El año en el que el sueño del euro estuvo cerca de morir
El rigor presupuestario impuesto por Alemania marcará el devenir de la unión monetaria en el próximo curso
Todo el mundo lo sabe: el euro no está para alegrías. La propia Comisión Europea lo ha reconocido anunciando que no celebrará el décimo aniversario de la puesta en circulación de la moneda -a nivel del consumidor, ya que en términos financieros ya funcionaba desde 1999-, si bien ha asegurado que la divisa tiene una larga vida por delante. El año 2011 ha cumplido a rajatabla con la norma de esta crisis, en la que cada año que pasa es peor que el anterior. La moneda única y el sueño de la Unión Monetaria están hoy más en peligro que nunca. De hecho, es que nunca hasta ahora había habido dudas sobre el carácter irreversible del proyecto del euro, una moneda que participa en el 40% de las transacciones mundiales y agrupa a 17 naciones con un PIB total de 9,4 billones de euros. Muchos apuntan al núcleo esencial del euro, Alemania, como responsable decisivo del desaguisado.
El rosario de derrotas electorales de la CDU, el partido de la canciller, Angela Merkel, que no vaticinan nada bueno para las generales de 2013, y la cada vez más extendida convicción en Alemania de que el país es el pagano de los despilfarros de sus ociosos vecinos del sur han hecho que Berlín haya endurecido su discurso, elevando la estabilidad presupuestaria a la categoría de principio sacrosanto e inviolable. Ya hay quien teme que la inflexibilidad de Merkel termine liquidando al euro, cuya cotización se ha depreciado de los 1,48 dólares de mayo a los 1,29 actuales, un ajuste superior al 12%. Y que, sobre todo, ahogue a las frágiles economías europeas, comprometidas con los recortes mientras intentan financiarse a precios cada vez más exigentes.
Lo que el mercado y los analistas esperaban de la UE es un banco central con más potencia para comprar bonos públicos, con autorización para entrar en las subastas de deuda y una hoja de ruta hacia la integración fiscal con los eurobonos como objetivo final. Pero no ha habido nada de eso, más allá del compromiso intergubernamental de incorporar la llamada regla de oro de rigor presupuestario a las Constituciones de los países del euro, de acuerdo con lo pactado en la cumbre del pasado 9 de diciembre. La regla de oro consiste en limitar el déficit estructural al 0,5% del PIB. No se trata del déficit público, sino que hay que excluir los ingresos y gastos cíclicos. Pero su puesta en marcha -con la intención de que quede lista en marzo de 2012- va a estar condicionada por la propia oposición interna en los países miembros, empezando por Francia, que celebra en primavera elecciones presidenciales.
La eurozona ha sido testigo de seis cambios de Gobierno sin que los problemas que atenazan al grupo queden resueltos
¿Un euro a dos velocidades?
En cualquier caso, este compromiso es el paso más visible que ha dado la Unión para garantizar la subsistencia del proyecto del euro. Eso sí, lo que ya no está claro es la integridad del área monetaria. El consejo europeo ha accedido a las exigencias de Alemania y el compromiso presupuestario entrará en vigor sin necesidad de que sea ratificado por los 17 socios del euro, bastará con que lo convaliden nueve. Queda así abierta la puerta al euro a dos velocidades, los que puedan seguir el ritmo marcado por Berlín y los que se queden fuera. Estas duras perspectivas de futuro son las que están detrás de los últimos planes de austeridad anunciados por el Gobierno de Mariano Rajoy (un recorte presupuestario de al menos 16.500 millones) y por el primer ministro italiano, Mario Monti, que con cierta dificultad ha conseguido que el Parlamento autorice un ahorro de 30.000 millones.
La idea de Berlín es que este rigor generará tranquilidad y confianza en los mercados, lo que estimulará el crecimiento económico y evitará así que haya que efectuar nuevos desembolsos al fondo europeo de rescate, cuyo mecanismo permanente (MEDE) estará dotado con 500.000 millones de euros y se espera que entre en vigor a partir de junio de 2012. Merkel se ha negado a incrementar la dotación del fondo y ha rechazado de plano la idea de los eurobonos. Y así será... hasta que se desate la próxima tormenta en los mercados. Porque lo que ha demostrado la crisis es que los líderes europeos solo se ponen en marcha a golpe de emergencias.
