datos del mes de febrero registran un aumento de 112.269 personas apuntadas al paro y una disminución del número de afiliados a la Seguridad Social en 49.710. Así que al conocerse esas cifras el pasado 2 de marzo, se alcanzaba un nuevo récord de parados fijado en 4,7 millones, que esta vez debe apuntarse en el haber del Gobierno Popular de Mariano Rajoy. De manera que, tras tanta insistencia en adjudicar la plusmarca de parados al Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, invocada para precipitar su relevo, una vez en el poder, los populares arrebatan a sus adversarios ese dudoso honor y aceleran el crecimiento del paro registrado. Lo más relevante es que, frente a la cosmética esperable de cualquier Gobierno dedicada a disminuir la visibilidad del abismo del paro, los ministros de Rajoy se esfuerzan, por el contrario, en ahondarlo y añadir además un pronóstico de agravamiento. Es lo mismo que habrían hecho en Bruselas, según informaba la agencia Reuters, con el montante del déficit fiscal al preferir exagerarlo por mucho que de esa exageración nada conveniente resultara para nuestro país. Se diría que los marianistas siguen en la estela del cuanto peor mejor sin atender al hecho de que ahora son Gobierno.
Reconozcamos que el recurso a ennegrecer el pasado inmediato y pintar de manera tenebrosa la indeseable herencia recibida, forma parte de una tendencia muy habitual en cualquier relevo. Porque se parte de la sospecha hacia el saliente al atribuirle tendencias autoindulgentes y porque cuanto peor sea la situación de partida quien toma el relevo, más deprisa podrá presentar resultados más llamativos. Por ejemplo, ahora que se van a producir relevos en la dirección de algunos diarios tendremos ocasión de comprobar cómo el saliente presenta su gestión en términos de éxito en circulación y en ingresos por publicidad, mientras que el entrante se esfuerza en rebajar las cifras que recibe como medida cautelar para asegurarse un margen de éxito lo más fulgurante posible.
Reescribir la historia de la manera más favorecedora y que deje más margen para apuntarse éxitos es la primera tarea a la que se entregan con denuedo los recién llegados. Y desde luego nuestros amigos del Partido Popular se esfuerzan por hacerlo hasta la obsesión. La idea de que salvar la continuidad en los relevos tiene premio todavía no ha cristalizado entre nosotros. Nuestra preferencia por el adanismo, que quiere partir del punto cero de la historia para inaugurarlo todo sin aceptar legado alguno, es la que se impone.
Nuestro Gobierno, cuando estaba en la oposición y se veía triunfador indiscutible en los comicios que luchaba por precipitar, huía de ofrecer soluciones. Se presentaba como la solución. En cuanto llegaran a La Moncloa nuestro país pasaría a dar confianza y con la confianza todo lo demás se nos daría por añadidura. Ahora, sin embargo, cada vez que propugnan una medida, ya sea en forma de recortes, de reforma laboral, de limitación del gasto en las Administraciones local, autonómica o central, se precipitan a invalidarla, señalando que su adopción para nada tendrá los efectos en base a los cuales fue diseñada. Ni los recortes sanarán nuestra economía, ni la reforma laboral generará empleo y así sucesivamente. De manera que nuestros amigos del Partido Popular se vacunan por anticipado de tal manera que van a resultar inmunes a toda crítica.
El ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, ha dicho por ejemplo que los recortes eliminan inversiones; que suman parados a los cuales debe subsidiarse; que agravan la restricción del consumo; que debilitan la demanda; que restan beneficios empresariales y merman la tributación de sociedades. En definitiva, que más gasto en el paro y menos ingresos fiscales incrementan de nuevo el déficit y vuelven a ser necesarios nuevos recortes como consecuencia de la pendiente de la recesión que el ministro Luis de Guindos cifra ya en otros 8.400 millones de euros extra, que añadirán más parados y nos devolverán al cuento de nunca acabar. Por todo lo anterior es urgente que se ponga en marcha otra manera de contar el paro, que se excluya del total de parados a cuantos no respondan al nuevo perfil, de manera que aunque todo siga igual o peor, las cifras mejoren. Si no podemos cambiar la realidad, al menos mejoremos la estadística.
Miguel Ángel Aguilar. Periodista