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Columna
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Mejor sin trucos

El estado de ánimo económico estos días es pésimo. La encuesta mensual de la UE sobre confianza empresarial ha caído desde marzo desde el 107 hasta el 94 (100 es la media desde 1994). En EE UU, el indicador de confianza del consumidor de la Universidad de Michigan ha descendido del 77,5 de febrero hasta el 60,9 (la media desde 1990 es 87). El índice nacional de Reino Unido es el más bajo desde que comenzó la encuesta en 2004. ¿Es el sentimiento de depresión otro problema sobre el que preocuparse? ¿O la mala sensación económica no es otra cosa que una suave expresión psicológica de la dura realidad económica?

El argumento de que los sentimientos económicos son distintos de los hechos tiene historia. En 1933, el presidente de EE UU Franklin Roosevelt acusó al "miedo en sí mismo, sin nombre, irracional e injustificado terror" de la persistencia de la depresión. Tres años más tarde, el economista John Maynard Keynes dijo que las decisiones de inversión no eran meros cálculos racionales, sino influencias de "espíritus animales -el impulso espontáneo a la acción en lugar de a la inacción-". Los espíritus de Keynes están tras los intereses en los índices de confianza. La mayor parte de los estudios muestran que estos han sido buenos indicadores sobre la dirección de la actividad. Cuando personas y empresas están tan desanimadas como ahora, es probable una recesión. Pero algunos economistas piensan que los estados de ánimo son en realidad efectos y no causas. Robert Barsky y Eric Sims concluyeron que las predicciones basadas en índices de sentimientos fueron casi las mismas que las basadas en información concreta.

Los mercados financieros suponen el mejor ejemplo contra la hipótesis Barsky-Sims. Tanto la exuberancia irracional como lo contrario pueden dominar sobre los inversores y dañar la economía real. Ahora, los temores de los mercados sobre el mercado del euro hacen que la economía se comporte un poco como si el euro ya se hubiera desintegrado. Pero es demasiado tarde para hacer trucos de confianza. Incluso en finanzas, la realidad es más importante. Las medidas de confianza como la compra de bonos del BCE podrían calmar los nervios. Pero los espíritus no se disiparán de forma durable mientras no haya un camino claro para el exceso de deuda.

Por Edward Hadas

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