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Columna
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El asunto pendiente de Santander

No es fácil ser un banco español sistémico, como muestran los resultados de Santander de 2011. La entidad debe satisfacer, por un lado, las demandas de capital extra exigidas por los reguladores europeos, y por otro, los requerimientos del nuevo Gobierno español de aumentar las provisiones para sus activos inmobiliarios más problemáticos. Mientras tanto, mantiene un deseo mesiánico de mantener el dividendo a toda costa. Pero el equilibrio solo puede ser posible a costa de los accionistas.

Es verdad que Santander ya ha logrado cumplir con el 9% de capital básico exigido por los reguladores sin haber emitido acciones. Y generó plusvalías por valor de 1.500 millones de euros por la venta de activos el año pasado, lo que permitió a Santander elevar al 50% la cobertura de provisiones de sus 8.500 millones de euros en activos inmobiliarios adjudicados.

Pero a pesar de que este colchón es mejor que el de sus competidores, no es suficiente. Sus provisiones cubren hasta el 37% de su exposición total a adjudicados, préstamos inmobiliarios morosos y subestándar. Eso está muy por debajo del hipotético 61% insinuado por el nuevo Gobierno español, que confirmará los nuevos requerimientos el 3 de febrero. Para alcanzar ese nivel Santander necesitaría dejar de lado otros 4.600 millones adicionales.

Afortunadamente, Santander tiene otras fuentes de ingresos. Más de la mitad de su beneficio neto procede de Latinoamérica, donde el negocio funciona mucho mejor. Excluyendo sus provisiones extraordinarias, el banco ganó 7.000 millones en 2011 en beneficio atribuible.

Aún así, el hacer frente a las provisiones para cubrir préstamos incobrables se comerían parte de las ganancias, cuestionando aún más la decisión de mantener su generoso dividendo, equivalente al beneficio por acción del año pasado. El banco puede aliviar la tensión vendiendo más activos y fomentando entre sus accionistas el aceptar los dividendos en acciones. Pero los dividendos en papel diluyen el accionariado, mientras que Santander tiene la presión adicional de compensar a los poseedores de los 7.000 millones en bonos convertibles vendidos a clientes minoristas. Santander se enfrenta a uno de sus años más difíciles.

Por Fiona Maharg-Bravo.

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