Más liquidez para tratar de activar crédito
El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, ha activado en los últimos meses algunas teclas monetarias que durante años había mantenido aparcadas su predecesor, Jean-Claude Trichet. Además de las simples reducciones de los tipos de interés, que son más un gesto y una declaración de intenciones que una decisión efectiva cuando el precio del dinero se encuentra ya en el umbral cercano al cero, ha puesto en marcha poderosos mecanismos para inundar de liquidez al sistema financiero y evitar el colapso de entidades sistémicas que podrían haber arrastrado a toda la zona euro.
A finales del pasado año, el BCE propinó un manguerazo de liquidez muy abultado a tres años, que la banca aprovechó para pertrecharse, con medio billón de euros, de cuantos recursos precisaba para hacer frente a sus vencimientos. La operación se repetirá el 29 de febrero, con una ampliación de la inyección, ya que previamente ha relajado los colaterales que las entidades tendrán que presentar para acceder al dinero. Fuentes bancarias hablan de una inyección de más de un billón de euros que puede dejar despreocupados por una temporada a los tesoreros bancarios.
Pero el vendaval de liquidez no parece estar funcionando como activador del crédito, tanto por la presión que ejercen las dudas sobre la solvencia de algunos sistemas financieros como por la escasa presión de la demanda en países como España, con niveles de endeudamiento muy preocupantes. Siempre hemos considerado que la liquidez de Draghi daba una oportunidad inmejorable para disponer el tiempo necesario para solventar los problemas de los balances de la banca en toda Europa. Pero que no podía ser interpretada como un anestésico contra la insolvencia potencial que invitase a no hacer nada.
Esta frívola tentación ya ha calado en algunas entidades españolas, precisamente aquellas que más prisa deberían darse para solventar su delicada situación. Sin embargo, el activismo del nuevo Gobierno en materia financiera ha establecido plazos muy concretos que deberían sanear todo el sistema bancario antes de que el auxilio de recursos ajenos proporcionado por el BCE expire.
Por discutible que sea el papel que juega el Banco Central Europeo en la resolución de la crisis y la velocidad a la que lo practique, bien podría tener éxito si en paralelo cada uno de los implicados en la trama hace su trabajo. Los gestores políticos deben apremiarse más para resolver los mecanismos financieros de salvaguardia en caso de problemas en países de la eurozona, tanto los que tienen dificultades en sus territorios como los que tienen que sofocar los incendios de los demás. España sigue en el punto de mira aunque los mercados hayan dado una tregua; debe aprovecharse para encadenar todas las reformas para que vuelva la financiación, el crecimiento y el empleo.