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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La factura de la seguridad de las nucleares

Requeridas por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), las grandes empresas eléctricas que explotan las centrales nucleares actualmente en funcionamiento en España han realizado un cálculo de lo que costará reforzar los márgenes de seguridad de sus instalaciones. La cifra -400 millones de euros- es el resultado de los test de estrés que han realizado las propias compañías, fruto del acuerdo impulsado por todos los reguladores europeos tras el desastre de la central japonesa de Fukushima. Los informes elaborados por las empresas -Iberdrola, Endesa, Gas Natural Fenosa y HC Energía- tendrán que ser analizados ahora por el CSN, el cual deberá remitir sus conclusiones a Bruselas antes de final de año. A partir de esa fecha, equipos de expertos de toda Europa se sentarán con los representantes de los reguladores comunitarios y evaluarán la información remitida por las respectivas autoridades nacionales.

La factura calculada por las eléctricas supone una inversión de 50 millones de euros por central. Es un coste aproximado y provisional, que puede elevarse si el CSN exige finalmente aplicar al sector las propuestas de máximos que se impongan en otros países europeos. En contraste con el parque de otros Estados -es el caso de Francia-, las nucleares españolas se consideran bien preparadas. Una valoración que comparte el propio CSN, que tras un examen preliminar realizado el pasado mes de septiembre confirmó que las instalaciones son seguras.

Es obvio que en el sector nuclear, como en cualquier campo de actividad humana, no existe el riesgo cero. Cuestión diferente es que se puedan -y se deban- ajustar al máximo los márgenes de seguridad de las instalaciones, así como prever una capacidad de respuesta efectiva ante situaciones excepcionales y escenarios de catástrofe. El desastre ocurrido en Fukushima el pasado marzo puso de relieve en Japón la existencia de posibles fallos, que todavía están siendo evaluados. También despertó en Europa el temor siempre latente de una opinión pública que guarda en la retina hechos tan dramáticos y de tan funestas consecuencias como los ocurridos en Chernóbil en 1986. Pese a que la seguridad del parque nuclear japonés -asentado sobre unos riesgos sísmicos que no tienen parangón en Europa- cuenta con unas peculiaridades muy particulares, lo ocurrido en Fukushima ha servido para impulsar la revisión de las condiciones de seguridad de las centrales europeas. Unas condiciones que deben homogeneizarse con el objetivo de conformar un estándar único y común para todas las centrales. Ese proceso que ha emprendido Europa -saludable y beneficioso- debe ser llevado a cabo con el rigor y la severidad necesarios, pero sin criminalizar ni olvidar de ningún modo que la energía nuclear, hoy por hoy, sigue siendo la opción energética más eficiente y competitiva.

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