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La presencia de España en el BCE depende de Berlín

Desde el nacimiento del Banco Central Europeo, hace 14 años, un español siempre se ha sentado en el Comité Ejecutivo de esa poderosísima institución. Ese privilegio se debe en gran parte al Gobierno alemán. Y de él dependerá que un español, cuya candidatura formalizó ayer en Bruselas el ministro de Economía Luis de Guindos, se abra de nuevo un hueco hasta la cúpula del BCE.

Berlín aprovechó en 2004 el relevo de Domingo Solans, el primer español que se sentó en Comité Ejecutivo, para sentar un precedente sobre la presencia permanente de los cuatro países más grandes en la cúpula del BCE.

La táctica alemana funcionó y la tradición no escrita se ha mantenido hasta ahora, hasta el punto de que acaba de costarle el puesto al italiano Lorenzo Bini-Smaghi, que tras la llegada de Mario Draghi a la presidencia se ha visto obligado a dejar sitio a un francés.

El Gobierno de Mariano Rajoy también espera repetir la jugada y ayer hizo oficial en Bruselas la candidatura de Antonio Sáinz de Vicuña para ocupar el puesto que el 1 de junio dejará libre José Manuel González-Páramo.

Rajoy parece contar con el apoyo de París, según indicó el presidente francés, Nicolas Sarkozy, durante su reciente visita a Madrid. Pero la clave vuelve a estar en Berlín y fuentes españolas reconocen que todavía no tienen confirmación del posible apoyo del Gobierno de Angela Merkel.

Berlín tendrá que elegir si desea reafirmar la regla no escrita que sentó hace ocho años o prefiere apoyar una candidatura alternativa, como la presentada por Luxemburgo con el aparente respaldo de Holanda. Estos dos países, que mantienen como Alemania la triple A, temen que el Comité Ejecutivo acabe dominado por países mediterráneos susceptibles de necesitar ayuda del propio BCE.

El presidente actual es un italiano (Mario Draghi); el vicepresidente, un portugués; y dos de los cuatro miembros restantes, un español y un francés. Los otros dos son un alemán y un belga.

España, curiosamente, se aferra ahora a un puesto que había dado por perdido en 2004, cuando el mandato de Solans llegó a su término. El Gobierno de Aznar asumió entonces que el relevo llegaría desde alguno de los países que todavía no habían ocupado un puesto en el Comité.

En aquel momento, además, el ministro de Economía, Rodrigo Rato, pugnaba por convertirse en el candidato europeo a la dirección del FMI (cargo que obtuvo) y se estimó poco probable que dos españoles pudiesen aspirar al mismo tiempo a puestos tan señalados.

Pero Berlín sugirió a Madrid la conveniencia de presentar un candidato al BCE. La amable invitación llegó a pesar de que el canciller alemán, Gerhard Schröder, apenas congeniaba con Aznar. El motivo fue que Alemania quería garantizar que dos año se después, al término del mandato de Otmar Issing, otro alemán ocuparía su lugar (a su vez sustituido el año pasado por un tercer alemán, lo que garantiza a Berlín la presencia en el Comité hasta 2019).

Con 21 años de presencia continuada en el Comité, ¿seguirá Merkel interesada en que se respete con España la norma no escrita? Quién sabe. En todo caso, en contra de España juega esta vez la rebelión de los países pequeños y el escaso apego del BCE a las tradiciones impuestas desde las capitales.

Draghi acaba de romper con una de esas reglas no escritas al nombrar al belga Peter Praet como Economista Jefe, el puesto más poderoso del Comité ocupado hasta ahora por alemanes (Issing y Jürgen Stark). En las próximas semanas veremos si se rompe alguna regla más.

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