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Tribuna
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Míchigan y Arizona, la vuelta de la tortilla

Si me hubieran preguntado el 7 de febrero, cuando la victoria de Santorum en Colorado, Missouri y Minnesota fue oficial, quién creía que ganaría las primarias de hoy, hubiera respondido… ¡Santorum! Semanas después de la triple victoria de Santorum, ayer, hubiera afirmado que el ganador sería Santorum. Hoy, día electoral en Míchigan y Arizona, mi respuesta cambia. A pesar de que, durante semanas, las encuestas han situado a Santorum 10 puntos por encima de Romney, durante este tiempo han pasado cosas.

Los expertos en consultoría de negocio, política, demoscópica y sociología electoral tenemos en cuenta los acontecimientos diarios y medimos cómo afectan al electorado en su actitud hacia los candidatos. Han sucedido tantas cosas en estos días, con efectos inmediatos en el sentir de los votantes, que, tras favorecer en el pasado mayoritariamente a Santorum, hoy, día electoral, los conservadores otorgan la victoria a Romney: en Míchigan, su ganancia es muy estrecha (37,8% versus 35,3% de Santorum); se juegan 30 delegados. En Arizona (29 delegados), las encuestas han otorgado siempre la victoria a Romney, culminando hoy con el 41,4% de los votos, frente al 28,2% para Santorum.

¿Qué ha pasado para que se haya producido este vuelco electoral? ¿Qué encumbró primero a Santorum y ahora a Romney? Dando por sentado que el resultado final no lo otorgan las encuestas, sino los votos, los sucesos sí han influido en los electores. Primero, los republicanos vieron en Santorum a un candidato creíble, frente a Obama: defensor verdadero de los principios conservadores, tras sus tres victorias. Además, Santorum no solo ha apelado a valores religiosos que le han granjeado el apoyo de los cristianos. Sus orígenes sociales, con un abuelo emigrante y minero, atrajeron al trabajador blanco de clase media-baja.

Por su parte, Romney cometió errores: frente a la imagen de empresario exitoso, creador de empleos, que él transmite, publicaciones (The Wall Street Journal y Bloomberg-Businesss Week) destaparon su pasado como banquero de inversión que compraba empresas en quiebra, las reflotaba y las vendía, dejando a miles de trabajadores en la calle...

Por otro lado, se suponía que Romney debía ganar en Míchigan: nacido allí, su padre, directivo del sector del automóvil que da vida económica al estado, gobernador seis años… Confiado, Romney dio un mitin en un estadio, con cabida para 100.000 personas. Lo que resonó mundialmente en Youtube y, después, en prensa, radio, televisión e internet no fue el discurso económico de Romney -relevante-, sino que a la convocatoria acudieron 1.200 millonarios, convenientemente situados frente al escenario. Lo que América vio en las redes sociales fue el estadio vacío: Y, Romney… ¡abochornado! En cambio, Santorum habló ante la misma audiencia en un auditorio pequeño, donde no parecía haber 1.200 ricos, sino 100.000 individuos. Victoria para Santorum.

Pero a Santorum le faltó algo esencial para culminar su racha de éxito: explicar a los americanos cómo va a arreglar la economía, que es lo que más preocupa a los votantes. En el caso de Arizona, donde el 30% de la población es hispana y hay 470.000 latinos viviendo ilegalmente, Santorum ignoró a los que le pedían su regularización: la ciudadanía.

Romney cambió el tercio: propuesta de reducción de impuestos, para todos los contribuyentes, del 20%; más agresiva que las proposiciones de Santorum y Obama. Xi Linping, futuro presidente de China, visitó Estados Unidos: "Frente a la política de paños calientes de Obama", Romney defendió una postura de rotunda firmeza frente a China, en tres ámbitos: económico, militar, valores: "El siglo XXI no será el siglo de China, sino el de América".

Los inmigrantes ilegales fueron objeto de las iras de Romney en Arizona: un muro más alto, más policías patrullando y aplicación de la Ley de Inmigración de Arizona, que permite detener a "cualquier sospechoso de ser indocumentado"; apoyo a Romney de los conservadores. Publicidad: Romney ha invertido en anuncios, para promocionarse y denigrar a Santorum, en una proporción de diez a uno. En el último debate televisado entre candidatos, Romney puso a Santorum contra las cuerdas, al comparar sus declaraciones defendiendo sus principios y la realidad de los votos de Santorum en el Senado: incoherencia de Santorum, quien reconoció haber votado en contra de sus creencias para contentar a George Bush: firmó su sentencia de muerte. Hoy, las encuestas en Míchigan y Arizona dan ganador a Romney: la tortilla se ha dado la vuelta.

Jorge Díaz-Cardiel. Socio director de Advice Consultants. Autor de 'Obama y el liderazgo pragmático' y 'La reinvención de Obama'

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