Así, fue necesario que el euro volviera a quedar a los pies de los caballos, con el riesgo de default de Grecia, para que Europa reaccionase. El 21 de julio, los líderes de la Unión se colmaron de parabienes tras acordar un nuevo rescate de 109.000 millones que salvaba a la economía helena y elevar la dotación del provisional fondo de rescate europeo (EFSF) hasta los 440.000 millones de euros. Eso sí, el sentido de la urgencia que ha caracterizado la gestión de la crisis por parte de Bruselas hizo que todo se fiara a la ratificación de los Estados miembros para la vuelta de las vacaciones. El plácido descanso estival de los líderes fue abruptamente interrumpido a principios de agosto, cuando el mercado dictó sentencia poniendo a la deuda pública española e italiana a lo que entonces se consideró quedarse al borde del impago (400 puntos básicos de prima de riesgo, el diferencial con el interés de la deuda alemana a 10 años) y extendiendo la crisis a Francia, que desde entonces teme por la supervivencia de su triple A.
La situación crítica desembocó en una reunión de emergencia que el célebre dúo Merkozy (Merkel y el presidente francés, Nicolas Sarkozy) celebró en París el 16 de agosto. Allí quedaron sentadas las bases de lo que será el nuevo euro: nada de eurobonos, nada de ampliar la dotación del fondo de rescate hasta el billón o los dos billones de euros que aún reclama el mercado y sí a extremar el rigor presupuestario, aun a riesgo de dañar el crecimiento, confiando siempre en que los efectos negativos sean solo a corto plazo. Lo que ni Merkel ni Sarkozy sospechaban entonces es que las cosas se iban a poner mucho peor.
La presión del mercado no cejó casi en ningún momento y se agudizó cuando el primer ministro griego, Yorgos Papandreu, amagó en noviembre una maniobra desesperada con someter las exigencias de la UE a un referéndum popular. El órdago acabó con Papandreu fuera del Gobierno, sustituido por Lucas Papademos, ex vice presidente del BCE y sin perfil político. El drama heleno desencadenó días después el derrumbe del primer ministro italiano Silvio Berlusconi, al que ni los escándalos de corrupción y prostitución habían sido capaces de tumbar.
La eurozona ha vivido este año seis cambios de Gobierno: España, Bélgica, Irlanda, Italia, Grecia y Portugal, y con todos los problemas por resolver. Finlandia y Holanda son los únicos países del euro con una prima de riesgo inferior a los 100 puntos básicos. Poco antes de que termine el año, la UE ha dejado claro que la banca no tendrá que asumir pérdidas a cuenta de la crisis de deuda -con la excepción de la quita griega, aún sin concretar-, un mensaje que ha ayudado a calmar la hipersensibilidad de los mercados. Pero la incertidumbre persiste, esta vez con un grado de intensidad superior al de hace un año. Y la Europa de la austeridad reza para que los mercados no empiecen ahora a penalizar su lacerante falta de crecimiento.
Quién es quién en la crisis del euro
La canciller de plomo. Angela Merkel. La jefa del Gobierno alemán ha gestionado la crisis con pies de plomo, ante el miedo de enfadar a sus votantes. Alemania da prioridad al ajuste fiscal y presupuestario antes que cualquier acción expansiva.Elegido para los recortes. Mario Monti. El primer ministro italiano ha asumido el poder tras la caída de Berlusconi para enderezar las cuentas a golpe de austeridad. Del agrado del mercado, es el paradigma del nuevo gobernante tecnócrata.Un FMI más europeo. Christine Lagarde. La directora gerente del FMI (Fondo Monetario Internacional) debe dirigir una institución que tendrá que ayudar más a Europa que a los países emergentes. Lagarde pide a la UE que hable "con una sola voz".A la sombra de Alemania. Nicolas Sarkozy. En su afán de mostrar liderazgo, el presidente francés ha formado una entente con Alemania, hasta el punto de que ya se conoce al dúo como Merkozy. Mantener la triple A gala es su mayor desafío. Quién es quién en la crisis del euroAnulado por 'Merkozy'. Herman Van Rompuy. El ex primer ministro belga es el presidente del Consejo Europeo, es decir, la voz de los Gobiernos en Bruselas. Pero a Van Rompuy, marginado por el tándem Merkozy, apenas se le escucha.Un mandato difícil. Mario Draghi. El presidente del BCE es italiano, pero eso no le ablandará. Draghi ha bajado los tipos hasta el 1% y ha inyectado liquidez masiva a los bancos. Pero se resiste con fuerza a acelerar la compra de deuda soberana.Un conservador rebelde. David Cameron. El primer ministro británico ha dado un puñetazo encima de la mesa europea: Reino Unido ha vetado la reforma del Tratado de Lisboa y se niega a aportar dinero para ayudar a los países del euro.La batalla de la Comisión. José Manuel Durão Barroso. El presidente de la Comisión Europea ha intentado imponer su criterio, buscando una mayor solidaridad entre países, pero ha sido arrinconado por la tesis de Francia y Alemania.