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Columna
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Miedo fiscal en Francia

La crisis del euro está salvando a Sarkozy de sí mismo. Y debería ayudar a prevenir que la próxima campaña presidencial se transforme en la competición habitual de promesas de gasto desenfrenado.

El Gobierno francés ha examinado el abismo político -también conocido como una rebaja de la calificación de crédito del país-. Y ha decidido que en estos tiempos, los votantes quieren adherirse a sus objetivos fiscales.

El objetivo de disminuir el déficit a un 4,5% del PIB no es realista por la desaceleración. Pero en lugar de ajustarse a las previsiones de crecimiento o cambiar de objetivo, el Gobierno está recortando el gasto e incrementando los impuestos. No se trata de atajar los problemas económicos, sino de una ayuda a corto plazo. Esta es la segunda vez en tres meses que el Gobierno estrecha su presupuesto como respuesta a las preocupaciones de los mercados. Más del 70% de los 18.600 millones de euros de medidas extras en dos años son subidas impositivas. En un país donde los impuestos suponen un 50% del PIB, eso es mucho. Pero el recorte de gasto parece modesto en comparación, aunque aumentará con el tiempo. En 2016, el plan producirá más recortes que ingresos extras.

En términos políticos, el presidente actual no arriesga demasiado: el peso de las reformas recaerá tras las elecciones del próximo mayo. Su rival socialista, François Hollande, ya ha criticado el plan. Pero si el candidato socialista resulta elegido y cancela todo o parte del programa, el nuevo Gobierno tendrá que preparar otro para reducir el déficit. Con los mercados, las agencias de calificación y otros países de la eurozona (Alemania) observando, sea cual sea su color, el Gobierno estará limitado para hacer daño.

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